- Una novela construida a partir de retazos de memoria que reconstruye una parte de la historia de Tijuana
- Novela fragmentaria y coral, un canto trágico por los muertos y los desaparecidos
Leonardo regresa a Tijuana, ciudad que abandonó hace mucho tiempo al buscar forjarse su propio camino, e inicia la búsqueda de sus antiguos amigos, esos con los que compartía las cervezas a la orilla del mar en las playas de la ciudad, busca noticias de su antiguo amante, Cas Medina, busca encontrar los pasos de esa vieja pintora que en sus obras retrataba la locura de la ciudad, misma que terminó tragándosela, borrando las huellas de sus pasos errantes.
La mayoría de los antiguos amigos y conocidos de Leonardo se perdieron, nadie los recuerda, o su recuerdo es una antigua nota perdida en los interiores de un periódico de nota roja en el que se habla de un nuevo asesinato de un miembro de la comunidad gay de la ciudad. Un asesinato más que no importa a las autoridades y se pierde en el maremágnum de la violencia que sacude a la ciudad. Ese es el caso de Cas, el antiguo amante y amigo de Leonardo, asesinado en extrañas, en oscuras circunstancias, que sólo abultan las estadísticas de asesinados en la ciudad fronteriza. Leonardo entenderá así que con aquellos amigos no sólo compartía las playas de Tijuana, sino también la necesidad de partir, de escapar, de desaparecer. Esto es lo que el lector encontrará en Fierros bajo el agua, una novela construida a partir de los retazos de memoria que Leonardo carga consigo, mientras va en busca de los pasos de sus antiguos amigos y conocidos. Novela fragmentaria y coral que reconstruye una parte de la historia de Tijuana, un canto trágico por los muertos y los desaparecidos.
Guillermo Arreola es el autor de la novela Fierros bajo el agua publicada por la editorial Joaquín Mortiz, además de ser artista plástico y traductor. Tiene en su haber más de 17 exposiciones individuales, y en 2013 publicó el libro de cuentos Traición a domicilio en la misma editorial. Actualmente, colabora con la poeta Pura López Colomé en un proyecto pictórico-poético.
“La novela tiene una intención coral, en lo que es estrictamente el proceso de armar la parte propiamente artesanal traté de ser cuidadoso porque no me interesaba lo lineal, y esa decisión de ir ensamblando las partes de la novela tienen que ver con la forma en que intento tener una imagen del trasfondo, de la escenografía de la novela, que es al final de cuentas la ciudad, había momentos en los que pensaba que podía agarrar una determinada imagen y sentir que era solamente una porción, un fragmento, entonces la estructura de la novela tiene que ver con eso, asumir que no podía tener de golpe la imagen completa.”
Javier Moro Hernández (JMH): ¿Tijuana se asume en la novela como un personaje más?
Guillermo Arreola (GA): Puede adquirir el rol de un personaje, pero siempre a través de la voz de los otros personajes, a través de la mirada de los otros personajes, aunque hay momentos en los que parece que la que habla es también la ciudad, pero son partes muy abstractas, partes desprovistas de una caracterología, es una voz nada más y sí parecería que la ciudad podría pasar a ser un personaje, pero eso tiene mucho que ver con el lector, es casi como si el lector quisiera otorgarle esa característica.
JMH: Esta categoría de novela coral que tiene, le permite al lector conocer mucho más a unos personajes que a otros y eso mismo te permite darte cuenta de que se tratan de personajes con muchos claroscuros, con muchas búsquedas personales.
GA: Cuando te planteas en la posibilidad de un personaje, habrá por principio algunos destellos que te indican por dónde puede ir el mismo, pero muchas veces no lo sabes a ciencia cierta, vas descubriéndolos al mismo tiempo de que los vas vistiendo, pero al mismo tiempo está la intención clara de mostrarlos en su desnudez, en su complejidad. A mí en lo particular por Cas Medina, tal vez porque fue el que más difícil me resultó, porque creo que es el que más refleja algunas de las complejidades de lo que sería una ciudad con las atmósferas, con el paisaje, no tanto con las complejidades sociales que al final de cuenta sí permean, porque ellos las están viviendo a pesar de su edad, de su inocencia. Aquí cabe decir que estos personajes son para mí muy inocentes, pero que sí alcanzan a reflejar las complejidades, no tuve la intención de captar ciertas atmósferas de la ciudad pero no tuve la intención de reflejarla completa, pero ellos y sus vidas funcionan como un tamiz por la que pasa la propia complejidad de la ciudad, pero es como una confección de retacería, a través de acciones muy definitorias, sucesos que van a determinar qué rumbo pueden tomar.
JMH: La ciudad se va empalmando a partir de estos pequeños retratos que haces de los barrios, de las calles, de los montes, la vamos reconstruyendo un poco como hacemos con los personajes que vamos conociendo, pero de alguna manera son como fantasmas, brumas.
GA: Creo que se da un proceso, eso lo advertí hasta después, de que tiene una tendencia de irse afantasmando, son personajes esquivos, huidizos, y que creo que tiene que ver con su deseo de escapar, de huir, de abandonar ese escenario para sus vidas y entonces estar preparando el proceso de ir preparando la huida los hace más fantasmales, entonces eso tiene que ver su incapacidad de encarnar por completo, arraigarse, ser parte de una escena.
