Homo Sanmarquensis: Homo Ludens / Análisis de lo cotidiano - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

El sitio arqueológico de Atapuerca en la provincia de Burgos, en España, es por el momento el hallazgo más importante para conocer el origen del hombre europeo. Se han identificado restos de seres humanos que son más antiguos que los hombres de Neanderthal y Cromagnon. Se trata de una fosa común, un cementerio del pueblo. Allí se identificaron osamentas correspondientes a hombres y mujeres adultos, adolescentes y niños. Y se aprecia un dato interesante, junto a los cuerpos se incluyeron juguetes. Cuentas de barro, collares de trozos de hueso, piedrecillas que no parecían joyas o accesorios del vestido, sino objetos usados para el entretenimiento. El mensaje es claro, al hombre le gusta jugar desde el momento que apareció sobre la faz de la tierra y además inventa objetos para jugar con ellos. Con el devenir de las civilizaciones los juegos se hicieron más elaborados y ya no solamente se diseñaron utensilios para el juego, sino que hasta se establecieron días, o fechas dedicadas únicamente a la actividad lúdica. La diversión desde el inicio de la historia apareció ligada a festividades religiosas. Y es natural, las fiestas dedicadas a los dioses son por agradecimiento. Ya sea porque la cacería fue afortunada, o porque la cosecha se dio bien, o porque se triunfó sobre una tribu enemiga, o porque salieron bien librados de una inundación o un terremoto. A los dioses, desde entonces se les agradece con música, canto, danza y ofrendas. Para nuestros antepasados cavernícolas la alimentación era fundamental, costaba mucho esfuerzo, trabajo y peligro conseguir la comida. De manera que al dar gracias al dios, lo natural era que se les ocurriera darle de comer. Hacer fogatas en las que se consumían frutas, granos y animales, que convertidos en humo se elevaban al cielo, donde moraban los dioses, era la manera más segura de tenerlos contentos. Y desde luego, al dios se le quemaban unos cuantos alimentos y los demás se repartían entre los adoradores y sus familias. Y ya está, desde entonces fiesta significa comer, danzar, cantar, hacer música, jugar y todo ello implica, no trabajar. Eso sí, sin olvidar que debe haber un dios de respaldo para justificar el acontecimiento. Y así hemos seguido, los panteones sumerio, egipcio, griego y romano abundaban en dioses y sus respectivas fiestas. Cuando desaparecen las religiones primeras y avanza el cristianismo las fiestas no se interrumpen y siguen realizándose como respaldo para el homenaje a algún santo o alguna versión del dios principal. Al llegar los españoles a América se encuentran dos grandes civilizaciones, la azteca y la inca, en las que curiosamente sucede lo mismo, tienen una gran variedad de dioses y a cada uno se le hace su fiesta. Y para más similitud, la fiesta consiste en comer, beber pulque, bailar, cantar, hacer música y jugar. Bueno, pues ya nos quedó claro, la pachanga no es privativa de una civilización o un pueblo, es inherente al género humano. A inicios de la Edad Media, la autoridades cristianas convierten una fiesta pagana el carne-levare (dejar la carne) en una ceremonia suya. La idea es tener un desahogo carnal con excesos en el comer, beber y jugar, para llegar tranquilos a la cuaresma. Algo así como “termina de ensuciarte que ya se acerca la hora del baño”. Y la Feria de San Marcos es exactamente lo mismo, sólo que con la fecha acomodada a las circunstancias. No coincide con el carnaval como se vive en el resto del mundo, pero a fin de cuentas es un carnaval después de Semana Santa. Si existe desde el origen de la sociedad, es que es una necesidad. La fiesta, la música y el juego son necesidades básicas y esenciales del comportamiento humano. Después de la fiesta los ánimos se sosiegan, se reduce la angustia y se recupera el júbilo cotidiano. Y si el festejante no se acuerda del Santo que le da nombre al fandango, pues mire, eso mismo sucede desde antes. Una vez metidos en la juerga, ni los egipcios, ni los griegos, ni los aztecas ni los venecianos, ni los cariocas ni los aguascalentenses le prenden una vela a la imagen del dios que inspiró el guateque. Así que viva la fiesta, es saludable y sana, es necesaria y es vital. Y por si faltara algo, además es un primor.

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