Jorge Emilio González, El Niño Verde, Luis Miguel y Roberto Palazuelos, las abusivas Ladies de Polanco y Lady Profeco, y los varios hijos de gobernadores y líderes sindicales que suben fotos a Facebook de sus Ferraris y sus fines en Bahamas y Barcelona… ¿Qué tienen todos en común? O su insistencia en impunidad, su alarde de estilos de vida jet-set y cuerpos bronceados hasta anaranjados, o su ostentación de un sentido de privilegio que incluso cae en un abierto racismo, todos son síntomas de una nueva etapa en la evolución política, económica y social de México. Todos ilustran la llegada de un “Mirreynato”.
Esa es la palabra indicada. Hace poco más de dos siglos se concluyó el Virreinato, una época caracterizada por enormes desigualdades, una rígida jerarquía socio-racial, frecuentes abusos de poder y un lavado de cerebro colectivo que facilitó el elogio de todo europeo. Ahora vivimos en un Mirreynato, donde las mismas tendencias se lucen, sobre todo en las actividades desvergonzadas de los muy ricos y muy consentidos “mirreyes”. Acabada la dictadura perfecta del PRI -que cualquiera que fueran sus defectos intentó por su retórica promover una sociedad igualitaria-, las divisiones sociales y los privilegios de unos cuantos sobresalen en todo su ridículo esplendor.
Tal es la tesis del entretenido, pero perturbador, libro de Ricardo Raphael Mirreynato. La otra desigualdad (Planeta/temasdehoy). Los que conocen al autor por su programa televisivo de entrevistas, Espiral, ya saben que Raphael tiene el don de tratar temas serios con una bien equilibrada mezcla de análisis agudo, preguntas perspicaces y un toque de humor. Estos aciertos, sobre todo el último, están de nuevo evidentes aquí.
El mes pasado reseñé El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, un tomo grande que nos aconseja con base de un enorme rango de investigación económica del peligro social de un mundo cada vez más desigual. Raphael, que varias veces cita a Piketty, aplica la misma preocupación al caso específico de México, pero en 299 páginas de fácil y frecuentemente ingenioso lectura.
Abre con la historia del joven Jorge Alberto López Amores, hijo del procurador de Justicia de Chiapas, quien durante el Mundial de 2014 se lanzó de un crucero en un intento aparatoso de detener el barco. En la versión de Raphael, su brevísima aventura constituye una pequeña historia moralista: lo que sucede cuando el dinero sospechosamente acumulado, el egoísmo varonil y el alcohol convergen. “¡Voy a hacer historia!” declaró a los testigos. Concluye el autor: “Dicho lo anterior tomó vuelo y brincó en dirección al mar que, doce segundos y cincuenta metros después, se la tragó sin devolverlo nunca más a la superficie”.
“Mirryenato” está lleno de oraciones igualmente amenas. Entre los diez criterios que nos permiten distinguir a un mirrey, leemos: “Los mirreyes no acuden a la escuela para adquirir conocimientos, sino conocidos”. En su insistencia en mantener una vida socialmente exclusiva, el mirrey “es un personaje que intenta volar sobre lo que percibe como un pantano, y en el intento por no manchar su plumaje despoja al otro de su dignidad”. (Aludiendo de nuevo a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, se podría añadir que el mayor éxtasis de su juventud ocurre cuando un mirrey se vea en el espejo.)
Raphael nos ofrece mucho más que una guía a las características y actividades de Mexico’s Most Frivolous. La verdadera cuestión es lo que está pasando en el país que permite el florecimiento de tales comportamientos. Por un lado, han surgido desde finales de los noventa varios canales de difusión cómplices en la cultura de una vanidad desenfrenada: revistas como Quién y Clase y redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram. (¿Hay por cierto otro título tan odioso como Quién. Piénsalo: si no estás en Quién, implica la palabra, eres Nadie.)
Por otro lado, han empeorado varias tendencias ya arraigadas en la sociedad mexicana, a las cuales Raphael dedica una serie de capítulos sencillamente titulados y bien evidenciados: Impunidad, Corrupción, Discriminación, Desigualdad y Mala educación. Se puede debatir si estos problemas realmente son más graves que nunca, como alega el autor. La impunidad y la discriminación, por ejemplo, más difícilmente se probaron en décadas cuando faltaron una prensa más o menos libre y la ubicuidad de celulares con cámaras, listas para grabar los exabruptos de los irónicamente llamados Ladies y Gentleman adinerados.
Pero sí es cierto que estas tendencias jamás han sido tan visibles. No sólo le da a México una mala reputación en el extranjero, ampliamente documentado aquí (encontramos que algunos hoteles de lujo en Madrid ya no admiten a jóvenes mexicanos por las dañinas borracheras que han sufrido a manos de ellos). También fortalecen la percepción entre el público local que hay dos Méxicos: uno de privilegios y exenciones para los muy ricos, y otro de reglamentos legales, obstáculos sociales e indignidades cotidianas para los demás.
Un mirreynato, uno se da cuenta, es otro término para una plutocracia: una nación dominada por un reducido círculo de los más acaudalados. Uno termina este libro sintiendo algo del olor de Cuba en 1958, de Francia en 1788, o aún de México en 1909. Todavía estamos lejos de esas circunstancias prerrevolucionarias, pero, tanto las actitudes abiertas de los mirreyes, como los índices económicos que miden la desigualdad son desalentadores, y cada mes nos enteramos más de los abusos de políticos autoenriquecedores.
@APaxman
Historiador, CIDE Región Ce