Venezuela, drama geopolítico / Taktika - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Mariño, Venezuela. 17 de diciembre de 1982. Un oscuro capitán de paracaidistas llamado Hugo Rafael Chávez Frías escenifica, junto a cinco compañeros, el juramento del “Samán de Güere”, en donde el militar venezolano repite, con una pequeña modificación, el compromiso hecho por el libertador Simón Bolívar en el Monte Sacro de Roma: “Juro por el Dios de mis padres, juro por mi patria, juro por mi honor, que no daré tranquilidad a mi alma ni descanso a mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que nos oprimen y oprimen al pueblo por voluntad de los poderosos”.

La escena arriba descrita sirve como introducción al presente artículo, el cual pretende explicar por qué la República Bolivariana de Venezuela protagoniza un drama geopolítico contra la oligarquía local y  la Unión Americana.

El 2 de febrero de 1999 Hugo Chávez, el “caudillo posmoderno” (Enrique Krauze dixit),  asumió el poder y se propuso redistribuir la riqueza petrolera y combatir la pobreza y la desigualdad social. El primer paso de Chávez fue revivir a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC) y luego renegociar los contratos que la empresa estatal, PDVSA, tenía con las firmas transnacionales petroleras.

Simultáneamente, Chávez se alió con el autócrata cubano, Fidel Castro, con quien acordó que, a cambio de petróleo, se instauraría el programa Misión Barrio Adentro, mediante el cual trabajadores cubanos realizarían labores de alfabetización, consultas médicas y entrenamiento deportivo.

A continuación, el exparacaidista utilizó la bonanza petrolera para apoyar a Néstor y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y José Mujica en Uruguay. Pero lo imperdonable, para Washington, fue establecer vínculos estrechos con China, Irán y Rusia.

Con China se abrió, algunos dicen se “entregó”, la industria petrolera al capital asiático; a ciudadanos iraníes se les “otorgaron credenciales de identidad locales” (Kaplan, Imperial Grunts, Random House, 2005, pp. 78-79); pero lo más insultante para Washington fue la alianza militar con Rusia, pues Chávez compró armamento a Moscú y permitió que aviones y barcos rusos realizaran ejercicios en Venezuela.

Estos lazos son, desde el punto de vista geopolítico, una amenaza directa a la supremacía estadounidense en lo que el geopolitólogo norteamericano de origen holandés, Nicholas J. Spykman, definió como el “Mediterráneo americano” -el Golfo de México y el mar Caribe.

Spykman en su ensayo Estados Unidos en el Hemisferio Occidental sostenía que “Colombia, México y Venezuela, están impedidos por la topografía, el clima y la ausencia de materias primas estratégicas para llegar a ser grandes poderes navales”. Por ello, según reconoce Spykman, “la supremacía de Estados Unidos en esta zona no puede ser amenazada más que por fuerzas procedentes de zonas exteriores, sea de Sudamérica, de Europa o de Asia”. Actualizando las  palabras de Spykman esto significa: Brasil, Rusia, Irán y China.

Por ello, ante el fracaso electoral en 2012 del candidato de Washington, Henrique Capriles Radonski, y a la muerte de Hugo Chávez en marzo de 2013, los Estados Unidos decidieron desestabilizar, utilizando a la oligarquía venezolana, al gobierno de Nicolás Maduro, quien ha mostrado torpeza en lo político y en lo económico.


Desesperado por lograr un triunfo en materia exterior -la apertura con Cuba no se ha concretado-, pues ha fracasado en Siria, Crimea y Ucrania -y sus “aliados” europeos, como Gran Bretaña, corren a integrarse al Banco de Inversión e Infraestructura financiado por China-, el pasado 9 de marzo Barack Obama declaró a Venezuela como un “riesgo extraordinario” por la situación de “emergencia nacional” que vive el país sudamericano.

Ante ello, Nicolás Maduro ordenó diez días de maniobras militares y reforzó al chavismo, quien encabezado por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, dijo: “Lo que viene ya está planificado y debemos decirlo, son ataques sobre nuestra tierra, sobre nuestro país, ataques militares”.

Inmediatamente, la Unión de Naciones Sudamericanas (Uunasur) mostró su rechazo al programa imperial; Fidel Castro felicitó a Maduro por su dignidad ante los “brutales planes” de EUA; desde Moscú se anunció que Rusia participará en “ejercicio militar defensivo de Venezuela”.

Por su parte, el adlátere de Washington en Venezuela, Henrique Capriles Radonski, declaró: “Aquí no viene ninguna guerra. No se dejen meter cuentos y noveles chimbas”. Sus dichos fueron secundados por la opositora María Corina Machado, quien expresó: “Nuestros ciudadanos militares saben que con ejercicios mediáticos no se defiende la soberanía nacional ni la integridad del territorio”.

¿Ordenará Barack Obama la invasión de Venezuela? Es difícil saberlo, lo que el escribano sabe es que, para las fuerzas armadas de Estados Unidos, el país sudamericano no será un piece of cake, como sí lo fueron Granada y Panamá.

Aide-Mémoire.- La alianza de Aguascalientes con Alemania se consolida.

 


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