El de las cuatro mentiras…
Por Enrique F. Pasillas
Casi todos sabemos hoy en día que una democracia mínimamente seria y funcional va más allá de un sistema de partidos corruptos y del derecho formal a votar y ser votado. Por lo demás, es de dominio público que hay un partido llamado de las cuatro mentiras y autodenominado verde, pero que en realidad ni es partido, ni es ecologista. De allí el sobrenombre por el que es mejor conocido.
Pero vayamos por partes: no es partido porque no representa a nadie más que a sus “franquiciatarios” y porque funciona como una lucrativa empresa privada que no rinde cuentas y que hace y deshace con dinero público en beneficio de ciertos intereses ligados al poder económico y político, pero no al bienestar colectivo. Son conocidos por ejemplo, sus lazos con la denominada “telebancada” auspiciada por las televisoras privadas y sus vínculos con el sistema autoritario al que sirve.
No es verde porque no promueve causas ambientales conocidas, sino demagogia pura y dura como la ocurrencia de los animales fuera de los circos que luego mueren víctimas del abandono al no representar posible lucro para sus propietarios. Otro botón de muestra: sus famosos spots promoviendo la pena de muerte. Así es: un partido ecologista que promovía abiertamente en medios masivos y a nivel nacional la pena de muerte, cualquier entuerto que eso significase.
No es ecologista porque más allá del colorido logotipo, no se conoce su influencia ni aportación en la urgente agenda ambiental del país. ¿Tiene este “partido” algo constructivo que aportar sobre la iniciativa privatizadora del agua recientemente abortada, por ejemplo (“ley Korenfeld”, le llamaban)? ¿O sobre el fracking que pretenden hacer los privados para extraer petróleo? ¿Qué tal algo acerca de las depredadoras concesiones mineras a lo largo y ancho del país? ¿Y sobre la grave contaminación de acuíferos, ríos y mares, el expolio de diversos recursos naturales a comunidades y pueblos originarios y su apropiación privada o el inminente cultivo casi autorizado en México de Transgénicos?
Así, tampoco es de México, sino de más bien de sus “dueños” y “gerentes”. Tanto que ni siquiera los verdes europeos o Global Green, organización internacional de partidos “verdes”, los quieren entre sus afines a falta de argumentos ambientales conocidos.
De modo que estos verdes tan sui generis han venido medrando por años y estableciendo oportunistas y lucrativas coaliciones electorales que les permitieron en el pasado conservar el registro nacional; ya aliándose al PAN en tiempos de Fox, ya al PRI en los tiempos recientes.
Pero es en este proceso electoral en curso donde queda más claro que nunca su verdadero papel de comparsa útil para disfrazar y dividir el voto y alcanzar mayorías precarias pero suficientes en el Congreso de la Unión, pues quedan todavía muchas “reformas estructurales” que emprender. Lo que no se sabe bien a bien es si queda país que las aguante.
Así, en ese afán desmedido por ser alternativa servil al poder, dicha organización, que analistas informados como Jorge Alcocer o José Antonio Crespo, entre otros, no dudan en calificar como “partido canalla”, no ha vacilado en violar sistemáticamente todas las normas electorales necesarias con tal de aumentar su expectativa de votación al Congreso, lo que inexplicablemente y pese a sus negros y no tan verdes antecedentes, roza el 7 u 8% de las preferencias. Marginal, pero suficiente para los fines pretendidos.
Por su parte y actuando con tibieza, por decir lo menos, el “nuevo” INE les multa una y otra vez con cantidades estratosféricas (sólo en este proceso electoral lleva con la de hoy, 11 multas millonarias) con cargo a su presupuesto público, que al final es dinero que sale del bolsillo de todos los contribuyentes y no de sus acomodaticios y corruptos dirigentes. Por lo demás, las multas no consiguieron frenar su actuación mafiosa e ilegal, lo mismo con los famosos “cineminutos” contratados al oligopolio exhibidor de cine, o bien con sus tarjetas estilo monex.
Así que es alentador, aunque insuficiente, saber que de manera totalmente espontánea y en pocos días, la plataforma en internet Change.org ha sumado más de 50 mil firmas para solicitar al INE la cancelación de su registro como partido. También el PAN lo acaba de exigir formalmente (Proceso, 9 de abril de 2015) en el Consejo General del INE.
¿Se atreverá en algún momento la desprestigiada autoridad electoral a cancelar su registro nacional? ¿Caerá drásticamente su intención de voto y su votación efectiva el próximo 7 de junio como los encuestadores pronostican con motivo de los escándalos en los que se ha visto envuelto?, ¿por lo menos se le impedirá a dicho partido participar en los procesos electorales si no cumple con las laxas normas electorales vigentes antes, durante y después de las contiendas?
