I am not young enough
to know everything
Oscar Wilde
Supongo que para darse ánimos y quizá también con un cierto afán de autopromoción, el Poeta de Juliantla cantó en su oportunidad: … es maravilloso cumplir 50 años / porque, por ejemplo, a los 50 años, / ya sabemos cómo y todavía podemos… De entonces para acá ya pasó más de un decenio, así que ojalá que al cantautor guerrerense y rey del jaripeo aún no se le haya olvidado cómo y, sobre todo, que todavía pueda…
Por mi parte, al medio siglo, gracias a la BBC, me acabo de enterar de que, si en lugar de ser chilango hubiera nacido en Mercurio, hoy tendría yo 207 años. Me atrae más la idea de que si en vez de terrícola fuera marciano yo sería un mozalbete con apenas 26 añitos a cuestas. En cambio un venusino que haya nacido el mismo día que yo tendría la misma edad que el actual emperador de Japón, el ictiólogo Akihito: 81 años. Si hubiera venido al mundo no en éste, sino en Júpiter, yo tendría sólo cuatro años; en Saturno, uno, y en Neptuno la vida no me alcanzaría ni siquiera para cumplir el primero -faltarían 114 años terrícolas para la fiesta-.
Todo es cuestión de escalas y los humanos jamás nos hemos conformado con la 1 a 1. En 1752, Voltaire, el ilustrado más brillante del Siglo de las Luces, publicó en Londres un relato en el que cuenta la historia de un viajero espacial. El personaje, cuyo apelativo da título a la novelita, Micromegas, había nacido “en uno de los planetas que giran en torno de la estrella llamada Sirio”, un cuerpo que tendría “21.6 millones de veces más de circunferencia que nuestra minúscula Tierra”. Por un pleito que no viene a cuento referir aquí, Micromegas se ve obligado a salir de su hogar durante una breve temporada y se dedica a viajar por el cosmos; “en poco tiempo recorrió la Vía Láctea”, y un buen día llegó al sexto planeta de nuestro sistema solar. “Saturno no es más que 900 veces mayor que la Tierra”, escribe Voltaire -y no andaba muy lejos: hoy sabemos que Saturno tiene un volumen 740 veces superior que el de nuestro planeta-, así que, “aun cuando estaba acostumbrado a contemplar cosas nuevas, le sorprendió la pequeñez de aquel planeta y sus moradores”. El joven protagonista entabla con el secretario de la Academia del planeta anillado una conversación sobre la diversidad de la naturaleza, y por tal ruta es que abordan el asunto de la edad y la longevidad: “¡Ay, nuestra vida -dijo el saturnino- se limita a quinientas revoluciones solares, que vienen a ser unos quince mil años según nuestra aritmética. Esto es casi nacer y morir en un momento…” A lo que con toda amabilidad Micromegas respondió: “Si no fueras filósofo, temería desconsolaros diciendo que nuestra vida es 700 veces más larga que la vuestra, pero ya sabéis que cuando llega el momento de reintegrarse a la naturaleza, para reanimarla bajo distinta forma, que es a lo que llaman morir…, lo mismo da haber vivido una eternidad o sólo un día. He conocido países donde viven las gentes mil veces más que en el mío, y he visto que, sin embargo, se quejaban…”
No es necesario salir de la Tierra -o “nuestro mezquino hormiguero”, como lo llama Voltaire- para advertir lo relativo que resulta lo mucho o lo poco que uno puede pensar que tiene de vida, vivida y por delante. También gracias al sitio web Your life on earth de la BBC, sé que a lo largo de mis 50 años de vida, los cuales no me han sido suficientes ni para ser abuelo, un conejo ya hubiera procreado una familia de 86 generaciones; un ratón, de 34, y una mosca casera, de 27,905. Lo anterior, por supuesto, no opaca de ninguna manera la enorme capacidad de reproducción que a últimas fechas hemos demostrado tener los seres humanos: cuando François Marie Arouet, Voltaire, publicó Micromegas, el mundo albergaba una población de poco menos de 800 millones de habitantes, mientras que hoy somos 7.3 mil millones, lo cual implica que de finales de 1964, cuando yo me apersoné por estos lares, al día de hoy hemos aumentado la población en 4.06 mil millones de personas. Y si bien me va, un año antes de convertirme en un respetable sexagenario, en 2024, seré uno más de los 8 mil millones de humanos que pululen la Tierra. Mis probabilidades son favorables, toda vez que la esperanza de vida de medio siglo para acá se ha incrementado en promedio en 16 años. Voltaire, quien nació a finales del siglo XVII vivió, muy bien vividos, por cierto, 83 años. El corazón del genio francés alcanzó a latir poco más de 3 mil millones de veces. Yo llevo 2 mil millones de latidos, y espero que me quede cuerda para rato.
Recomiendo darse una vuelta por sitio web Your life on earth de la BBC (www.bbc.com/earth/story/20141016-your-life-on-earth). Uno ingresa tres datos personales (fecha de nacimiento, género y estatura) y luego de un click se despliega en pantalla una serie de datos, con los cuales se pueden atisbar de mejor manera los cambios que se han gestado en el parpadeo que termina siendo una vida.
@gcastroibarra