Origen de lo policíaco en México: sobre María Elvira Bermúdez - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Al final de sus días, María Elvira era una mujer mayor que paseaba por la colonia Roma. En la calle de Flora, la mexicana escribía sus últimas colaboraciones para diversos diarios y recibía, ya cada vez de forma más esporádica, a distintos y -por aquel entonces- jóvenes escritores, quienes disfrutaban de la plática y de la crítica de quien fuera una de las mujeres más importantes en cuanto a la tradición de novela policiaca que se ha creado en México.

Complot Mongol y Ensayo de un crimen aparecen en todas las listas como las obras centrales de la tradición policiaca de nuestro país, sin embargo, con un poco más de paciencia e interés por el tema, se descubre que no fueron esos los libros primarios, quizá sí los fundacionales, pero un análisis más riguroso arroja que antes hubo una serie de escritores, entre ellos María Elvira, quienes abrieron el camino para la formación y deformación de lo que después se presentó en el contexto nacional como literatura negra y policiaca.

María Elvira nació en el seno de una familia de clase media en  Durango en 1912. Pronto se trasladó a la Ciudad de México en donde estudió Leyes en la Libre de Derecho. Ya en ese entonces, una joven Bermúdez se preguntaba sobre el papel de los hombres y las mujeres en la sociedad y en la familia mexicana, ideas que plasmó lúcidamente años después en un ensayo que tituló La vida familiar del mexicano (1955), obra que ha sido comparada, por algunos, como la contraparte femenina de El Laberinto de la soledad. Claro, como fue escrito por una mujer, el libro no tuvo la fortuna y la celebridad del texto de Paz, dicen.

Lo que resulta muy interesante es que casi al mismo tiempo la duranguense publicó uno de los primeros mapeos de la literatura policiaca mexicana: Los mejores cuentos policiacos mexicanos. En aquel volumen, la escritora incluyó a José Emilio Pacheco, Rubén Salazar Mallén, Rafael Bernal, Salvador Reyes Nevares y Antonio Castro Leal, entre otros. Para algunos, aquella antología significó el despegue de sus carreras; para otros, fue la confirmación de que eran los autores más importantes del género.

Bermúdez estaba interesada por varios temas: lo social, los relatos intimistas y el género negro. A la cariñosamente apodada Agatha Christie mexicana, la inspiró a dar prioridad a su narrativa  policíaca, el pionero del género en nuestro país, Antonio Helú, quien fuera tío del actualmente hombre más rico del mundo, Carlos Slim (quizás en este punto, Vicente Francisco Torres diría que fue Luis Leal el creador de la primera obra del género en México con su Vida y milagros de Pancho Reyes, pero esa es discusión de otro artículo). Helú fundó y dirigió las primeras editoriales mexicanas dedicadas a la difusión de la literatura policiaca. Entre esas empresas se encontraba la revista Selecciones policíacas y de misterio, para la que Antonio alentó a colaborar a Bermúdez, quien ya comenzaba a perfilar a su detective Armando H. Zozaya, y en donde las mujeres tenían preguntas e hipótesis de lo que sucedía en los mundos creados por la escritora. De esos relatos nacería María Elena Morán, la primera detective mexicana, ¿alter ego de María Elvira? Yo diría que sí.

En el género policiaco, Bermúdez escribió tres novelas cortas, más de una veintena de cuentos y una novela. De su obra, ella misma dijo: “Por lo que a mí misma concierne, me permito hacer notar que (…) he procurado apegarme a las directrices de la novela-problema; en otros relatos he intentado el procedimiento criminológico y he echado mano de elementos fantásticos”.

Quien se dice fan del género no puede dejar pasar las que yo considero las obras emblemáticas de María Elvira: Muerte a la zaga y Diferentes razones tiene la muerte, dos pequeñas joyas que parecen haber caducado en el obtuso mundo editorial, pero no en su maestría estilística, que buena falta hace en las mesas de novedades en lo que a novela policiaca mexicana se refiere.

 

 



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