México podrá conseguir un verdadero desarrollo a partir de la fortaleza de sus municipios y sus estados. En la práctica de un federalismo que no condiciona una relación entre poderes e instituciones, y en cambio reconoce y respeta las facultades que cada entidad tiene.
El federalismo es un sistema político que en lo personal me apasiona, porque creo que en esa sintonía que puede darse entre el Gobierno de la República con los demás gobiernos, podremos avanzar en rubros como el desarrollo integral, la buena gestión pública, la justicia social y la inhibición de la corrupción.
Desde la soberanía de los estados y municipios deben protegerse los principios de entidades libres y autónomas sin desatender una estrecha vinculación con el Gobierno de la República bajo la perspectiva del federalismo.
Se debe dejar de asumir posturas de premiar o castigar a los estados y municipios conforme al cumplimento de las metas recaudatorias; o bien el pretender favorecer al partido que condujo al gobierno en turno con el afán de la permanencia.
Necesitamos que las partidas presupuestales contempladas se alejen de las prácticas que tienden al sometimiento de los estados y municipios. Le aporta más a México concretar una relación que sea sinónimo del desarrollo basado en la honestidad, la transparencia y la confianza.
El federalismo demanda asumirse plenamente como una conquista de los mexicanos y con ello, tomar la responsabilidad de seguir trabajando y avanzando en la consolidación de nuestra democracia, así como en la conformación de una sociedad con igualdad en sus condiciones de desarrollo.
En mis funciones en el Senado de la República, tengo el honor de presidir la Comisión de Federalismo, desde donde puedo dar testimonio sobre la poca trascendencia que tiene el tema para la autoridad en el poder.
Desde el inicio de la actual legislatura federal y durante un largo periodo, he encabezado los trabajos de la comisión sin la participación de algún otro compañero con quien pudiera generar un debate plural, pese a que han sido requeridas todas las coordinaciones de las principales fuerzas políticas que integran este poder. Y apenas hace poco la bancada del PRI asignó como secretario al senador Héctor Yunes Landa, a quien por cierto, reitero mis respetos por el compromiso e interés en los temas de esta comisión.
En la Cámara Alta debemos seguir abordando las condiciones para la distribución de los recursos, el ensanchamiento de las facultades, la redistribución de competencias, el fortalecimiento de las instituciones y la participación de la sociedad en todos los niveles de gobierno; sólo así estaremos fortaleciendo el federalismo. Ahí sí estaremos trabajando con una unidad nacional, que no se ve por ninguna región de este país.
Mientras el federalismo no sea la práctica que ciñe y enaltece la relación entre el Gobierno de la República con las entidades y los ayuntamientos, siempre estaremos navegando contra corriente y se mantendrá sin prosperar cualquier iniciativa que pretenda la hegemonía en el desarrollo.
Hay que entender que México está propenso, más que nunca, a padecer un centralismo que sólo provocará el dominio de las decisiones que corresponden a los estados y los municipios. Un control absoluto que indudablemente afectará a la propia ciudadanía pues nadie sabe más lo que le duele y necesita un pueblo que sus gobernantes directos.
Basta analizar ejemplos cercanos para entender esas pretensiones. El plan del gobierno de Enrique Peña Nieto por el llamado Mando Único como lo plantea, no es más que un atentado al federalismo, al querer apoderarse de los ayuntamientos con la mera sospecha de algún vínculo con el crimen organizado.
No se puede llamar federalismo, quitarle a los estados la facultad de organizar sus elecciones; así como la nómina de empleados de la Secretaría de Salud y Maestros, para que se les pague desde el Distrito Federal, y que en un futuro los municipios tengan que hacer convenios con los gobernadores para poder cobrar su predial, bajo el pretexto de que son ineficientes.
Debemos considerar la falta de crecimiento económico del país como un atentado adicional al buen desempeño del federalismo mexicano.
No cabe duda que tanto el primer recorte al gasto público como el que ya se tiene programado para el próximo año, vendrán a restringir los planes de infraestructura en los estados y municipios.
Aún no tocan fondo la baja en los precios internacionales del barril de petróleo ni el encarecimiento del dólar; y tal como lo había anticipado, es previsible que el segundo gasto programado se anticipe al año 2016.
En el federalismo como en muchos otros temas que involucran a la clase política, advertimos del término voluntad en los gobiernos para alcanzar los objetivos que demanda la ciudadanía.
Por ello, estaremos insistiendo en hacer valer esta doctrina política que olvide plataformas centralistas para que atienda exclusivamente el beneficio de la nación. Aún y con la apatía oficial sobre el tema, la seguiremos impulsando para que revierta los efectos de las fallidas políticas económicas que tanto nos lastiman.
México requiere un sistema político que atienda la competitividad del país a partir del fortalecimiento de los municipios con proyecciones estatales y regionales, que permita programas y acciones de infraestructura pública urbana y rural, y eso, insisto, se logrará con el federalismo, ajeno a la corrupción y apegado a la corresponsabilidad.