¿Puede en realidad un político como Underwood tener tanto poder? Corrijamos la pregunta. ¿Se puede en un sistema presidencialista desafiar tan impunemente al Congreso? Mi amigo Don Gus de Alba opina que no. En lo personal creo que sí, los sistemas como el de Estados Unidos y el nuestro dan pauta para que pueda ser así. Ya Max Weber en su ensayo La política como vocación daba cuenta de ello, de hecho nada mejor que este escrito del politólogo para hablar de la tercera temporada de House of Cards, la serie de Netflix que ha cautivado a propios y extraños. Es importante aclarar para quien no la ha visto una alerta de spoiler, se hablará claramente de puntos clave de la trama.
Para Weber, el monopolio de la violencia física legítima es el estado, como otras instituciones, es la dominación de hombres sobre hombres, para ello tiene que haber una justificación, históricamente ha sido la costumbre, la autoridad basada en la personalidad y la de la legalidad. Precisamente el centro de la justificación contemporánea del poder es la segunda: el caudillaje, que en nuestras sociedades occidentales crea al demagogo y al jefe de partido, Underwood es el extremo de este supuesto.
Hay algo que la serie toma en cuenta además de este caudillo, es importante el aparato que le ayuda a emplear el poder físico, ese conjunto de personal administrativo y de medios físicos, y es que la vinculación con el jefe viene desde dos aspectos: el pago y el honor, esto solidariza al empleado. Por ello vemos en la saga que el personal que depende de Underwood se encuentra en estos dos aspectos, claro que buscan el dinero, pero el asunto del honor no es cuestión menor; ciertamente, tres de los personajes claves van a romper con el presidente: Remy Danton, Jackie Sharp y, pareciera increíble, su propia esposa Claire, quien lo abandona en un apoteósico final de la tercera temporada.
Me gusta en lo personal la definición de estado de Weber: “asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que para lograr esta finalidad ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los funcionarios que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas”. La lucha de Underwood es para expropiar las jerarquías, imponer las propias. Y de facto la lucha del sistema político es precisamente esto, basta analizar el lema de campaña de cualquier partido político para entender que la búsqueda del poder significa la imposición de la ideología a través de la apropiación de los medios físicos y humanos con que cuenta el estado.
La serie no podría fallar como producto de masas, además de todo el equipo creativo que hay detrás de ella, destacamos la dirección de un grande del cine: David Fincher. Conocido entre los fans del séptimo arte, su lista de productos emblemáticos y de culto es larga: Alien (1997) Se7ven (1995) El club de la pelea (1999) y Zodiac (2007). Recientemente ha destacado en películas como El curioso caso de Benjamin Button (2008) y La red social (2010). De hecho su trabajo en House of Cards le valió el premio Emmy de mejor director para serie dramática en el 2013.
Los políticos profesionales han surgido de diversas capas: la primera fueron los sacerdotes, la segunda, los literatos humanistas; la tercera, la nobleza cortesana; la cuarta, un sector selecto de la nobleza y la quinta, la de los juristas universitarios, precisamente Underwood, un jurista graduado de The Sentinel Harvard University. Cuando nace el estado moderno, el caudillo por excelencia es el demagogo, aunque una de sus principales herramientas es el discurso, su arma fundamental es la palabra impresa, el publicista y el mercadólogo (o como lo llama Weber publicista político) son los representantes más sobresalientes; y es aquí donde Remy Danton y Seth cobran notoriedad, pues el poder político de los Underwood atraviesa por una detallada campaña publicitaria que lo mismo utiliza revistas del corazón que las más grandes cadenas televisivas del país del norte.
House of cards ya es referente cultural, no sólo presidentes como Enrique Peña Nieto y el propio Barack Obama han declarado seguir la serie, es motivo de comentaristas políticos y el propio Spacey narrará un documental sobre campañas políticas en la CNN, algunos ya somos adictos a Monument Valley, el video juego que cautiva en la tercera temporada al ficticio presidente norteamericano. Como leeremos en la siguiente entrega, tal vez esta pasión nace de la relación que jugamos con un Underwood que al hablarnos cara a cara, nos hace cómplices de sus fechorías.