Con John Carlin, el segundo mejor
comentarista de futbol del mundo.
El futbol es, dentro de los deportes, ya de por sí sorpresivos, aquel en el que más posibilidades hay de que salte la sorpresa: el maracanazo, el alcorconazo, el iniestazo y tantos otros sustantivos terminados en “azo” que indican que el pequeño, el débil, el más humilde, ha logrado sobreponerse y vencer en un partido en el que ya tenía la derrota cantada. El futbol es un juego de once contra once donde gana el que mete más goles, pero también, un deporte en el que la casta y el pundonor, la lucha sin cuartel, son más poderosos a veces que cualquier presupuesto o cualquier pronóstico.
John Carlin, apenas esta semana pasada, daba noticia de uno de los equipos de futbol más humildes del planeta: el Club de Deportes Cobresal, al que el periodista británico-hispano se equivoca al denominarlo F. C. Cobresal, es el equipo de un remotísimo campamento minero chileno llamado El Salvador. Sus ocho mil seiscientos noventa y siete habitantes cabrían dos veces en el estadio El Cobre de El Salvador, que tiene una capacidad de veinte mil setecientos cincuenta y dos. Algo absurdo pero a lo que el Cobresal fue obligado por la Copa Libertadores, que pide un aforo mínimo en los estadios, cuando en 1986 se clasificó por primera vez para jugar esa competición. Algo absurdo en un equipo cuya media de asistencia al campo por partido apenas supera los mil espectadores.
El 26 de abril de 1979 Bruno Behn Theune, Carlos Diez Zapata, Roberto Paut Calderón, Sergio de los Ríos Mathew, Sergio Uteau de Vos, Fernando Lira Monckeberg, Luis Sougarret, Ariel López, Carlos Rubilar, Erling Villalobos, Pedro Ljubetic, Leopoldo Guerrero, Oscar Pizolti y Oscar Vivanco deciden formar un comité que se llamaría “Cobresal al ascenso” para patrocinar un equipo de futbol en el campamento minero de El Salvador. Ellos dieron la cara aunque ni el dinero ni la idea era suya. La idea venía del mismísimo Augusto Pinochet que, como todos los buenos dictadores, sabía que la fórmula “pan y circo” suele funcionar. Carlin lo resume en una sola frase. “Tenían pan, ya que los mineros chilenos eran la pieza clave de la economía nacional, pero el general calculó que haría bien, como medida de precaución, si les regalaba circo también”. El dinero de la paraestatal del cobre Codelco.
Desde el 14 de junio de 1979 en que, dirigidos por Onofre Tito, Arístides Varas, Raúl Avila, Abel López, Carlos Maluenda, Segundo Ortiz, René Henríquez, Américo López que fue el capitán, Patricio Ortiz, Rubén González, Pedro Zambra y Gabriel Rodríguez jugaron el primer partido oficial del Cobresal (y ganaron 3-2 al Incabus de Diego de Almagro), hasta el pasado domingo en que ganaron por primera vez un campeonato chileno, la historia del Cobresal se resume en estancias en Segunda división chilena y las estancias en Primera división que se dividen entre campañas gloriosas, aquellas en las que le clasifican a la Copa Libertadores, competición en la que tiene el récord de ser el único equipo que no ha perdido nunca, y campañas lamentables en las que a pesar de su lamentable juego (mayor número de goles encajados, menor número de goles anotados) logran mantener la categoría. Otro de sus apodos, Los mineros, es obvio dada la procedencia del club, aunque como han señalado varios medios deportivos chilenos, este año además se dio la coincidencia de haber ganado el campeonato con 33 puntos, el mismo número de mineros internacionalmente famosos hace unos años por su capacidad de supervivencia.
El C. D. Cobresal era tan desconocido que casi nadie recuerda que el mejor jugador chileno de todos los tiempos (con permiso de Luis Suárez), Ivan Bam Bam Zamorano comenzó en el Cobresal su carrera, pero que por malo fue cedido a un equipo de Segunda división que también tenía que ver con la minería, el Cobreandino, de donde regresaría al Cobresal en 1987 para ganar la Copa Chile y ser el máximo goleador. Una leyenda chilena cuenta también que uno de los mejores entrenadores del mundo, el también chileno Manuel Pellegrini, cuando todavía jugaba de central, deprimido porque su equipo había perdido contra esa basura que era el Cobresal decidió colgar las botas y dedicarse a entrenar.
Su página web resume perfectamente el espíritu del equipo y la alegría al ganar por primera vez el campeonato: “Sin sufrimiento no vale, reza una de las frases más usadas por los hinchas mineros. Y esta fecha fue tal cual, con mucho sufrimiento después de ir dos veces abajo en el marcador, los dirigidos de Giovagnoli supieron reaccionar para con goles de Cantero, Sánchez y Donoso dejar los puntos en casa y de paso, proclamarse campeón del torneo de Clausura 2014-2015. En esos 90 minutos se resumió la historia de nuestro querido Club, en donde se sufrió y se luchó hasta el final. Queremos agradecer a cada uno de los integrantes de esta hazaña. Directorio, plantel, cuerpo técnico, trabajadores del club y toda la comunidad, por el tremendo triunfo y la primera corona. Hoy podemos gritarle al mundo entero, cumplimos un sueño y somos campeones”.
¿Por qué un monumento para el C. D. Cobresal? Primero, porque Jeff Barría, Nicolás Peric, Eduardo Miranda, Diego Cerón, Federico Martorell, Alexis Salazar, Carlos Herrera, Miguel Escalona, Flavio Rojas, Daniel Aguilera, Rodrigo Ureña, Sebastián Zúñiga, Juan Pablo Miño, Felipe Vásquez, Augusto Álvarez, Nelson Sepúlveda, Israel Poblete, Víctor Hugo Sarabia, Iván Sandoval, Patricio Jerez, Johan Fuentes, Francisco Sánchez, Diego Muñoz, Carlos Escobar, Ever Cantero, Cristhian Ledesma, Lino Maldonado y Matías Donoso (que probablemente nunca lleguen a ser mundialmente famosos), entrenados por Dalcio Giovagnoli, han llevado alegría este mes a unos mineros que, además de la desgracia sufrida hace dos meses que destrozó medio pueblo, han tenido que saber que en 2021 cerrará su mina. Y segundo, y sobre todo, porque es el ímpetu de equipos así, desconocidos y gloriosos al mismo tiempo, el que puede hacer resonar el grito con el que Carlin termina su elogio a ellos. “Futboleros del mundo, ¡uníos!”.