Henriette von Schirach / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento - LJA Aguascalientes
27/06/2024

Una muchacha alemana cuenta que, cuando tenía nueve años, llamaron a la puerta de su casa. Su padre estaba durmiendo la siesta y, por eso, ella fue la que había abierto la puerta interrumpiendo su práctica de piano. Le pidió al recién llegado que esperara a su padre mientras ella seguía al piano. La joven, sin querer, se quejó en voz alta de lo aburrido que resultaba estar todos los días dos horas sentada frente al instrumento. El recién llegado le pidió que le hiciera sitio para tocar algo que resultó ser una movida y alegre polka de Strauss. Ella, de pie, comenzó a bailar, pero el invitado de su padre le dijo que simplemente escuchara. La jovencita era Henriette von Schirach; el invitado sorpresa, Adolfo Hitler, al que la niña había conocido cuando ella tenía nueve años.

Esa misma muchacha, ya bastante más crecida, es la que en 1982 publicó un libro, Frauen um Hitler: Nach Materialien, con todos sus recuerdos y los que recordaba de otras mujeres del círculo interno del führer, traducido al inglés, con el título de Women around Hitler: After Materials, en el que vuelve a insistir en las anécdotas cariñosas del dictador alemán. Ahí se descubre que Hitler se dirigía a ella con el cariñoso “mi solecito”, y es en ese libro donde vuelve a escribir sobre ella, Adolf y la música. “Se daba aires de grandeza con su abrigo de cuero oscuro, su látigo y su Mercedes con un chofer que le esperaba en la puerta. Después de la cena Hitler -en ese momento todavía era el señor Hitler- se sentó ante el piano y tocó algo de Wagner seguido de Verdi. “¿Reconoces el tema de “La Forza del Destino?”. Me trataba de tú porque yo sólo tenía diecisiete y él cuarenta.  Después, tuvo que marcharse y mi padre se fue con él”.

Henriette era la hija del fotógrafo Heinrich Hoffman y de la actriz Nelly Baumann, cuya casa en Schwabing era un bastión del Partido Alemán de los Trabajadores, precursor del partido nazi al que Heinrich se uniría nada más formarse. Aunque la verdadera cercanía de Hoffman con Hitler se daría cuando en 1923 se convertiría en el fotógrafo oficial del dictador a costa del que haría una fortuna vendiendo bustos de su imagen que conseguiría, además, que en 1930 su hija, al mismo tiempo que estudiaba en la Universidad de Munich, trabajara como secretaria del führer. Y, según algunas fuentes, parece que durante algún tiempo Hitler estuvo saliendo con ella, él mismo actuaría como padrino de boda cuando Henriette se casó con Baldur von Schirach, líder de la Liga Nazi de Estudiantes, y el más joven del círculo íntimo de Hitler. Como buena mujer aria, según los nuevos dictados nazis, Henriette tuvo cuatro hijos mientras su marido iba, rápidamente, ascendiendo en la pirámide del poder hasta llegar a ser el representante del führer en Viena, a donde se trasladó toda la familia. Henriette en sus memorias todavía recuerda a Hitler como un “austriaco amigable” y que “sólo quería hacer a los demás felices”.

Su biografía fue como la de los miles y miles de alemanes que durante el ascenso del partido nazi ya la siguiente década colaboraron activamente en los planes de una Europa aria, tanto en el apoyo para el ascenso de Hitler al poder como durante la guerra. Y, como tantos otros, al terminar la guerra, intentaron huir bajo un nombre y un trabajo falsos. En el caso de Baldur lo intentó haciéndose pasar por un escritor, Richard Falk, pero ante lo insostenible de la simulación acabó rindiéndose a mediados de 1945. En los juicios de Nuremberg el marido de Henriette fue condenado a 20 años de condena en Spandau, durante los cuales ella aprovechó para pedirle el divorcio. Ya casada con Peter Jacob, exesposo de la directora de cine proaria Leni Riefenstahl, ella misma encabezó la petición, que sería denegada, de reducir la condena de los tres presos de Spandau, su marido, Rudolf Hess y Albert Speer.

¿Qué hace tan especial a Henriette von Schirach que con semejante biografía no sería sino una más de las fieles esposas a los altos mando nazis fieles al régimen hitleriano? Un solo acto de valentía.

En el documental sobre su esposo se oye una entrevista con ella, en off, en la que recuerda que, estando en Holanda invitados por unos amigos de su esposo, “escuché gritos una noche fuera del hotel y por eso salí a ver qué pasaba. Vi como amontonaban a las mujeres y a los niños judíos en los camiones para deportarlos. Le pregunté a un soldado alemán que estaban haciendo a lo que él contestó ‘Lo que está haciendo Hitler en Holanda está mal, nos estamos haciendo enemigos de los holandeses algo que es un grave error, asegúrese de decírselo la próxima vez que lo visite en el Berghof’”.

En una entrevista para la BBC la misma Henriette explicó la conversación con el führer. “Le dije lo que había visto. Su respuesta fue, ‘Eres una sentimental’. Se puso de pie. Yo me puse de pie y le dije: ‘herr Hitler [en una época en que todos se dirigían a él como führer], no deberíamos estar haciendo esto’. Yo pensaba que podía permitirme decirle eso por todo el tiempo que llevábamos conociéndonos. (…) Despúes Hitler dijo: “cada día diez mil de mis mejores soldados mueren en los campos de batalla mientras que los otros viven y sobreviven en los campos. Eso significa que el equilibrio biológico en Europa ya está equilibrado”. A partir de aquel día ni Henriette ni Baldur volvieron a ser invitados a la residencia privada del dictador alemán.

¿Por qué un monumento para Henriette von Schirach? Porque ella demuestra que un solo gesto -como una sola línea, un solo motivo musical, una sola obra-, aunque no sea suficiente como para redimir toda una vida, sí es lo bastante como para cambiar la perspectiva de esa misma vida.



Show Full Content
Previous Justifica Ccapama tarifas caras por el servicio de agua
Next Fundación Shine Medical and Dental Mission realizará jornada médica con el DIF estatal
Close

NEXT STORY

Close

Cambio de género en actas debe ser legislado a la par que el matrimonio igualitario

22/06/2015
Close