Sombras nada más / País de maravillas - LJA Aguascalientes
13/04/2025

Conocí la obra de Suzy Lee gracias a un amigo que me la recomendó hace un par de años. “Es una ilustradora padrísima”, me dijo, y me mostró su ejemplar autografiado de La ola: resultó que Lee había estado en la Feria del Libro de Guadalajara justo el día anterior, y había dedicado un buen rato a firmar libros de sus fans. Llegué tarde: cuando hojeé el libro de mi amigo, Lee ya se había ido, por lo que ni para correr al stand donde tenían sus libros a conseguir uno para ir por mi autógrafo. Claro que, en ese momento, no me afectó: vamos, ni la conocía, ¿cómo iba a entristecerme no tener estampada la firma de una autora desconocida en un libro que no tenía? Diez minutos después, ya me lamentaba de mi gran tardanza: no por la firma o por conocer a Suzy Lee en persona, sino por no haber tenido antes en mis manos esa obra tan imaginativa y hermosa. Luego me consolé porque nunca es tarde para descubrir buenos libros, y menos si son, como en este caso, a prueba de envejecimiento: aunque son libros “infantiles”, cualquier persona con disposición a la maravilla puede enamorarse de ellos.

Así que compré Sombras. Lo elegí por el título y porque me llamó la atención la portada: en fondo blanco, una niña mirando en el piso su sombra, que se continuaba en la de una serie de animales. El único color, aparte del fondo blanco y el trazo negro, era amarillo, apenas en el vestido de la niña y un par de detalles más.

Y ¿qué les cuento? El libro me fascinó. Lo primero que me gustó fue el trazo aparentemente simple, casi minimalista, pero que no por eso resulta menos elocuente: desde la primera viñeta, que nos muestra a una niña prendiendo la luz en un espacio lleno de cachivaches, me enamoré del personaje. Conforme fui pasando las páginas, mi cariño por ella fue creciendo, lo mismo que mi interés por esta historia vagamente parecida a las de la Alicia de Lewis Carroll, sólo que, en lugar de visitar un mundo extraño mediante el cruce de un espejo o cayendo por un agujero, la chiquilla cruza mediante su propia sombra a un mundo poblado de siluetas, no todas amistosas. En todo el libro se mantiene la apuesta cromática de la portada: blanco, negro y amarillo. Y no hace falta más.

Fue hasta que terminé el libro que me di cuenta de que en su mayor parte carecía de texto escrito. Sólo por ociosidad conté las palabras que tiene y, tomando en cuenta el título, la dedicatoria y el crédito de la autora y la editorial, son doce. Nada más. Y eso que una, que además de todo es una onomatopeya (click) se repite. Ah, y tal como me pasó con los tres colores: no hace falta más.

Mientras más lo pienso, más me admira el trabajo de Lee: en Sombras, la anécdota, el diseño, el estilo, son aparentemente muy simples; pero conforme lo piensa y repiensa el lector se va dando cuenta de que tiene su buena complejidad, tanto en la psicología del personaje como en la trama y en la hechura. Me parece que es un libro que se disfruta más cuando se lee en compañía, porque de pronto la maravilla es tanta que hace falta comentarla y compartirla.

Además, por su peculiaridad de no tener texto, es un buen libro para los más pequeños, que aún no leen, y para los que buscan ejercicios creativos: desde el “¿qué está pasando’” hasta el “¿por qué crees que el personaje hizo eso?” y el “¿y tú qué habrías hecho en su lugar?”, Sombras se presta para buenas, largos ratos de poner a trabajar la imaginación.

Desde aquel primer encuentro con el trabajo de Suzy Lee he podido conocer otros de sus libros. En ellos es una constante el enfrentamiento de dos mundos (podríamos decir que el real y el imaginario), seguido de una fusión de ellos para terminar separándolos de nuevo. Sin embargo, el orden restablecido no es exactamente el mismo: algo pasa siempre, algo que nos deja pensando que lo imaginario no es sinónimo de irreal, porque deja siempre algo de su esencia en nuestro lado del espejo. No es de extrañar que Lee tenga una versión, hermosísima, de Alicia en el país de las maravillas, en la que combina su muy particular estilo de dibujo con fotografías. La mala noticia es que, por desgracia, aún no se publica esta Alicia fuera de Italia. La buena noticia, en cambio, es que varios de sus libros (por lo menos tres: Espejo, Sombras y La ola) están disponibles en nuestro país, publicados por Barbara Fiore Editora y distribuidos por Colofón. Ojalá se animen a echarles un ojo: como ya dije, nunca es tarde, pero ¿para qué perder más tiempo?

 



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