De un tiempo a la fecha, se han puesto de moda las series de películas y de libros… y a mí me chocan. Ya sé que, en algún momento, estuvo muy de moda que las novelas fueran episódicas y que la gente compraba el fascículo recién salido o se reunía a escucharlo y luego esperaba con ansias el siguiente, como ocurrió en su momento con la mayor parte de las novelas de Charles Dickens. Pero no me refiero a eso. Tampoco hablo de aquellos libros (o películas) que en un primer momento son planeados como obras unitarias y a los que luego, debido al entusiasmo que generan en los lectores o espectadores (o por el temor a los plagios y las aventuras “no autorizadas por el autor”, como pasó con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Cervantes) se les hacen segundas partes. Tampoco hablo de las obras unitarias que, por necesidades editoriales, son divididas en dos o más tomos (como le pasó a El Señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien). Y una más: tampoco me refiero a las series que son planeadas como tales pero que, a pesar de que tienen un hilo conductor o una historia que se va desarrollando a través de los diferentes volúmenes, en cada una de sus entregas tienen su propio planteamiento y su propia conclusión: se pueden leer sin conocer el resto de las entregas, sin sentir que “faltó algo”. De hecho, esa última categoría es extremadamente difícil de lograr y, como lectora (y espectadora), respeto profundamente a los creadores que consiguen armarlas, incluso si el tema de sus historias no es de mis favoritos.
Pero no, no hablo de ninguno de esos casos. Me refiero a las historias que, desde un principio, son mal planeadas como “sagas” y no puedes entender la segunda si no te soplas antes la primera, que suele ser muy aburrida o insatisfactoria. Aburrida cuando es puro planteamiento y sólo en el último momento pasa algo emocionante; e insatisfactoria cuando, en vez de resolver el conflicto que nos ha maltraído durante toda la novela, el libro se acaba de repente, con la promesa de que el verdadero final estará en la siguiente entrega. O en la siguiente de esa. Grr.
(Por cierto, y como un paréntesis: el término “sagas” no es el correcto a la hora de hablar de las series de novelas o películas, ya que una saga es, según el diccionario, la narración de la historia de una familia a lo largo de varias generaciones o una leyenda poética basada en las antiguas tradiciones heroicas y mitológicas).
Podría hacer una lista bien larga de libros decepcionantes (al menos para mí) que le apuestan más al volumen de ventas de la “saga” que a la calidad de cada una de las historias que la conforman. Sin embargo, creo que no vale la pena, porque yo encuentro más placer en recomendar lo que sí me gustó que en quejarme de lo que no. Por eso, mejor les recomiendo series de libros que sí me han emocionado y hecho desear con ansias la aparición del siguiente libro. O, mejor aún, aquellos que he disfrutado mucho y que, cuando aparece el siguiente volumen, me siento como niño en Navidad: gratamente sorprendida a pesar de que ya sabía (o esperaba) que llegara la sorpresa.
Comenzaré con Las crónicas vampíricas de Anne Rice. Esos vampiros sí me gustaron, para qué les miento; pero sólo hasta el tercer libro. Del cuarto en adelante me parecieron confusos y, de alguna manera, daba la impresión de que la autora ya se había creído su propia historia, no sé si me explico. De todos modos, ahora que después de tantos años va a lanzar otra novela dentro de esta mitología, yo estoy lista para hincarle el diente y espero espero espero que me guste como Entrevista con el vampiro o La reina de los condenados.
Otro ejemplo es Una serie de eventos desafortunados, de Lemony Snicket (seudónimo de Daniel Handler). De estos me gustaba su sentido del humor y la manera en que se burlaba de otras series de novelas: el malvado tío Olaf, que aparecía siempre disfrazado, después de que los huérfanos habían llegado a un nuevo hogar temporal, etcétera (esta estructura cambió a la mitad de la serie, por cierto).
Uno más: las novelas de Elena Fortún dedicadas a Celia, una niña inteligente y muy divertida. Conforme Celia fue creciendo, el papel protagónico de las historias pasó a sus hermanos y, alguna vez, a una de sus primas. El primero de estos libros fue publicado en 1929 y el último en 1951 (hubo uno que apareció mucho después, en 1987, pero creo que eso da tema para otra entrega de nuestra apasionante serie “País de maravillas”. Así que, como ustedes ya comenzaban a sospechar, esta historia continuará…).