Se fue en un vocho, como se fueron los grandes, así se fue El Chanfle, así se fueron Los Beatles, así se fue Herbie. Pero él fue mucho más que ellos juntos. Un hombre valiente, de esos que, a pesar del machismo, ya no hay. Se fue un guerrillero, el abuelo de todos. Yo lo escuchaba hablar en algún evento internacional, en la ONU, en la Fil o en la Universidad de Guadalajara, lo escuché hablar muchas veces y en todas, absolutamente todas, me imaginé a mi abuelo.
No porque mi abuelo haya sido un hombre político ni de discurso fácil, recordé a mi abuelo por ese mensaje que comunicaba su cuerpo encorvado, su bigote y sus ojos. Comunicaba tranquilidad. Aunque mi padre dice que tranquilo era lo último que mi abuelo era. Mujica era un abuelo, el abuelo de los ideales, un hombre que causaba furor donde quiera que se paraba porque sus discursos hablan de todo lo que la gente quiere escuchar, casi un populista, la única diferencia entre un populista y él es que Mujica está parado más cerca de la realidad. La ciudadanía y la aceptación mundial entendían y compartían lo que decía Mujica.
Un guerrillero de joven, encarcelado y libre, dueño de una granja, esposo de una mujer de la que se sabe poco, una mujer que sacrificó el sueño de ser madre por la edad, por la democracia, por la libertad y por los derechos. Un senador muy peculiar y un presidente que dio la vuelta al mundo en un bocho azul. Un bocho azul símbolo de la austeridad de su gobierno. Fue el presidente ejemplo en todo el mundo, el presidente de las frases.
“Al político que le guste el dinero hay que correrlo”
Para José Mujica la política sirve sólo para una cosa, para servir a la Nación. A los que les guste la política les debe gustar estar al nivel del pueblo, escucharlos, atender sus necesidades, ser el hombre de las soluciones y no el de los problemas. Por eso él condenaba tanto los actos de corrupción, por eso su problema de declaracionitis con otros países no amigos de sus frases ni de sus palabras. José Mujica era un hombre incómodo para los políticos.
Y es que los políticos tenían razón, es inimaginable un político, con un sueldo tan amplio como el de los políticos en todo el mundo, ande en un vocho sin miedo a las amenazas. Hace unos días platicaba con un grupo de amigos, que como todos los grupos de amigos, odian hablar de política pero terminan haciéndolo. ¿Que por qué los políticos andan en camionetas lujosas y con seguridad? ¿A qué le temen? Es sencillo, la parafernalia del poder les da el temor a ser normales, a ser de nuevo personas que no cambien sus zapatos hasta que se haga un hoyo en la suela.
Por eso Mujica fue incómodo, porque era un hombre capaz de andar en un vocho, de vivir en la misma casa donde ha vivido toda su vida, de portar zapatos sucios y pantalones despintados, porque no le gusta el dinero, porque le gusta la calle y la gente, le gusta ser sencillo, ser sensible. Mujica incomodaba a políticos que se creen incapaces de volver a andar en un vocho. “Su trabajo les costó llegar a donde están”.
Donó un gran porcentaje de su sueldo y dio la vuelta al mundo al legalizar la marihuana. La política pública que le dio fama internacional. Una política que se basa en la prevención y no en la prohibición, se basa en la libertad de elección y no en el castigo, una política que construye democracia.
Pero a Mujica no se le pude decir nada, es un abuelo. Al menos eso pensamos en otros lugares del mundo. Hay algo raro en el fenómeno Mujica, en el fenómeno de un buen gobernante o de un buen político de frases bonitas. Ese es el dilema del ex mandatario uruguayo. Consulta Mitofsky, casa encuestadora, en su evaluación periódica a gobernantes latinoamericanos pone a José Mujica con 47 puntos, reprobado en cuanto evaluación de gobernantes, abajo incluso de Enrique Peña Nieto, esto para marzo de 2014.
Un dato extraño e interesante de analizar. ¿Qué es lo que queremos de un gobernante? ¿Un tipo coherente, humilde, austero, serio, sensible, cercano a la ciudadanía y preocupado? ¿O un gobernante lejano, de palabras brutas, insensible, que no conoce lo que es la pobreza a cambio de un buen gobierno con desarrollo económico y empleo para todos?
A Mujica se lo llevó la inercia de los gobiernos, no la de los gobernante sin la de los discursos, el partido de Mujica perdió las elecciones en Uruguay no porque Mujica haya sido mal político, sino porque su gobierno no fue capaz de corresponder con sus ideas. Sus ideas son tan grandes que no caben en un gobierno, que no caben en un político, por eso causaban tanto furor.
Quizá algo tenemos que aprender, la utopía no cabe en nuestros políticos ni en nuestros gobiernos, algún día.
MUY BUEN COMENTARIO.