El pasado domingo 5 de abril en que amanecimos una hora antes a causa del horario de verano implementado en nuestro país desde el año de 1996, se rompió el silencio y comenzaron; equipos, simpatizantes y los propios candidatos de los ahora diez partidos políticos contendientes, y por poco un candidato independiente, la carrera que culminará el domingo 7 de junio pero que habrá de silenciarse tres días antes de esta fecha en donde habremos de elegir tres diputados federales de los trescientos de mayoría relativa y en automático, dependiendo de los porcentajes de votación en esta segunda circunscripción, cuarenta de los doscientos de representación proporcional con los que cuenta la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Sesenta días de caravanas, cruceros, eslóganes, mítines, canciones, espectaculares, carteles, volantes, pautas en radio y televisión, etcétera y más etcétera.
Pero ¿es todo esto necesario? Bueno, en nuestro sistema político electoral posiblemente podría ser de otra manera, incluso hay un sinfín de ideas que surgen en los cafés, las cantinas, plazas públicas, escuelas y en nuestros propios hogares acerca de cómo podrían ser las campañas sin que resulten molestas para nadie; seguramente esto se instaurará algún día en nuestro país resultado del propio desarrollo de la sociedad, y en este caso particular de la cultura democrática. Eso lo podremos lograr en la medida que los ciudadanos hagamos un esfuerzo por participar en la vida política, esa es la única manera de que las cosas cambien, con la participación ciudadana, que actualmente se restringe casi únicamente a manifestarnos el día de las elecciones.
Por lo pronto es lo que tenemos y deberíamos aprovecharlo, si no, cada vez estaremos más lejos de influir en la toma de decisiones que afectan a nuestras familias y a nosotros mismos; hay intereses muy fuertes que se manifiestan en estos momentos: las grandes corporaciones y algunas pocas familias directamente relacionadas con el poder estarían muy contentas con la indiferencia del pueblo en los aspectos sociales, e incluso, participan subliminalmente en una labor cotidiana, siempre presente que es una campaña de desprestigio hacia la política, porque esto, paradójicamente, les conviene políticamente; el voto entre menos se ejerza más barato les cuesta: lo imprescindible se antepone a lo urgente y gran parte de nuestro pueblo, ni modo, venderá su voto para satisfacer sus necesidades vitales aunque sea por unos días, pero muchos de nosotros, los que no nos encontramos en esas circunstancias apremiantes, podemos hacer un esfuerzo y escoger de lo que hay, que algo bueno tiene que existir dentro de tanto candidato en lo que llegamos a estadios superiores de desarrollo social.
Por lo pronto les solicito paciencia, veamos los actos de campaña molestos como las semillas de la sandía, ahí están pero no tenemos por qué comerlas, podemos escupirlas. Aguantemos estos sesenta días estoicamente y sólo tomemos lo que sea nutritivo para gestar una nueva sociedad que nos permita dejar a nuestros hijos un país, tan siquiera, como el que recibimos.