Explotación sexual en el barrio / Piel curtida - LJA Aguascalientes
23/11/2024

-Dile cuánto me dio La Liebre; le solicitó una mujer a su hijo menor a los 10 años de edad, mientras platicaban con el encargado del puesto de tacos del jardín frente al Hospital Miguel Hidalgo, en la capital de Aguascalientes. -100 pesos; musitó el infante. -Pero ¡cuéntale que hizo!; reclamó la mujer aún joven. -Le agarraba las chichis. Y así el pequeño terminó sus intervenciones entre risas, asombro, miradas punitivas y un “tres de asada” que se aproximaba para sumarse a la clientela.

El trabajo sexual independiente es un oficio que merece su respeto para las personas que lo ejercen de manera consciente, y debe impulsarse la formalidad de dicha labor para evitar problemáticas, abusos y delitos, pero también su panorama es complejo. Más allá del tabú de la compra-venta de prácticas sexuales que estigmatiza y criminaliza a las sexoservidoras, a diferencia de los varones que comercian con su cuerpo o compran este tipo de servicios, el verdadero acto delincuencial es la explotación sexual comercial, en la que por medio de acciones coercitivas se obliga a la víctima a la prostitución.

Esta joven que frecuenta el barrio del Encino y la colonia Obraje no tiene empacho en compartir las experiencias que tuvo por placer o a cambio de una retribución económica, lo cual es plenamente respetable. Sin embargo, la tensión aparece cuando se observa que su hijo tiene conocimiento de las prácticas hasta con mínimos detalles. Si bien, el infante puede curtirse y no observar conflicto en esta alternativa de subsistencia, lo cierto es que el cuestionamiento se focaliza en la forma en que comprende y asimila dicha labor.

Las madres que ejercen el trabajo sexual pueden ofrecer sustento y protección a sus hijos, sin embargo, deben procurar siempre formar a seres humanos conscientes de la libertad y voluntad propia y de los demás, el respeto a la dignidad, cuerpo y sexualidad de terceras personas, para así evitar que el sexoservicio sea considerado como una forma socialmente aceptada para la posesión y cosificación de otras y otros, en vez de un trabajo más, un acuerdo comercial entre libres. Sí, algo complicado si no logramos cuestionar costumbres y designios.

Por otra parte, esta chica se hace acompañar de una mujer de tercera edad, que suele barrer las banquetas de las calles aledañas, como la avenida José María Chávez, con movimientos acelerados avienta todo hacia el arroyo vehicular, y también se dice que es conocida entre policías y el clero, quienes se han enfrentado a sus prácticas deshonestas. Entre estos rumores se exclama que esta anciana también hace de matrona en las casas donde llega a habitar al conseguir clientes; lo cual no se aleja mucho de las realidades de colonias en las periferias de la ciudad capital. ¿Hasta qué punto los acuerdos en torno al trabajo sexual pueden o no ser libres y voluntariosos?

La trata de personas en su más mínimo grado incluye la explotación sexual comercial, incluso con el consentimiento de la víctima, si se realiza por medio de engaños, violencia e intimidación, siempre y cuando se trate de mayores de edad, pues en el caso de las y los menores simplemente está prohibido, ¡y con justa razón! Incluso a sexoservidoras independientes con años de trabajo se les llega a amedrentar y se les termina regenteando, arrebatándoles su autonomía, mientras que en otros establecimientos se ofrece a muchachitas “más tiernas” con identificaciones falsas y bajo la mirada del Estado.

Es necesario reconocer que el trabajo sexual es y continuará siendo por varios años un tabú, estigmático y estigmatizado; sin embargo, estas posturas e idearios moralistas del conservadurismo no nos permitirán identificar problemáticas, abusos y verdaderos delitos, los cuales no sólo se suscitan a las orillas de la ciudad, “entre los pobres -como se dice despectivamente-, sino que también cerca del templo de El Encino, en el centro de la capital bajo la mirada de las familias de abolengo que fustiga y prefiere ignorar en vez de denunciar, pues “sólo son fiestas entre gente depravada”.

Asimismo, es urgente generar mecanismos de concientización y protocolos de acción para asegurar los derechos humanos de las sexoservidoras, pues en varias ocasiones sólo son llevadas -irónicamente- ante la justicia, para sancionarlas sin ningún tipo de investigación o averiguación que posibilite la identificación de redes delincuenciales de trata de personas o del crimen organizado. Así todo queda entre la gente mala, agrupando víctimas y delincuentes por igual, gracias al puritanismo de la gente buena de Aguascalientes.

 


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Twitter: @m_acevez

 


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