Finalmente llegó el momento, lo que para unos es una fiesta democrática para otros es el mismo infierno, las amenazas de impedir instalar las casillas electorales en las zonas identificadas como focos rojos a lo largo de la República genera inquietud entre la sociedad, aunado a eso la falta de propuestas por parte de los candidatos y el despilfarro de recursos en unas campañas infértiles, hace de este domingo un día difícil de pronosticar.
Pareciera que existen varias realidades, una donde la visión del México democrático e institucional es clara y terminante, es ahí donde viven los alineados por la contundencia de los discursos que ofrecen los medios electrónicos, donde se encuentran las bases de los partidos políticos dispuestas conquistar el voto a cualquier precio; también aquellos post revolucionarios aun convencidos por los logros del otrora general Cárdenas, aunque algunos de ellos ni siquiera vivieron la época deciden salir a las calles a demostrar con hechos que el proceso electoral es el ejercicio democrático por excelencia, y por supuesto los que aseveran que vamos por el camino correcto, es decir los más beneficiados con todo este espectáculo montado, la clase en el poder.
Esa realidad que no ha funcionado desde hace más de 70 años y que nunca como ahora se había cuestionado tanto, las bases sólidas de una estrategia para la permanencia del poder de una clase dominante que poco a poco ha dejado de impactar con la contundencia ideológica de antaño, la descomposición social o la caída del tobogán hasta tocar fondo, el abandono de los gobernados por parte de los gobernantes y muchas más variables han hecho que la realidad “perfecta” se analice y se cuestione.
El Instituto Nacional Electoral como organizador y regulador de tan hermosa fiesta cívica se cansó de invitar a la sociedad a ejercer su derecho de elegir y no dejar pasar la oportunidad de “hacer historia”, premisa avalada sin duda por los partidos políticos y gobiernos en sus tres niveles, sin embargo, algo faltó, tan es así que hoy por hoy nos encontramos con dos naciones completamente disímbolas.
Además del primer escenario aquí planteado, existe un segundo panorama que sin duda es una realidad y que se alcanza a percibir en todo el territorio nacional, me refiero a la postura de anular el voto.
Acompañado de una serie de mitos, la sociedad se divide y propone abiertamente lo que en las elecciones pasadas no se había contemplado, salir a votar pero anular el voto como un derecho y desde la libertad de manifestar el desacuerdo por los ciudadanos que se postularon como candidatos, por los malos resultados que han tenido los partidos al momento de gobernar y que abanderan a estas personas o por las razones que usted pueda identificar, el caso es que hoy por hoy es clara la realidad donde el ciudadano, el que no está alineado o está indeciso tiene una alternativa para hacerse escuchar.
Qué implica anular el voto, según la politóloga Denise Dresser “anular es votar, es un acto cívico tan válido y legítimo como votar por un partido, abstenerse eso sí me parece un problema, puede ser interpretado como flojera. Pero anular el voto es decir: este sistema no está funcionando”.
Esto implica un análisis más profundo; es un hecho y lo padecemos, el sistema nunca ha funcionando, solo que ahora es más fácil tener acceso a la información, entre otras variables por los adelantos tecnológicos, entonces voto informado se puede convertir en voto anulado, si usted investiga más allá de la endeble plataforma política o de las promesas de campaña de cada uno de los candidatos, seguramente encontrará otras cosas, indague sobre el candidato, sobre el partido, sobre su comportamiento estatal y a nivel nacional, en qué escándalos se han visto involucrados, hubo un programa llamado 3 de 3, donde los candidatos además de presentar la declaración patrimonial, tenía que presentar declaración de impuestos y conflicto de intereses.
Esto le permitirá no votar a ciegas, de verdad usted cree que todos los candidatos que afirmar que cada semana regresarán a la localidad a rendir cuentas lo harán, quién le asegura tal afirmación, ni aun firmado ante notario, ahora tenemos la experiencia nada grata de los acuerdos firmados por el presidente de la República, cuántos se han cumplido.
El voto nulo refleja eso, la falta de credibilidad, la experiencia del hecho consumado, la realidad del sistema político, el poco compromiso, la venda en los ojos y la respuesta a mi hambre momentánea, mi despensa y mis artículos promocionales del partido que más presupuesto tuvo.
Es un fenómeno que está ligado directamente con la rendición de cuentas y con la nula respuesta y atención a los ciudadanos, lo que deriva en actos de corrupción que van desde el tráfico de influencias para despejar trámites sencillos hasta la adquisición de bienes como vehículos ostentosos o propiedades de lujo.
El voto nulo no es un capricho ni un acto antidemocrático mucho menos anárquico, es la manera de hacer patente el descontento y exigir un cambio estructural en nuestro sistema sociopolítico. Si no está convencido, si está indeciso, si no encontró la propuesta que esperaba en los candidatos de su localidad entonces no regale su voto, no se abstenga ni mucho menos piense en votar por el menos peor, eso no solucionará nada, acuda este domingo a la urna y haga verdadera presión democrática para que el gobierno por lo menos piense dos veces cuando de fraudes se trate. Me quedo y comparto lo que Denise planteó hace unos días “Hay un problema sistémico, hay un problema de rendición de cuentas, de representación y tenemos una agenda de cambios que necesitamos exigir, sino lo hacemos por esta vía, anulando el voto, los partidos no tienen ningún incentivo para hacerlo por sí mismos”.
Piense luego anule.
Twitter: @ericazocar