Me llamó mucho la atención que el día de ayer, Día Internacional de la Mujer, en redes sociales y en actos públicos se “festejara” y “felicitara” a las mujeres por el simple hecho de serlo.
El día se ha convertido, como desgraciadamente muchos otros, en festejos que usan los dueños mercadotecnia para vender algo: San Valentín, Día de la Primavera, Día de la Madre, Día del Padre, Día de la Familia, Navidad, etcétera.
Y ante el desconocimiento de la historia de esta conmemoración, lo primero que hacemos es extender esa felicitación de cualquiera de esos días, ahora para las mujeres que tenemos a la mano: “Feliz Día de la Mujer”. Y perdemos todo el sentido político y humanista de la fecha.
Partidos políticos y figuras públicas por igual repartieron rosas en cruceros, con su correspondiente “foto pa’l feis” en donde felicitaban a todo el género femenino por igual.
Algunos Don Juanes trasnochados incluso aprovecharon la fecha para exaltar de las mujeres que los oyeran o leyeran, lo que, precisamente, significa todo lo contrario que el 8 de marzo: “Feliz día a ese ser hermoso que creó Dios, lleno de dulzura, belleza y gracia natural.”
No se tiene claro qué hizo que el 8 de marzo se considerara como Día Internacional de la Mujer, probablemente una convención en las primeras mujeres trabajadoras en el mundo que exigían -y exigen a la fecha– trato igualitario en un mundo laboral controlado por el varón.
Hay quien hace referencia a una supuesta manifestación de mujeres trabajadoras en Nueva York, a finales del Siglo XIX, en contra de la diferencia salarial y de duración de la jornada con sus pares varones. Algunas fuentes señalan que la marcha fue reprimida por la policía, y las participantes arrestadas. Esta historia no ha podido ser confirmada por fuentes históricas confiables.
Los primeros registros de eventos de este tipo se dieron en la europa de inicios de siglo XX, con grupos de mujeres trabajadoras exigiendo trato igualitario, pero principalmente el derecho al sufragio que tenían negado.
Es decir, el Día de la Mujer inició siendo el Día de la Mujer Trabajadora, exigiendo igualdad de derechos, tanto en lo laboral como en lo político (lo primero es de cualquier manera una forma de política).
El 8 de marzo de 1917, unos meses antes de la caída del último zar ruso Nicolás II, un movimiento que exigía, precisamente, el sufragio femenino, fue reprimido por su gobierno, dando lugar a la fecha que a partir de entonces se consideraría un logro comunista (derivado del triunfo de este régimen sobre el del propio Nicolás II), pero no tenía un sentido feminista, sino de lucha política igualitaria.
En los años 60 el movimiento feminista norteamericano rescató la fecha, le quitó lo comunista y la enarboló como un día en la lucha por ese movimiento. En 1975 la Organización de las Naciones Unidas lo proclama como el Día Internacional de la Mujer trabajadora.
México fue el último país de América Latina en consolidar el derecho al voto femenino.
Tres días después de la toma de posesión de Adolfo Ruiz Cortines, el 4 de diciembre de 1952 el Partido Acción Nacional solicitó que se consolidara esta antigua exigencia.
Así, el 17 de octubre de 1953 fue publicado en el Diario Oficial de la Federación un decreto que reformaba el artículo 115 Constitucional para que las mujeres tuvieran derecho a votar y ser votadas para puestos de elección popular en los municipios.
Para llegar a este logro hubo varias batallas que se tuvieron que sortear. Desde 1916, en los debates previos a la Constitución que se concluiría al año siguiente, hubo peticiones de que se incluyera a las mujeres en el sufragio mexicano.
El 9 de diciembre el presidente Ruiz Cortines presentó su propia iniciativa de ley, y ya siguiendo el dedo del gran elector, la mayoría priista en el Congreso aprobó desde 1954 que la mujer obtuviera el derecho a votar en todas las elecciones.
El 3 de julio de 1955 fue la primera vez que la mujer mexicana emite su voto en unas elecciones federales a fin de integrar la XLIII Legislatura del Congreso de la Unión.
Pero hoy repartimos felicitaciones, abrazos, y piropos galantes.
Cada 8 de marzo, en el Día de la Mujer, mi sugerencia es no felicitarlas ni festejarlas. Cada 8 de marzo, pensemos qué nos falta como sociedad para hacer un mundo más igualitario, con menos discriminación y más justo entre géneros.
El resto del año, todos los días celebrémosles su condición de mujeres, madres, hijas, hermanas, esposas… pero el 8 de marzo conmemoremos la lucha de la mujer por la igualdad. Nada más, pero nada menos.
Twitter: @manuelcortina [email protected] www.manuelcortina.com