En continuidad con el tema de mi colaboración anterior, quedamos en que la publicación del Acuerdo por el que el Consejo de Salubridad General Declara la Obligatoriedad de los Esquemas de Manejo Integral de Cuidados, publicado en el DOF-26/12/2014, pone a tiempo el reloj de México y en sincronía con las políticas explícitas en Salud de los países más avanzados del mundo, en esta delicada materia. El momento es decisivo porque marca un antes y un después en nuestro país, termina la discrecionalidad médicoclínica para optar o no optar por esta vía de cuidado de las personas en su fase terminal de la vida; e inicia la obligatoriedad de la indicación médica explícita para brindar la prestación de Cuidados Paliativos, como norma de Salubridad General.
Con esta decisión, el máximo órgano del sistema de Salubridad General mexicano determina que la prestación de los servicios de cuidados paliativos coexiste obligatoriamente con los esquemas curativos al uso y su alternancia es exigible, cuando estos últimos muestran ya la futilidad de su aplicación; desde luego, permanece incólume el derecho del paciente a exteriorizar su voluntad personal respecto del momento preciso en que deban relevarse los métodos estrictamente curativos y recibir la atención de cuidados paliativos. En el orden jurídico mexicano, afortunadamente existe ya el precedente de varios estados de la República, que cuentan con la Ley de Voluntad Anticipada, entre ellos se encuentra Aguascalientes. Esta norma jurídica se concreta mediante un escrito protocolizado ante notario público, en donde hace constar su voluntad explícita de no recibir tratamientos terapéuticos extraordinarios, en caso de entrar clínicamente a la fase terminal de su vida, es decir, de hacer respetar su inalienable derecho personal a morir con dignidad. Esta previsión de ley obliga al personal médico tratante a refrenar o evitar la obstinación terapéutica; antes vulgarmente llamada “encarnización” terapéutica.
La importancia de la nueva norma que nos rige se irá haciendo evidente en la medida que pase de la política de salud escrita y promulgada a la aplicación práctica consuetudinaria de los servicios de salud en población. En efecto, aún hay un enorme trecho por recorrer. Comencemos por reconocer que el gran detonante de este tipo de servicio de cuidados paliativos depende, en primerísimo lugar, de los correspondientes recursos humanos capacitados para ello, y que puedan estar disponibles en acto.
El citado Acuerdo refiere éste y todos los asuntos concernientes a dicha prestación, a la Guía de Manejo Integral de Cuidados Paliativos que publica como anexo único, en el cual describe con toda pertinencia los procesos que están involucrados. El capítulo 6 de esta guía aborda el tema de la Formación de Recursos Humanos, en esta especialidad, bajo el criterio de que “la educación en este sentido es fundamental para asegurar el derecho de los pacientes a recibir una asistencia paliativa de calidad” (Opus cit., p. 34); y le da un sólido fundamento: “La educación es uno de los pilares más importantes dentro de la prestación de los servicios en cuidados paliativos y en ella se transmiten los valores, principios, actitudes, gustos, sentimientos que dan la personalidad y filosofía del cuidado paliativo” (Ibídem). Y para su aplicación práctica define: “Será de carácter obligatorio contar con aval educativo para el desarrollo de cursos de postgrado, de cuidados paliativos y manejo del dolor; Diplomados, Cursos de Alta Especialidad, Maestrías y Doctorados para los profesionales de la salud, medicina, enfermería, trabajo social, psicología, nutrición, rehabilitación, inhaloterapeutas, y otras disciplinas afines y las no profesionales como cuidadores y voluntarios”.
En suma, la guía deja perfectamente trazado el camino de la capacitación y educación continua de los RHs en cuidados paliativos, para prestar un servicio de calidad. En este sentido, hay que decirlo, los antecedentes educacionales en la materia son escasos y francamente inexistentes si consideramos el gran cuerpo del personal en salud que haya tenido exposición concreta a dichos cuidados. Ha sido, hay que afirmarlo enfáticamente, la labor pionera, altruista de médicos principalmente anestesiólogos que por exigencia misma de su especialidad quedan directamente vinculados con el manejo del dolor, en general, pero también y muy explícitamente al manejo del dolor en estadios críticos del paciente terminal, ya sea por vía del diagnóstico y tratamiento oncológico o bien por su manifestación persistente en enfermedades crónicodegenerativas, también en fase terminal. En este proceso también se ha involucrado personal de enfermería que asiste pacientes en cuidados paliativos bajo la supervisión médica, como queda dicho, así como psicólogos especializados en Tanatología, trabajadores sociales y cuidadores que brindan día con día este seguimiento.
Este cuerpo de personal pionero ha desempeñado sin lugar a dudas un trabajo encomiable, sobre todo en atención a grupos de población vulnerable y de escasos recursos o en grado crítico de pobreza; el otro grupo social que sí ha venido teniendo acceso a los cuidados paliativos ha sido la población económicamente rica o solvente que acude principalmente a los servicios de salud pagados. El gran reto social, entonces, reside en los grupos masivos de población ya sea derechohabientes o bien del sector popular incorporado a los servicios de salud que presta el Estado mexicano. En todo caso, esta nueva política de salubridad general requiere construir y poner en funcionamiento esquemas operativos reales que oferten de manera consuetudinaria esta opción imprescindible de cuidados paliativos en población abierta.
Afortunadamente no tenemos que partir de cero. Existen organizaciones civiles así como centros hospitalarios que, hará cosa de quince años, iniciaron la prestación de servicios en cuidados paliativos, motivados por experiencias de nivel internacional como la inspirada por la británica Cicely Saunders (1918-2005), iniciadora del movimiento Hospice (centros para atención de los moribundos), o bien, apremiados por la demanda concreta e inaplazable de pacientes que inciden en este cuadro terminal de salud. En este punto no estoy en la posibilidad de enumerar o enlistar las organizaciones dedicadas en el país a prestar los servicios de cuidados paliativos -quien la tuviera haría buen servicio en difundirla-; pero sí puedo anticipar que son muy pocas y muy diseminadas -si es que operan en el territorio nacional-.
Lo que sí puedo afirmar es que en el binomio Guadalajara, Jalisco y Aguascalientes existe desde hace una década y media la asociación civil llamada Intervive, que surgió gracias a la iniciativa de personal en salud suficientemente sensibilizado para iniciar la prestación en servicios de cuidados paliativos. Su lema fundacional es “bien nacer, bien vivir, bien morir”, trazándose así un horizonte, muy ambicioso ciertamente, que sea inclusivo de las tres fases principales del ciclo de vida humano. Miembros afiliados a esta organización también operan como una célula en la Ciudad de México. Lo que a todas vistas conforma una organización en ciernes pero, bajo las condiciones actuales de México, con un potencial enorme por desarrollar y contagiar a otras de su tipo en esta vertiente de salud, ahora con fuerza obligatoria oficial.
En subsiguiente colaboración trataré de abundar en datos relevantes de cómo opera en nuestro medio local Intervive y cómo pudiera convertirse en un tronco fecundo para potenciar organizaciones hermanas a nivel regional y nacional. Por lo pronto, bienvenidos sean los servicios obligatorios en cuidados paliativos y que estos sí tengan una larga vida. [email protected]