La semana pasada hablamos del camino que siguió la Teoría de la Evolución antes de llegar a la que se explica por Selección Natural. En esta segunda entrega es justo aclarar que Darwin no sólo se basó en toda la historia de la Evolución que brevemente revisamos, sino que genialmente se basó en las ideas que flotaban en el aire, en el zeitgeist, como le dicen los que saben. Concretamente es interesante revisar tres conceptos que parecen desarticulados e inconexos y que Darwin unió magistralmente para fortalecer su teoría: autorregulación, gradualismo y recursos limitados. El día de hoy revisaremos el primero de ellos, y parte de una idea de Adam Smith.
Smith, el creador de la teoría del Capital y padre del libre mercado, había anticipado la idea de que había sistemas complejos que podían autorregularse, por más increíble que esto pareciera: el laissez faire, laissez passer obedecía a la premisa de que aunque el mercado no fuera intervenido por una “conciencia”, en ese “dejar hacer, dejar pasar” operaría una “mano invisible” que ordenaría en sí mismo a dicho mercado. La idea, que parece fascinante, es también, una idea sencilla y en extremo elegante cuando se le revisa: pongamos el siguiente problema ¿cuánto vale un taco al pastor? Puede que usted visite sitios elegantes y caros para consumir esa garnacha, pero en el mercado promedio el taco ronda los ocho pesos. Supongamos ahora que usted le preguntara a un taquero cómo calculó ese precio, éste, casi le puedo asegurar se atreverá a decir: “el kilo de tortillas vale tanto, el kilo de carne vale tanto, de ahí salen tantos tacos”, a poco que profundice en la idea verá que ese cálculo es incorrecto, en un alto número de casos no se ha pensado en el aceite, las verduras, la sal o los limones, y apenas vamos en lo superficial, el costo de los platos, las bolsas, los palillos, los empleados, la luz, el agua, los mandiles, el jabón del baño, el carrito, la renta del local y muchas cosas más deberían también estar calculadas. Y créanme, seguimos en lo superficial, ya que esto apenas implica que el negocio sea autosustentable: si el taquero vive de eso, si el negocio tiene que ser lucrativo, el precio debe incluir, proporcionalmente, el costo de su vida: la escuela y los uniformes de los niños, los doctores y las medicinas, la gasolina, el sistema de cable y un largo etcétera. Precisaríamos de que los taqueros fueran matemáticos dignos del Nobel para hacer un cálculo preciso sobre el precio que debe tener un taco de pastor. Y sin embargo, casi todos los tacos de pastor en un estrato social medio cuestan lo mismo, y no obedece a que el gremio se haya puesto de acuerdo, obedece a que ése debe ser el precio del taco para que el precio funcione. ¿Suena increíble, verdad? ¿No me cree? Suponga que el taquero decide bajar su precio para tener más clientela: si un precio más bajo no alcanza para su vida tiene dos opciones: cambiar de vida o cambiar de precio y si un precio más alto no satisface a sus clientes tendrá otra vez las mismas dos opciones. Así es como los precios se regulan por el mercado mismo, así es como el mercado se regula a sí mismo.
Darwin, quien de joven había viajado en el mítico Beagle y se había fascinado por la variedad de especies que conoció en su trayecto, se preguntó por muchos años, a partir de las teorías de las que ya hablamos aquí la semana pasada, si las especies requerían un creador, o si ese creador podía cambiarlas a discreción, o si se mantenían fijas, o si había una fuerza que las transformara. Guardó por años una idea en su mente que haría que todo cobrara sentido más tarde, gracias a Smith ahora sabía que podía haber sistemas que se regulan solos, y que el entorno afecta constantemente su configuración. Irónicamente, Darwin suponía que Smith estaba acertado en su esquema, pero equivocado en su aplicación: los mercados dependían de un criterio moral, los hombres no podían ser tan crueles como no intervenir en caso de que el mercado se comportara injusta o hasta cruelmente. Este juicio, que parece mera anécdota, terminará siendo importante al describir a la naturaleza en su máxima desnudez, sin miramientos morales. Pero la idea rondaría aún muchos años en su mente, apenas comenzaba su viaje a la más grande idea jamás pensada.
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