Con todo mi respeto, simpatía y admiración al padre Gustavo Elizalde, constructor y apasionado del órgano e incansable promotor del repertorio escrito para este noble instrumento, principal protagonista de la música litúrgica.
Un poco tarde, casi un mes, de hecho, del cumplimiento de la primera década de la instalación del monumental e impresionante órgano Ruffatti en la Catedral Basílica de Nuestra Señora de la Asunción de la ciudad de Aguascalientes, me gustaría compartir contigo mis impresiones respecto a este hecho histórico que no podemos ni debemos ignorar, imposible soslayar un hecho de este tamaño, no sólo en lo que al culto religioso se refiere, que es finalmente la función principal de este instrumento, sino su protagonismo como instrumento para el deleite estético de la música; finalmente no es un factor excluyente el hecho de no ser practicante de la religión católica o de cualquier otro credo religioso, no te excluye de disfrutar intensamente de los inconmensurables encantos que nos produce la música, su majestad la música, incluso la música sacra, o siendo más concreto, la música litúrgica.
El 8 de mayo de 2005 a las 21:00 horas en la Catedral Basílica de la diócesis de Aguascalientes se realizó la bendición y concierto inaugural de este instrumento adquirido de la casa constructora de órganos de Padova, Italia, Fratelli Ruffatti. La fecha, nos dice Carlos Reyes Sahagún en su documento El órgano Ruffatti de la catedral de Aguascalientes, no fue elegida al azar, es el decimoquinto aniversario de la visita de su santidad Juan Pablo II al aeropuerto de la ciudad de Aguascalientes. La bendición fue encabezada, evidentemente, por el entonces obispo de la diócesis, Ramón Godínez Flores, acompañado por una procesión compuesta por los canónigos Francisco López Agredano, Luis Manuel Macías López, Miguel Medina, sólido artífice para llevar a buen fin esta iniciativa, Rigoberto Ruiz Palos, Salvador Romo Flores y Felipe Ornelas Esparza. Quien tuvo a su cargo el compromiso de ejecutar el concierto inaugural fue el maestro José María Aguiñaga Lechuga.
El programa seleccionado para el concierto inaugural estuvo compuesto por obras de Johann Sebastian Bach, máximo y dignísimo representante del período barroco y uno de los más grandes compositores para órgano, del “cantor de Santo Tomás” se ejecutó lo siguiente, los corales A ti clamo Señor Jesucristo BWV 177, y Cuando estemos en la mayor tribulación BWV 641, la celebérrima Toccata y Fuga en Re menor BWV 565, además de Pastoral y variaciones de Miguel Bernal Jiménez, obra que fue escrita justamente como variaciones de Adeste Fideles.
El órgano Ruffatti fue instalado en nuestra catedral obedeciendo a condiciones climáticas, de acústica, de espacio y, lógicamente, a la estética del cuerpo del instrumento, además de considerar todo tipo de variantes que pudieran ser determinantes en función de lograr la mejor sonoridad, que finalmente, es lo más importante.
Para no entrar en detalles de carácter técnico, que no dejan de ser interesantes pero que no pretendo en las presentes líneas, sólo diré que es un órgano que permite la ejecución de un repertorio barroco, posiblemente el más extenso para este instrumento, pero también está diseñado para abordar un repertorio contemporáneo, lo cual es en verdad fascinante. De hecho, en alguna ocasión tuve la oportunidad de escuchar en un concierto ofrecido en el Ruffatti obras para órgano de Oliver Messiaen, música muy alejada al contexto barroco, que es al que estamos acostumbrados en un órgano tubular de semejantes características, pero este repertorio contemporáneo es de una belleza incuestionable, cierto, difícil de escuchar o de digerir en una primera audición, pero de un valor estético inobjetable.
En fin, el asunto es que cuando el órgano Ruffatti fue instalado en catedral no faltaron las voces amargadas que se rasgaban las vestiduras cuestionando el costo de esta nueva adquisición, no recuerdo en este momento del monto total de la fabricación e instalación del instrumento, pero creo que se hablaba de cuatro millones de pesos, la verdad una bicoca si consideramos lo que a los mexicanos nos cuesta el montaje ése que algunos llaman pomposamente democracia. De hecho, y aunque en su momento lo mencioné en un medio local, no resisto la tentación de citarlo ahora, a finales el mes de marzo de ese año, 2005, estaba yo afeitándome después de bañarme e irme al trabajo y escuchaba yo la radio una estación local, cuando el locutor, que ni siquiera vale la pena mencionar, dijo: “¿por qué mejor no compran un teclado de esos que cuestan dos o tres mil pesos?, suenan casi igual”. Semejante tontería, la verdad me dejó sin palabras, ante tanta insensatez ¿qué puedes decir?
A mí me parece que la adquisición del órgano Ruffatti fue un absoluto acierto, desde cualquier perspectiva se enriquece la vida cultural de Aguascalientes. Definitivamente, esto beneficia no sólo a la comunidad católica de Aguascalientes, sino a todo aquel interesado en la buena música, independientemente de su credo religioso, o incluso si no lo tiene. Lo que sí lamento sinceramente es el poco uso que se le da a este monumental instrumento, no sólo en la liturgia, que es evidentemente para lo que fue adquirido, sino en conciertos o recitales. Yo esperaría que éstos fueran más frecuentes, ha habido muchos y muy buenos, con grandes organistas de Aguascalientes, de México e incluso de Europa. La Orquesta Sinfónica de Aguascalientes no hace mucho que ejecutó en Catedral la Sinfonía No 3 “con órgano” de Camille Saint-Saëns, evidentemente con el sonido majestuoso del Ruffatti, pero bueno, finalmente el órgano está ahí, mudo muy frecuentemente, ¿no sería una buena opción darle un uso digno a este auténtico orgullo de Aguascalientes?