Para vergüenza del árbitro electoral y de los mexicanos de buena fe, pronto no parece que vaya a suceder. No es de extrañar, con estos ejemplos fundados, la enorme desconfianza de 8 de cada 10 mexicanos en los partidos políticos y en los candidatos que los representan. Dirán cínicamente estos verdes mercenarios de la política mexicana, que dos de cada 10 son suficientes. Y tendrán razón, a pesar de todo.
@efpasillas
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Todos, lo mismo…
Fernando Aguilera Lesprón
Muy valiosa es la crítica del maestro Enrique Pasillas, por cierto bien dirigida al Partido Verde Ecologista de México. Sin embargo, no puedo dejar de observar que lo que marca a un partido contagia a todos.
Hace unos días tuve oportunidad de estar en la presentación de propuestas de algunos de los candidatos a diputados federales por el tercer distrito electoral federal. Como en otras campañas de quienes los antecedieron, mostraron su interés por ostentar el cargo, plagados de las mejores intenciones. El discurso de moda es que saben escuchar, pero también coinciden en no saber cómo aterrizar sus planes.
Una de las principales responsabilidades que tienen quienes llegan a los congresos es representar la voz de quienes votan y no para que eso suceda, sin embargo, no ejercen el poder que les da la soberanía popular para ser un contrapeso real del Ejecutivo, como sucede en el ámbito estatal y municipal.
Y como siempre, se vuelven comparsa de un sistema político mexicano de corte presidencial que cada día es menos funcional, y como ejemplo están las reformas legislativas estructurales que ha aprobado la partidocracia. Muy lejos están del pensamiento y sentir de a quienes deben representar.
Se traducen sólo a su interés de grupo para gozar de los beneficios de las mieles que dan el pertenecer a la clase política, que cada vez es más cínica y avariciosa ¿Cuál de los partidos que han sido gobierno lo ha hecho bien? ¿Por qué el PRI habla de justicia social cuando no están los 43 desaparecidos de Ayotzinapa pero sí aparecen mansiones de sus más importantes militantes? ¿Cómo habla el PAN de seguridad cuando en México ha habido más muertos que en la guerra en Irak? ¿Cómo habla el Movimiento Ciudadano de candidatos del pueblo cuando acoge a un Marcelo Ebrard de orígenes priistas y relegado posteriormente del PRD? ¿Cómo se dice ser el PRD un partido de izquierda cuando vota a favor de una ley tributaria que afecta a las pequeñas y medianas empresas que generan el grueso de los empleos?
¿Cómo exige el Partido Verde el respeto a los animales cuando demanda acabar con vidas humanas? ¿Cómo creerle a la Cámara de Senadores cuando negocia la posición de un ministro del más alto tribunal del país y margina a quienes tienen carrera judicial, favoreciendo a quien se cuestiona su desempeño en encargos anteriores?
Ofrecen todo, sabiendo que prometer no empobrece. Ofrecen sabiendo que serán parte de una bancada parlamentaria porque los que realmente toman las decisiones son aquellos premiados por sus partidos políticos a través de las posiciones plurinominales.
Demandan justicia pero se olvidan de sus correligionarios que cargan un amparo bajo el brazo. Demandan buenos gobiernos cuando han demostrado no serlo ellos mismos durante 70 o 12 años. Piden un sistema anticorrupción pero no transparentan cómo usan nuestros impuestos. Acusan al presidente de lo mal que está el país, pero no le exigen o fiscalizan la labor con ese poder que les da la soberanía que el pueblo les entrega.
Pero lo cierto es que quienes son representantes populares o gobernantes no son los únicos responsables de lo que acontece en el país, lo es la sociedad misma que se queja cuando se mancillan sus derechos pero que no respeta los de los demás.
Son culpables los que piden los que se hable bien del país, cuando están en una posición privilegiada y olvidando que en México hay pobreza e injusticia. A esas personas que exigen que se digan sólo cosas buenas de nuestro gobierno omitiendo la crítica, les digo que le pidan un indígena de la Sierra Tarahumara que no tiene que comer que hable bien de su país, o que se lo pidan a un joven que no tiene la oportunidad de estudiar o de tener un trabajo digno y bien remunerado; o a una de las madres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
Culpables los que nos indignamos pero no hacemos nada para desaparecer nuestro propio infierno. Culpables los que nos movilizamos en sociedad pero claudicamos y dejamos sin efecto nuestras propias demandas.
¿Cuándo lograremos entender que los políticos están para servirnos y no para servirlos? ¿Cuándo se cumplirá una propuesta de campaña? ¿Cuándo exigiremos que se cumpla? ¿Cuándo los políticos nos propondrán el cómo y no sólo el qué?