En las pasadas semanas hemos conocido de crímenes que han sido cometidos por personas menores de edad; está siendo para la sociedad de México un despertar a una realidad de la que parecía no queríamos tomar conciencia, ya que no es sólo el conocer los hechos tristes y dolorosos que están sufriendo las personas, como son las víctimas y sus familiares, sino algo más.
Cuando conocimos hace años la historia del llamado niño sicario, se abrió un contexto de reflexión para discernir tanto la infancia del menor en su entorno familiar, escolar y social, como las diversas responsabilidades que confluyen en la prevención de tales circunstancias (hemos conocido, por ejemplo, historias de países en los que hombres armados recorren poblaciones para robarse a los niños y llevarlos a los puntos de combate, sin que ninguna autoridad de gobierno lo pueda evitar).
A través de los medios de comunicación estamos conociendo información de circunstancias y acciones que personas menores de edad están llevando a cabo, como fue el triste homicidio de un niño en el estado de Chihuahua, víctima del juego del secuestro llevado a cabo por sus compañeros. En Aguascalientes nos ha conmovido el asesinato de una niña realizado por el ‘aparente amigo’ de la familia, apoyado por otro menor de edad.
Un punto que se está constituyendo en un obstáculo para abordar la reflexión sobre estos hechos que parecen estarse incrementando, junto con el acoso escolar que ya ha causado muertes de personas menores de edad, es el señalamiento de responsabilidades; el punto central se plantea en la falta de claridad de ‘quién debe asumir las responsabilidades’.
Las opiniones vertidas como reacción ante estos acontecimientos, van desde el afirmar que es culpa del gobierno por no controlar y regular el medio ambiente social que incita a los juegos violentos y a los crímenes; otros consideran que los padres de familia, al ser los primeros responsables de la educación de los hijos, son, consecuentemente, los que están fallando; también los maestros y la escuela están siendo señalados por su ineficaz función formativa de las personas, que al no establecer valores de convivencia y respeto, toleran acontecimientos que están llegando hasta los crímenes cometidos por personas menores de edad; los medios de comunicación no se libran de acusaciones, ya que en muchos programas de televisión los niños están viendo y aprendiendo la comisión de delitos; un último sector a considerar es el de las empresas fabricantes de juguetes bélicos.
Las respuestas de los aludidos, casi automáticas, van en el sentido de, si no rechazar la responsabilidad indicada, sí en decir que no toda la responsabilidad es de ellos, lo cual es comprensible. Efectivamente, no correspondería a la realidad el afirmar que sólo uno de los mencionados sea el responsable, motivo por el que surge el obstáculo para abordar la reflexión sobre las personas menores de edad que cometen delitos, ya que cuando apuntamos a que todos son responsables, ninguno lo asume de verdad.
¿Existe, entonces, algún punto que sí soporte -sin evasión- el inicio de las responsabilidades para caminar hacia las soluciones? Porque mientras unos y otros continúen deslizando responsabilidades hacia los otros, será difícil superar este grave problema, a pesar de todas las buenas intenciones que muestran dirigentes de los diversos sectores de la sociedad.
Aquí es necesaria y obligada la consideración de la institución social que, sobre todas las instituciones y las adversidades que padece una sociedad, es -o debe ser- la que dé la cara como punto fundamental de soporte para la solución y remediación de los males: el Estado.
Por ello es lamentable y penoso que un gobernante tenga como respuesta a acontecimientos como el sucedido en Aguascalientes con personas menores de edad que cometen crímenes, que no es posible que el gobierno esté dentro de las casas cuidando niños; su explicación se circunscribe a calificar el homicidio como un foco amarillo, y a hacer un llamado a la responsabilidad de los papás, no obstante, dice, que lo que le pasó a esta familia no le puede pasar a cualquiera porque se dieron circunstancias muy particulares (Metropolitano Aguascalientes en la red).
La esfera de gobierno es, en este contexto, la última esfera donde las sociedades tienen el recurso para la solución de los problemas, sean del ámbito que sean; la responsabilidad se entiende por la función que desarrolla, que es la de velar por el bienestar de toda la sociedad, y propiciar la participación de todos los sectores en el campo de las competencias públicas y privadas.
La violencia en México se ha convertido desde hace años en un problema grave; su principal vinculación y causa la observamos con los gobernantes que se han coludido, por acción o por omisión, con los delincuentes. Sus efectos están llegando a los niveles de niños que imitan a los adultos, o de adolescentes que llegan a no tener frenos de conciencia para realizar crímenes. Además del problema de salud mental de los responsables del homicidio, aparece el espectro de la impunidad, creyendo que no tendrán castigo.
Hablamos, por lo tanto, de valores que deben estar presente en el ámbito privado de la familia, y también en el ámbito público de los gobernantes; cuando éstos, acompañados de dirigentes de las numerosas organizaciones de la sociedad, de los medios de comunicación, etcétera, piden a los niños y a los adolescentes a creer y practicar determinados valores, ellos (los niños y los adolescentes) deben observar que los adultos también los practican sin reservas.
Mientras los adultos no comprendamos que la dicotomía entre decir una cosa y hacer otra, sí tiene efectos e influye en la formación de las personas menores de edad, será difícil que dejen de suceder eventos repugnantes como los que estamos viendo (Será difícil que desaparezca la corrupción, con todo y las nuevas y excelentes leyes anticorrupción, sino las personas continuamos con los mismos comportamientos).