Saná, Yemen. 25 de marzo de 2015. Sigilosos como murciélagos, los aviones de la Real Fuerza Aérea Saudita lanzan su letal carga contra las posiciones ocupadas por las milicias hutíes. Tras alcanzar sus objetivos, sin haber perdido ninguna aeronave, los sauditas retornan a sus bases, dejando tras ellos una estela de destrucción y desolación.
La escena arriba descrita sirve como introducción al presente artículo, el cual pretende explicar la importancia estratégica del país denominado por los antiguos romanos como Arabia Felix y conocido por el mundo moderno como Yemen.
Los sabeos, pueblo mencionado en la Biblia y en el Corán, habitaron la mítica tierra de Sabá -la cual según algunos estudiosos ocupa el Yemen actual; y, según otros, el Cuerno de África-. Esta población de habla sudarábiga se dedicaba principalmente al comercio de las especias, en particular el incienso y la mirra.
Además del lucrativo negocio de las hierbas aromáticas, los sabeos también se dedicaban a la piratería. En el Antiguo Testamento se narra como el sapientísimo Job es interrumpido en su banquete cuando un criado le dice: “Tus bueyes estaban arando y las asnas pastando cerca de ellos; de pronto, irrumpieron los sabeos y se los llevaron, y a los criados los pasaron a cuchillo” (Libro de Job 1:14-15).
Deseoso de monopolizar el comercio de canela y especias, y con la creencia de que el país tenía grandes minas de oro, en el año 26 a.C. el emperador romano Augusto ordenó al prefecto Elio Galo conquistar la Arabia Felix -según el diccionario CIMA Everest Latino-Español, el adjetivo felix significa “fecundo, feliz y fructífero”-.
Galo, amigo del geógrafo griego Estrabón, fracasó: los ígneos rayos del sol, el agua contaminada y las enfermedades socavaron el espíritu combativo de las legiones romanas, quienes hubieron de regresar sin honor a Alejandría, Egipto.
Yemen -que significa en árabe “mano derecha-, fue una de las primeras regiones en abrazar la fe anunciada por el profeta Mahoma. Las tribus yemeníes participaron en la conquista de Egipto, Irak, Persia, el Norte de África, Sicilia y Andalucía. Tras ser gobernado por diferentes dinastías, tanto sunitas como chiitas, los turcos otomanos conquistaron Yemen en 1517. Sin embargo, los montañeses chiitas, fieros ancestros de los actuales hutíes, se mantuvieron independientes en las tierras altas.
La importancia geopolítica y geoestratégica de Yemen creció en el siglo XIX cuando Adén, puerto natural de gran calado y paso obligado de la ruta a la India, fue ocupado en enero de 1839 por los británicos. La cercanía de Adén con el estrecho de Bab el-Mandeb -“la puerta de las lágrimas”, en árabe- hizo que el fondeadero fuera considerado por los ingleses como una arteria tan vital como el mismísimo río Támesis.
La década de 1960 presenció dos eventos torales en el Yemen contemporáneo: primero, en el norte del país los realistas -apoyados por Arabia Saudita, Gran Bretaña, Israel y Jordania- se enfrentaron a los republicanos, quienes era aupados por Egipto. En 1968 la guerra terminó con la victoria de las fuerzas republicanas.
El otro evento fue la emergencia de Adén, donde los británicos se enfrentaron a las fuerzas nacionalistas. En la memoria histórica de los britanos quedó para siempre la audaz recuperación del distrito de Crater, en Adén, cuando los Highlanders -montañeses, en inglés- bajo el mando de Colin Mitchell, Mitch el loco, recobraron, a punta de bayoneta y al son de las gaitas, el control de la zona. Sin embargo, el 25 de noviembre de 1967 los británicos hubieron de abandonar para siempre Adén.
Durante los años 70 y 80 de la centuria pasada, Yemen se vio envuelto en una guerra civil entre las dos partes del país. La contienda terminó en 1990 con la unión de las zonas geográficas. En la primera década del siglo XXI, la presencia de Al-Qaeda y la rebelión de los montañeses hutíes, de fe musulmana pero de la variante chiita, auguraron un verdadero pandemónium.
El año pasado, las milicias hutíes, apoyadas por Irán, lograron avances significativos. Esto fue una llamada de atención para Riad y Washington, pues para el primero es inconcebible que los apóstatas chiitas subyuguen otro país árabe -los aliados de Teherán ya tienen el control de Iraq, el Líbano y Siria-, para el segundo es impensable que los ayatolás persas dominen la entrada al “Océano Índico donde la rivalidad entre los Estados Unidos y China en el Pacífico… y la lucha de la Unión Americana contra el terrorismo islámico en el Medio Oriente, la cual incluye el intento norteamericano de contener a Irán se entrelazan” (Kaplan, Monsoon, Random House, 2010, pp. 9).
Por lo tanto, Arabia Saudita, con la connivencia de los Estados Unidos, Israel y Pakistán, está llevando a cabo una operación militar de gran envergadura para evitar que el estrecho de Bab el-Mandeb y el puerto de Adén formen parte de la órbita iraní.
Un par de preguntas: ¿Triunfará Arabia Saudita en su empeño? y ¿Cuál será la reacción de Irán?
La respuesta a esas y muchas otras cuestiones se mece sobre las aguas del mar Rojo y el Océano Índico.
Aide-Mémoire.- ¿Ya comenzó la desdolarización del sistema financiero mundial?