Llegó el día 7 de junio, fecha de la elección de los nuevos diputados federales, que, junto con la actual Cámara de Senadores, formarán el próximo Congreso de la Unión; en el ambiente que estamos viviendo, encontramos características que parecieran estar llevando a la decepción ciudadana, tanto de los gobiernos como de los partidos y las elecciones.
Entre esas características que están presentes en este ambiente político electoral, están las siguientes: las altas cantidades de dinero destinadas a los partidos políticos y sus candidatos, sin percibir un claro beneficio para la información de los electores (es necesario preguntarnos cómo se gasta y a qué se destina ese dinero, cuando escuchamos a candidatos decir públicamente que no cuentan con recursos para sus campañas); la violación sistemática a las leyes, por ejemplo, del PVEM acompañado del PRI, sin que se haya podido evitar la impunidad; el notable descrédito de candidatos por motivos de corrupción, conocidos por las denuncias presentadas en promocionales de partidos políticos o por filtraciones de grabaciones telefónicas; la persistencia en construir la imagen de que los candidatos no presentan propuestas de campaña, y que no atienden a los ciudadanos; la clara presencia de grupos de delincuencia organizada, actuando a favor o en contra de candidatos; el bloqueo a la realización de elecciones en varios estados de la República, sin que se haya podido evitar; y, por último, la violencia enfocada al bloqueo de la realización de elecciones.
La resultante que flota en el ambiente es la decepción que manifiestan muchos electores por las elecciones (el último elemento aportado al escenario de decepción lo hizo el gobierno del presidente Enrique Peña, al determinar la suspensión indefinida de la evaluación magisterial). El primer efecto de la decepción es la no participación en la elección, ya que los electores argumentan que el voto no servirá para nada, y que en este escenario no se puede hacer gran cosa.
El problema, por lo tanto, es delicado, ya que, por un lado, la sociedad mexicana ha evolucionado a una mayor conciencia política; y, por el otro, la forma de hacer gobierno que está impulsando la actual administración federal priista, parece estar regresando, precisamente, a los tiempos en que esa conciencia política ciudadana no motivaba a la participación democrática -ni era propiciada y permitida-.
Hoy los ciudadanos muestran una contradicción en la que buscan un mayor grado de libertad democrática, que, a su vez, está amenazada -la búsqueda-, por una fuerte corriente de espíritu antidemocrático, que estamos observando en gobiernos priistas como el de Aguascalientes y el de la República.
Este es, entonces, el punto de la disputa por la forma de hacer gobierno. A pesar del trasfondo de la decepción ciudadana, que significa la percepción de indiferencia e indolencia de la clase política del país hacia los graves problemas que vivimos, la necesidad de la existencia de la institución social llamada gobierno, no se anula ni desaparece. Es, por lo tanto, la forma de ejercer el poder político lo que está en juego y lo que importa con la elección de los nuevos diputados federales.
¿Cuáles pueden ser los elementos configurativos de la forma de hacer gobierno que estamos teniendo ahora, y que han sido los puntos señalados en la campaña electoral, que se vuelven discutibles y disputables en la decisión del voto? Señalemos algunos de ellos: la manipulación que el Gobierno de la República hizo con los partidos de oposición para, primero llevarlos al Pacto por México, y segundo, aprobar reformas constitucionales que eran necesarias desde antes, que se apropiaría el PRI después; mostrarse como innovador y renovador con las reformas constitucionales, para después, con las leyes secundarias impedir lo más posible el cambio y la transformación para poder seguir como antes; mostrar evidentes hechos de corrupción y conflicto de intereses, al estilo antiguo, y reclamar a quien los investiga y da a conocer a la sociedad; hacer abuso del poder político, y pretender que los ciudadanos permanezcan al margen, sin conocer a fondo la información, y sin que sea tomado en cuenta su reclamo; tomar unilateralmente decisiones sin que participe el órgano competente, como lo pone de manifiesto la decisión de suspender indefinidamente la evaluación magisterial, etcétera. Esta es la forma de hacer gobierno que está siendo operada por el actual Gobierno de la República y que está siendo defendida arduamente por el PRI, en la que el PVEM fungió como su nueva careta de imagen y presentación.
La disputa, consecuentemente, es por ganar un Congreso de la Unión en el que puedan tener la suficiente cobertura para continuar aplicando esa forma de hacer gobierno. De esta manera, el Congreso terminaría por perder la necesaria función de ‘contrapeso’, y, así, el presidente Peña lograría que ya lo dejaran ‘en paz’ hacer el gobierno según los estilos antiguos.
En la aritmética política, que está relacionada con la geopolítica, el resultado del conteo de votos es, por supuesto, fundamental; es decir, cuando promovemos el voto nulo, pasamos por alto aquello de que ‘nadie sabe para quién trabaja’, debido a que, en las condiciones actuales, el voto anulado beneficia, primeramente, a los partidos políticos que compran votos y actúan con el llamado ‘voto duro’. En el ambiente de decepción y de desinterés para ir a votar, estos partidos son los que ganan, como es el PRI.
De ahí la importancia de votar y de considerar la dirección y sentido del voto que ejerzamos en esta ocasión. Cierto, esta es sólo una lectura de la realidad política en México, entre infinitud de otras lecturas de otros muchos ciudadanos; sin embargo, la importancia de expresar opiniones, que también lo es para escuchar opiniones, lleva al desarrollo de las nuevas conciencias políticas que son indispensables para poder elegir y tener gobiernos que sí ayuden a construir un mejor México. Observaremos cómo se van a presentar los resultados.