Minutos antes de las 8:00 de la mañana del domingo 29 de marzo de 2015, un ciudadano, Ignacio Vizcaíno Tapia, vecino del fraccionamiento Bosque Real, en Huixquilucan, Estado de México, salió a fumar a una terraza de su casa y notó extrañado el aterrizaje de un helicóptero a la distancia.
En su perfil de Facebook se aprecian cientos de publicaciones con fotografías de las vistas que tiene su terraza, por lo que probablemente ideó que el aterrizaje del helicóptero era algo que merecía ser también capturado para también ocupar un lugar en sus publicaciones en la conocida red social.
Se trataba de un helicóptero de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), y bajaba a recoger al director General del organismo, David Korenfeld Federman, con toda su familia y equipaje, que se dirigía, según lo manifestara él mismo, hacia el aeropuerto internacional de la Ciudad de México.
Era el domingo de ramos, día con el que inicia la semana santa, y algunos medios reportan que el director de Conagua tenía una reservación para pasar las vacaciones de esa semana en un exclusivo resort en Vail, Colorado, en los Estado Unidos.
Luego de la controversia que surgió por la publicación de dichas imágenes, el jueves 9 de abril Korenfeld dejó su cargo como titular de la Conagua, considerando un “error inexcusable” el uso particular que hizo de un helicóptero de la dependencia.
“Como seres humanos siempre seremos susceptibles a equivocarnos, pero debemos tener la valentía de aceptarlo, ofrecer disculpas y asumir las consecuencias de ello”, intentó minimizar el funcionario, al presentar su renuncia.
No hay forma de justificar la conducta del hoy exdirector de Conagua, al contrario, debería ser una práctica común de la sociedad mexicana rechazar el dispendio de recursos públicos para fines no oficiales. Pero para poder rechazarlo, hay que conocerlo y en el caso que aquí tratamos se hizo evidente el rechazo, porque se conoció gracias a la oportuna cámara de un vecino de Korenfeld.
Pero ¿qué hubiera pasado si Ignacio Vizcaíno no hubiera estado ese día en el lugar preciso para obtener las imágenes que ya son conocidas por todos nosotros? Probablemente nada. Como no sucede nada con miles de casos que diariamente, en todo el territorio nacional, miles de servidores públicos hacen uso particular de recursos (materiales y humanos) públicos.
Aristóteles es el primero en plantear la diferencia entre los actos humanos, como objeto formal de la Ética, y los actos en general del hombre. Señala que al acto humano lo caracteriza la voluntad, el entendimiento y la deliberación previa a su ejecución, es decir, que se actúa conscientemente, con conocimiento, con atención, cuando se está advertido de la conveniencia o inconveniencia del acto y, por supuesto, del buen uso de la libertad para tomar decisiones justas, al contrario de los actos del hombre, en los que se actúa impulsado por los sentidos, de una forma instintiva.
En todas las cosas habremos de imitar siempre a lo mejor, se puede leer en la Ética a Nicómaco, escrita en el siglo IV antes de Cristo, pero la presencia de otros conviene para que, en los trabajos y adversidades, lo menos que posible habremos de dar a nadie parte de los males: “Baste que yo esté puesto en desventura”.
Desde que el ser humano habita la faz de la tierra ha actuado malamente, pero es Aristóteles quien se pregunta ¿por qué las personas obran mal?, y establece las causas: entre otras, porque el que obra mal cree que nadie se dará cuenta. Aristóteles vivió hace casi dos mil cuatrocientos años, y desde entonces se repiten las mismas conductas.
Por lo pronto, los funcionarios públicos debemos reconocer la situación y establecer mecanismos que hagan que los ciudadanos conozcan el destino de los recursos que administramos.
Porque como hemos apreciado en el reciente caso del helicóptero de Korenfeld, su renuncia (que hasta ahora es lo más que se ha ofrecido, aparte de la disculpa pública), no fue consecuencia de un compromiso del gobierno de Peña Nieto con la transparencia o la rendición de cuentas, sino resultado de factores externos e imponderables, como lo establece La Jornada: “la difusión de una fotografía tomada por un ciudadano y el carácter impopular que pesaba sobre el propio Korenfeld por su papel de autor y promotor del impugnado proyecto de ley general de aguas, que pretende limitar y privatizar el consumo del líquido, iniciativa que, en ausencia de su principal gestor, debe ahora revisarse a fondo”.
Todo gobierno democrático debe rendir cuentas para reportar o explicar sus acciones y debe transparentarse para mostrar su funcionamiento y someterse a la evaluación de los ciudadanos. Por medio de la rendición de cuentas, el gobierno explica a la sociedad sus acciones y gracias a la transparencia, la información se abre al escrutinio público.
Para no dejar estos asuntos al destino, sistemáticamente debemos exigir en nuestros gobiernos dos componentes esenciales: la rendición de cuentas y la transparencia.
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