Civismo electoral (tercera parte) / Tlacuilo - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Antes de continuar, permítame actualizarle la información respecto de la propuesta entregada por los Amigos de Jesús Terán a la Comisión de Educación y Cultura del Congreso del Estado el 13 de Marzo pasado, relativa a la necesidad de conmemorar dignamente los 150 años de la muerte de Jesús Terán que se cumplirán el año próximo, petición que dicha Comisión hizo suya de inmediato; una vez que realizó la investigación del caso para fundarla en los términos legislativos, la turnó al Pleno de la LXII Legislatura el pasado viernes 16, con la respetuosa sugerencia de acordar se declare oficialmente el 2016, año de Jesús Terán. Estaremos atentos al acuerdo correspondiente.

 

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Continuemos ahora nuestra percepción del fenómeno electoral durante siete décadas, retomando la narración desde el momento en que conseguí de contrabando el Estatuto, la Declaración de Principios y el Programa de Acción aprobados por la Asamblea Ordinaria Constitutiva del Partido Revolucionario Institucional en Enero de 1946.

…Aquí nadie vivirá por siempre. Aún los príncipes a morir vinieron… Aunque eran documentos públicos que indebidamente se ocultaban, tal como lo prometí no mencioné el hecho ni a mis apreciados cómplices entonces; y ninguna consecuencia tendrá hacerlo ahora porque aparte de que hace muchos años que sus cansados cuerpos desaparecieron y el partido monolítico -aquél calificado por el escritor peruano Mario Vargas Llosa en 1990 como el artífice de la “dictadura perfecta”- se apolilló, aparte de eso, digo, en esta era informática la internet los coloca a nuestro alcance con solo escribir su nombre.

Devoré aquellos documentos básicos y encontré que si bien había retrocesos en relación con el Partido de la Revolución Mexicana (1938-1946) como la inclusión de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) creada en 1943 con el propósito de contribuir a neutralizar las de obreros (CTM) y campesinos (CNC), todavía su contenido era altamente nacionalista y revolucionario. ¿Entonces por qué los escondían? ¡Pues precisamente por eso! Veamos el contenido de unos cuantos párrafos que la ideología mercantilista de Miguel Alemán seguramente aborrecía:

  1. Reconoce [el PRI] la existencia de la lucha de clases como fenómeno inherente al régimen capitalista de la producción…
  2. …El partido señala la conveniencia de conformar una economía agrícola colectiva…
  3. El Partido se propone… servir lealmente la causa de la emancipación proletaria, con la suprema aspiración de que triunfe la justicia social.

…Considera que la formación de una firme conciencia de clase es base efectiva de la unidad de los asalariados.

13 a) …Que la producción y distribución se orienten hacia la satisfacción de las necesidades populares con la mayor libertad posible, pero bajo la supervisión del Estado, encaminada a evitar el abuso de los económicamente fuertes…


17 …Que el artículo 27 …y las demás normas jurídicas que tienden a defender las fuentes de la riqueza nacional se apliquen en todo su alcance y pondrá especial empeño en el desarrollo de la población, particularmente de la industria de mexicanos, a fin de librar al país de la influencia económica del exterior…

Con estos cuantos ejemplos es fácil deducir que durante el régimen alemanista (1946-1950) era impensable dar a conocer esos documentos porque hubieran fortalecido las duras acusaciones que le hacía Henríquez Guzmán; y mucho menos después cuando se fueron profundizando y generalizando las medidas represivas contra los trabajadores, conforme nuestros gobernantes fueron cayendo en las redes de la CIA y haciendo suyo el espantajo macartista del comunismo.

Al propio tiempo, sin embargo, me quedaba más claro que nunca que en la práctica diaria el PRI actuaba en contra de esos principios, pues la democracia interna brillaba por su ausencia y prevalecían la corrupción, la trampa soez y el entreguismo a los intereses imperiales.

Por otra parte, tenía la difícil opción de actuar de acuerdo con aquellos principios con los que me identificaba, ya que para hacer política era que había regresado a Aguascalientes; además, de esa manera no defraudaría la confianza del profesor Olivares, quien me había tratado con tanta deferencia.

Así pues entregué mi cédula al profesor Esparza Reyes, a cuya curiosidad contesté simplemente que ya estaba enterado del contenido de los documentos; se me acreditó como miembro del partido mediante la expedición de la credencial B-082719 de fecha 3 de agosto de 1968, coincidiendo con la clausura de la campaña del doctor Francisco Guel Jiménez.

Había estudiado en la UNAM teorías políticas, la historia de los partidos políticos en América Latina con el maestro Mario Monteforte Toledo e incluso el sistema bipartidista estadounidense, pero era mi primera incursión teórica y práctica formales en el terreno electoral mexicano. El panorama se me presentaba favorable para iniciar una carrera política promisoria.

Sin embargo, mi actuación como priista supuestamente convencido sólo duró, exactamente, dos meses.

(Continuará)

Aguascalientes, México, América Latina

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