JMH: Eso es parte de la incapacidad que tiene el mismo narrador, que regresa a Tijuana e intenta reconstruir qué fue lo que le pasó a sus amigos y hay poca gente que los recuerda, hay poca información, el mismo policía que investigó los asesinatos de homosexuales de la época le dice que ya no recuerda, es como si hubieran sido fantasmas, seres difíciles de asir y difíciles de materializar.
GA: Seres formados para el olvido por esa forma de comportarse, por esa predisposición, hay algunos personajes de los que sólo conocemos por el sobrenombre o la inicial. En el caso del personaje narrador, Leonardo, hay un deseo de reconfigurar o de reformatear los sucesos, pero no en su esencia, sino casi en sus versiones, incluso su propia versión, porque habrá descubriendo en lo poco que le es revelado que hay muchas versiones de los mismos sucesos, versiones muy distintas a las suya, porque nadie sabe qué ocurrió realmente, o sea, claro que saben que hay una muerte, pero no saben cómo fue, qué pasó realmente. A mí me pasa que como autor también tengo dudas sobre lo que realmente ocurrió, me preguntó sí entre los personajes que estaban ahí, los que se encuentran, los que se alude ¿Estaba el asesino? Y la verdad es que no lo sé.
JMH: Leonardo busca recuperar a sus amigos, busca recuperar sus propios recuerdos, por eso regresa a Tijuana después de tanto tiempo, pero ¿qué tanto hay de Leonardo en esa búsqueda que ha emprendido?
GA: A través de la reconfirmación de recuerdo pero hay una búsqueda de sí mismo, una búsqueda de la imagen de sí mismo, y esa tendencia que tiene a evaluar y a sentir el pasado y también el presente a partir de las imágenes, hay una recurrencia a la descripción de las atmósferas y de las imágenes, él mismo dice en una parte a todas horas hay balaceras, hay colgados, pero no habla mucho de su sentir o es más frecuente lo visual, no hay siquiera una reflexión sobre el momento en el que se encuentra, hay solamente una descripción, quizás porque lo que busca es su propia imagen desde el pasado y quizás piensa que sí la recupera podría recuperar algo que perdió, algo de sí mismo.
JMH: Cuando aparecen estos capítulos cortos sobre la violencia contra los homosexuales en Tijuana en los años ochenta, pensé en que la violencia es un tema recurrente en nuestro país pero que pasó desapercibido por mucho tiempo, era una violencia soterrada, oscura, que siempre estuvo ahí en el trasfondo de nuestra sociedad.
GA: Sería interesante hacer una revisión por la vía de la nota roja mexicana en ciudades como Tijuana o Ciudad Juárez, porque esa revisión podría indicarnos que la violencia siempre estuvo allí y sólo se hizo más espectacular y afectó a mayores personas, porque las formas de organización de la violencia se transformó, hay que decirlo, pero tal vez la forma de catalogar la violencia por parte de la autoridad no cambió con la misma rapidez, por ejemplo, lo que ahora conocemos como homofobia o feminicidio o un asesinato que se cometía dentro del ámbito doméstico. Tal vez la narrativa con el que se acerca la sociedad a estos crímenes cambió pero no los hechos en sí, pero en relación con eso me interesaba mucho ir abriendo el foco y hacer el zoom para acercarme a un caso específico que es el asesinato del amigo de Leonardo. Hay una parte de la novela en la que el policía casi lo reprende, cuando le dice: estamos en el año 2008 y tenemos la ciudad llena de muertos y tú quieres saber de un solo caso y a mí me parece que a través de un caso se puede dar mayor cuenta de lo que ocurre en otros niveles.
JMH: Hay un trabajo con el lenguaje muy particular, en algunos momentos tiene ciertos toques reflexivos, poéticos.
GA: Tiene mucho que ver con la construcción, de nuevo, de la imagen plástica, sentía que eso podía darle una especie de descanso al lector, pero también pensaba que eso podía servir como una especie de propulsor, entonces, en las partes que yo identifico con este tono poético algo pasa en relación con la continuidad de la relación, hay una parte en el principio cuando se habla de la mirada y el arte, y ahí empieza con una construcción gramatical sin puntos, todos son comas, comas, y ya luego en otra parte hay muchísima introspección, de hecho es un monólogo incontrolable sobre la percepción de los sucesos.
JMH: Sin duda la plástica juega un papel muy importante en la novela y en la forma en la que fue construida la novela.
GA: La obsesión del narrador por encontrar a esta pintura y saber sus obras tiene mucho que ver con su creencia de que a través de la imagen puede refrendar la credibilidad que pudo haber tenido en su propia memoria, está constante de ir hacia a la fragmentación, incluso corporal, hay mucha insistencia sobre la mirada, es como una necesidad de la vista, más que sobre lo auditivo, es como si no otorgara mucha confianza a lo auditivo, de ahí que hay momentos en los que se ubica solamente como un interlocutor y escucha a los otros personajes, y en realidad no creo que sepa que el narrador pueda identificar de qué se habla o pueda retener toda esa información que le cuentan, porque en muchas ocasiones lo que le dicen son como ráfagas que se identifican más como una necesidad de hablar y de contar, a pesar de que muchas veces él no identifica de qué le están hablando y en relación con eso creo que se superpone la imagen, él quiere ver.