Se llama Felipe, sí, creo que ése es su nombre. Me detuvo en la calle el otro día, lunes o martes de la semana pasada, exactamente en la puerta del Museo de Arte Contemporáneo, yo iba a cruzar la acera y escuché mi nombre, se presentó conmigo por eso es que recuerdo su nombre, Felipe, lo primero que pensé fue: “no lo conozco, pero se llama igual que el personaje de Aura de Carlos Fuentes, Felipe Montero”, no sé, se me vino a la mente ese pensamiento aunque definitivamente no me imagino al afrancesado Montero de la misma complexión y mismo aspecto que mi interlocutor. Me preguntó si tenía planeado ir al concierto de la Banda Chicago y pues claro, le contesté que sí. En pocas palabras me contó una anécdota que no deja de ser interesante, sobre todo si la vemos a retrospectiva. En 1974 la Banda Chicago vino a México por primera vez, eran, por supuesto, los tiempos más solventes, más sólidos y más intensos de Chicago, eran los tiempos de discos como el VI y VII, ya ves que esta agrupación ordena sus producciones discográficas en secuencia cronológica, muy pocos son los que tienen formalmente un título, como el primero Chicago Transit Authority, el triple en vivo Chicago at Carnegie Hall, y el más reciente, se llama Now, no recuerdo algún otro, probablemente lo haya, pero no lo recuerdo.
En fin, el asunto es que esta persona, Felipe, ¿te acuerdas que te estaba platicando de él? me decía que cuando Chicago vino en aquella ocasión a México tenía su boleto ya entre sus manos y llegó puntualmente al Auditorio Nacional, todavía era menor de edad, así que a uno de los policías que andaba por ahí, me imagino que comisionado a ese evento, le pareció inapropiado que un imberbe adolescente tuviera pretensiones de escuchar en vivo la música de Chicago. Me platicó que le dijo: “esta música no es apropiada para ti”. Por Dios, cómo es esto posible, ¿un guardián del orden público diciéndole a un ciudadano qué música debe escuchar? Que alguien me explique porque no entiendo. ¿Sabría acaso el policía qué era la Banda Chicago? Seguramente no, estoy seguro que no tenía ni la más remota idea, de haberlo sabido, y siendo un poco inteligente, o sea, no hay que ser un genio, habría recomendado, con toda la convicción, escuchar la música de estos siete estadounidenses, la buena música siempre es recomendable, aun para los ignorantes que creen saberlo todo.
Eran los tiempos, poco después del Festival de Avándaro, que el rock, en cualquiera de sus manifestaciones, era visto con recelo y temor, como si fuera cosa del diablo, inapropiado para los decentes jóvenes de la clase media mexicana. Pero no entiendo, necesito que alguien me explique, para mí está clarísimo, más claro que el agua, que la buena música siempre será buena aunque las grandes masas no la escuchen, y la mala música siempre será mala aunque sea la música de las masas, o lo es precisamente por ello, no sé, lo cierto es que independientemente de nuestros muy respetables gustos musicales, tenemos que respetarlos, ni modo, sí hay buena y mala música, el asunto no es, como muchos sostienen, asunto subjetivo. Pero en fin, ya habrá ocasión de degustar un banquete aderezado por esos polémicos pero apasionantes tópicos, el banquete de hoy tiene, o al menos lo pretendo, una sazón diferente.
La Banda Chicago es una de las agrupaciones más longevas que existen, han tocado para varias generaciones, originalmente de jóvenes, ahora ya no tan jóvenes, sus fans han crecido con ellos, han envejecido con ellos, pero al mismo tiempo han conquistado nuevas generaciones, por lo mismo, la buena música siempre termina por imponerse, aun cuando los medios de comunicación no ofrecen espacios suficientes para su difusión, y no me refiero concretamente a la Banda Chicago, sino en general a la buena música.
La mejor época de la banda Chicago fue aquella en la que encontramos a Danny Seraphine en la batería, Peter Cetera en el bajo y voz, Terry Kath en la guitarra y voz, Robert Lamm en los teclados y voz, y los tres metales que dan identidad al sonido de Chicago, Lee Loughnane en la trompeta, James Pankow en el trombón y Walter Parazaider en los instrumentos de viento, básicamente saxofón y flauta traversa, además de cantar ocasionalmente, y mi disco favorito es el primero: Chicago Transit Authority, que tiene verdaderos monumentos sonoros, como por ejemplo, “Does anybody know what time it is?”, “Beginnings”, “Questions 67 and 68”, o aquella inmensa composición de Terry Kath llamada “Free from Guitar”. Recuerdo que esta canción provocó el enojo de uno de esos jefes que he tenido en mis andanzas en radio, fue hace algunos años, cuando acababa de salir al aire la estación de radio 92.7 en frecuencia modulada, puse esta canción de Terry Kath y al director general no le gustó, este señor tenía la extraña idea de que lo que a él no le gustaba, a nadie debería gustarle, en otras ocasiones se molestó porque presenté “Light my fire” de The Doors y otra por “Moby Dick” de Led Zeppelin. De verdad, que fea es la ignorancia. Pero bueno, si a un policía no le pareció decente que un joven asistiera a un concierto de la Banda Chicago, a este funcionario, del que ni siquiera vale la pena mencionar su nombre, consideró indigno a The Doors, Led Zeppelin y Chicago para ser presentados en la naciente estación de radio. Como sea, creo que ahora no habrá un oficial de policía que le diga a Felipe que esta música no es apropiada para él.
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