- Celebran delicadeza de los músicos, pero lamentan fallas en el cuerpo bailarín con descoordinación y poca firmeza
“Ni un boleto más”, se escuchó ayer en las taquillas del Teatro Aguascalientes dos horas antes de iniciar con la última presentación de Carmina Burana, obra colosal que formó parte del cierre de la segunda temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Esto superó las expectativas del Instituto Cultural y de la Universidad de las Artes, al registrar una capacidad del 80% en la función del jueves y un lleno total viernes y domingo.
Carmina Burana de Carl Orff es parte de la trilogía Trionfi, considerada como una de las mejores del siglo XX, (Carmina Burana, Catulli Carmina y El Triunfo de Afrodita); el autor la subtituló como “Canciones profanas para cantante y coro para ser cantadas junto a instrumentos e imágenes mágicas”, sus versos fueron escritos originalmente en latín vulgar con fragmentos en alemán y provenzal antiguo.
Una larga fila esperaba que las puertas del teatro abrieran una hora antes de la función, lo cual fue poco convencional, pues los asistentes asiduos a la Orquesta normalmente llegan no más de 15 minutos antes de la hora marcada. Padres de familia, jóvenes en grupo, maestros de danza, estudiantes de teatro, diseño gráfico, fue parte de lo que encontramos entre el público, todo con la expectativa de encontrar un espectáculo mágico.
Mientras el coro se preparaba, el director invitado David Pérez Olmedo recibía a las personas con una sonrisa de bienvenida y un programa en la mano; al acercarnos, compartió su emoción al superar sus expectativas sobre el público aguascalentense y el trabajo en equipo que se logró detrás de toda la obra.
“Se acabaron los boletos, simplemente ese es un ejemplo de que a través del trabajo en equipo las diferentes disciplinas artísticas se conjuntaron y logramos crear un espectáculo de más de 150 artistas en escena”, donde, además, se agrega un coro monumental de 80 voces, más un coro de niños y una Orquesta Sinfónica con una gran dotación: dos pianos de cola, maderas a tres y metales a tres.
Para el joven músico, el ballet contemporáneo tuvo un papel importante en todo el proceso de ensayo, “la parte musical con la escénica y la multimedia contemporáneo en realidad hace mágico el espectáculo”, el trabajo técnico realizado en Aguascalientes pone en la lista del director poblano como uno de los más eficientes al saber ocupar su función de manera específica, “ha sido un privilegio trabajar con la OSA y con Aguascalientes”.
Con espectáculos multidisciplinarios como este con obras de gran historia, acercan más a las sociedades a la música de concierto y se eliminan poco a poco los tabúes sobre que la música clásica es aburrida y tediosa. Esto aunado al desarrollo de más y nuevos públicos con la promoción y difusión de la OSA a través de conciertos didácticos, en comunidades, transporte de niños y jóvenes de municipios y demás estrategias, pues incentivan el gusto por la música de concierto.
Por su estructura en tres partes: Primavera, En la taberna, y Cour d’amours, se enmarcó el principio y el final con un coro de invocación titulado “Fortuna emperatriz del mundo”; arranque y cierre que se acompañó de un juego de luz frío y una apasionante dirección de la Orquesta y el director.
Al concluir, el público aplaudió de pie, ovacionando a los músicos, cantantes y bailarines, sin embargo, algunos comentarios no fueron del todo positivos ya que externaron su desacuerdo en cómo los bailarines no lograron transmitir la fortaleza de la obra: “Estaban muy descoordinados, no mostraban la firmeza en sus piernas”, “no sé mucho de danza contemporánea, pero de que no estaban concentrados es claro, iban muy disparejos y se les iba las piernas en algunos movimientos”, “me dejó mucho que desear estos chicos, no estaban firmes ni coordinados, unos se adelantaban y otros se quedaban atrás”.
La mayoría coincidió en la coordinación y firmeza en los movimientos, y aunque lamentaban que no fue lo esperado en la danza, celebraron la limpieza de los coros, la delicadez de los músicos y la pasión con la que Pérez Olmedo dirigió a la OSA.