El que sabe pensar, pero no sabe cómo expresar lo que piensa, está en el mismo nivel del que no sabe pensar
Pericles 495 a.C. – 429 a.C, político y orador ateniense
Esta frase de Pericles adquiere una preocupante vigencia a la luz del bochornoso incidente que tuvo un diputado por culpa de su pésima expresión verbal. Una vez más comprobamos la importancia que tiene saber hablar bien y expresar correctamente aquello que se quiere decir.
Resulta que el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al gobierno de Baja California Sur, Ricardo Barroso Agramont, en una reunión con empresarios declaró lo siguiente: “Mi carrera política y trabajo es transparente, por eso, también el financiamiento de mi campaña no tendrá lugar a dudas a que viene del crimen organizado”. El video se volvió famoso y las burlas no se hicieron esperar, como tampoco la puesta en marcha de una investigación para ver si fue un error de expresión o una traición del subconsciente.
El hecho en cuestión pasaría a ser una más de las anécdotas a las que últimamente nos tienen acostumbrados nuestros políticos, si el tema no tuviera la relevancia que tiene ya que, además de darnos cuenta del bajo nivel cultural de algunos de los que se dicen representantes del pueblo, se trata de una cuestión especialmente delicada por los tiempos que corren. Poco podrá hacer por su gente aquel que no es capaz de transmitir el mensaje correctamente y menos aún si en dicho mensaje siembra la duda de su honorabilidad.
Hemos escuchado confusiones como la del gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, que dijo, trasplantes “multiorgásmicos”, en vez de multiorgánicos; nos quedamos pasmados ante las declaraciones del alcalde, Hilario Ramírez, de San Blas que declaró que “robó poquito” porque su presupuesto no era mucho y que, no sólo no fue consignado, sino que volvió ser elegido; y nos quedamos petrificados con la aseveración del candidato a diputado de que su campaña la financia el narco. Errores o lapsus, el caso es que no dejan de ser evidencias de lo poco que dominan la expresión oral nuestros políticos.
Normalmente, la mayoría de los políticos se limitan a leer discursos que alguien más les han escrito, casi siempre con frases hechas que ya fueron usadas en muchos otras arengas; sin embargo, a pesar de lo poco creativos y edificantes que son dichos discursos, es preferible escucharlos leer que verlos improvisar, con la valentía que da la ignorancia, cometiendo “faltas de ortografía” al hablar o expresiones mal estructuradas que dan un mensaje diferente al que pretenden.
Ahora, en plena campaña electoral podemos escuchar en las emisoras de radio y en la TV a los candidatos que, no sólo no tienen ninguna propuesta interesante que hacerle a la ciudadanía, sino que su único discurso es el insulto o el reproche a sus adversarios de partido, sin cuidar en absoluto las reglas más elementales de la oratoria política, y lo que es peor aún, sin importarles lo que el pueblo piensa o espera de su actuación.
Dominar la oratoria política supone tener la capacidad de exponer, argumentar y debatir cuestiones relacionadas con la “cosa pública” teniendo siempre como base las ideas políticas que defiende el orador, esto último es bastante difícil de encontrar en estos tiempos, dado que nuestros políticos cambian de partidos y de ideas por no perder los privilegios y ventajas de un puesto.
Siendo como es la palabra hablada una de las habilidades más necesarias para cualquier líder, debieran dedicarle más tiempo a ejercitarla, leyendo, estudiando, aprendiendo y superándose, sólo así evitarán los vergonzosos errores que cometen al hablar. Ejemplos de grandes oradores políticos y de discursos contundentes y persuasivos hay muchos, que nada tienen que ver con la chabacanería que ahora exhiben los que aspiran a puestos de elección popular. Como muy bien dijo el orador y educador griego, Isócrates: “No hables sino cuando estés perfectamente instruido o cuando te veas obligado a romper el silencio. Sólo en este caso vale más hablar que callar; fuera de éste, más vale callar que hablar.”
La habilidad verbal es imprescindible no sólo para que voten por ellos al expresar impecablemente sus ideas, sino para que sean capaces de proponer y defender en diferentes foros aquello que les prometieron a sus votantes. Y si de persuadir a los votantes se trata, serían aún más convincentes si además tuvieran unidad de vida entre sus ideas, su vida personal y aquello que predican.
Es tiempo de que los partidos políticos dejen de proponer candidatos sin fijarse en su calidad moral, su lealtad a los ideales del partido y su espíritu de servicio. Los errores que se cometen al hablar son importantes, sin embargo, errar es de humanos, lo verdaderamente valioso es que sean gente buena, eso es lo que más necesita la política, gente que con su conducta tengan la suficiente fuerza para persuadir, enseñar, conmover y agradar. Nada es más elocuente que el ejemplo. Me gusta la frase de Norman Mailer, escritor estadounidense: “La grandeza de una nación depende, en un sentido real, de lo bien que hablan sus ciudadanos. Las cosas buenas se desarrollan a partir de un pueblo que sabe realmente cómo usar el lenguaje y qué lo usa bien”.
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