Política en escarlata / Juego de abalorios - LJA Aguascalientes
21/11/2024

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A Gregson y Lestrade no les agradará nada enterarse de que Jefferson Hope ha muerto. Si bien ellos hicieron poco para atraparlo, la noticia de la detención del asesino podría servir para impulsar sus carreras en la policía y darles notoriedad. Con su muerte, la atención mediática que el juicio atraería se ha esfumado, aunque de cualquier manera se llevarán el crédito por la investigación. Watson no entiende por qué se habrán de beneficiar ellos, en realidad quien ha resuelto el misterio y ha atrapado al estadounidense vengador ha sido Sherlock Holmes. Éste, sin embargo, prefiere mantenerse al margen de la fama y no tiene problema en que sean los detectives quienes reciban el aplauso. Watson confiesa su escepticismo y Holmes responde: “En este mundo, lo que importa no es lo que hagas […] La cuestión es qué puedes hacerle creer a los demás que hiciste”. Al final, Gregson y Lestrade, oficiales de Scotland Yard, son señalados como héroes por los periódicos, y Holmes es visto como un prometedor amateur. Todos contentos.

En este mundo, lo que importa no es lo que piensas o los principios que defiendes. La cuestión es qué imagen presentas a los demás. La cuestión es cuántos votos te ganan tus comerciales. Los partidos afilan las uñas para la campaña y hacen calistenia mercadológica recordándonos su lugar en el espectro de la política.

Maldita la hora en que a un partido se le permitió llevar el nombre de un color; así como lo llevan aquí. Originalmente la ideología de los partidos “verdes” no es cromática, sino ecologista. Su nombre responde a la asimilación del mentado color con la naturaleza. Acá, amantes de señalar lo evidente, nuestros verdes se apellidan ecologistas. Sin embargo, el problema no es meramente el cariño por la obviedad, la cuestión es que, independiente de su carga metafórica, el “verde” se convirtió en la marca del partido. No hay pensamiento ni principios, hay “verde” -que presume sus propuestas de ley para detener la violencia contra los animales llenando las pantallas de cine con… escenas de violencia contra los animales-. Y, con euforia de planillas de secundaria, otros lo secundaron y terciaron. Llegaron los “naranjas”, que piensan “naranja”. Los “azules” y los “amarillos”; y ahora hasta los “turquesa”.

“Madre o trabajadora, turquesa. Déjame adivinar, tú también eres turquesa, a huevo”. Y sí, ésa es la idea que una de las instituciones partidistas del país intenta vender, son turquesa; es decir, nadie tiene ni idea -pero dicen “a huevo”, pura profundidad democrática-. Qué defienden, turquesa. En qué creen, turquesa. Cómo pretenden mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, turquesa. No falta mucho para ver candidatos con corbatas o blusas turquesa. Vamos, si es la identidad.

“Pasan los años y la historia se repite. Pero no, lo que se repiten son los errores. En cambio hay cosas que no sólo se repiten, siguen siendo lo mismo”. Al parecer, escribir con amarillo no es de Dios, o de hablantes de español. En tres enunciados, este anuncio se da el lujo de presentar dos conectores adversativos para generar un laberinto gramatical, y espantoso. Para colmo, la propuesta es “queremos ser tu voz”. No, gracias, así nadie nos va a entender. El detalle tierno es que el comercial, según versiones de sus apologistas, fue “censurado” porque presentaba a López Dóriga, otro maestro, maestro de la elocuencia.

“En un país donde el cambio ya comenzó […] Y otras cosas buenas están por venir […] Pronto, muy pronto, vas a disfrutar más tu vida. Y todavía hay más”. Ok, no es difícil saber quién está en el poder. Los tricolores: pura cosa buena, disfrute y aún hay más. El país va viento en popa porque llamaremos por teléfono diario, mandaremos emails y el mejor maestro del mundo -de acuerdo con su esposa- pasó su examen.

“México no va por el camino correcto, está herido por la violencia, manchado por la corrupción, detenido por la economía”. Y los azules se confundieron de partido o se olvidaron de sus presidentes. Claro, en tres años a todos se nos olvida cómo y cuándo comenzó la sangre a pasto.

“El 9 de julio de 2014 es una fecha histórica para México”. Ese día un partido nuevo se registró y sus militantes, ni tardos ni perezosos, se deshicieron de la humildad y ya piensan en hacerse una avenida a lo Buenos Aires, o entienden de manera extraña la palabra “histórica”. Eso sí, verdades dicen, ni cómo negarles que es “su partido”.


Gregson y Lestrade eran incapaces de resolver el asesinato de los señores Drebber y Stangerson; pero supieron aprovechar su papel como detectives de Scotland Yard -y la indiferencia de Holmes- para hacer creer a la opinión pública que ellos habían encontrado la solución. Qué ideas sustentarán las acciones de los partidos políticos será, en los meses que vienen, menos importante que el provecho que puedan sacar de lo que nos hagan creer, y de nuestra indiferencia.

 


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