Hace algunos años que la posibilidad de utilizar el Internet como herramienta educativa ha deslumbrado a miles de profesores y departamentos académicos. Libros, artículos, estudios se han publicado acerca de los recursos que habrán de desarrollarse para aprovechar al máximo las nuevas tecnologías. Plataformas modernísimas, cuestionamientos acerca de la naturaleza de los “libros”, el encantamiento de los nuevos medios, pululan en la discusión. Entre los muchos nuevos términos que han surgido en este contexto, está “objetos de aprendizaje”. La discusión es a tal grado apasionada y especializada que incluso hay artículos, prólogos e introducciones acerca de la definición del término; millares de páginas se han escrito acerca de los “objetos de aprendizaje” y un porcentaje importante están dedicadas simplemente a definir qué es eso. En México no nos quedamos atrás, libros gigantes se han elaborado en el mismo tenor, libros que, dicho sea de paso, le aseguran a los investigadores que los realizan su dotación de recursos del SNI. Mientras tanto:
En 2003, el grupo Lifelong Kindergarten, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, desarrolló Scratch, una herramienta para el desarrollo de animaciones, juegos y experimentos escolares, que permite introducir a los niños, y adultos también, a los lenguajes de programación. A partir de 2006, el programa está a disposición de los usuarios y desde 2007 es posible compartir en una comunidad los proyectos realizados por los estudiantes de manera que pueden ser editados, modificados y mejorados. El programa y la inscripción a la comunidad son gratuitos; los proyectos que se comparten también deben serlo y el único requisito para tomar el trabajo de alguien más y modificarlo es dar crédito.
Desde 2009, el sitio web de la Universidad de Harvard hospeda la comunidad educativa ScratchEd. Ahí, profesores y padres de familia comparten su experiencia, consejos y anécdotas sobre la utilización de Scratch en la escuela y el hogar. Los recursos son muy variados, hay libros completos, artículos, videos, narración de experiencias por parte de educadores, coordinadores de campamentos de verano de programación, etc. La pertenencia a la comunidad es gratuita, la mayoría de los recursos que se comparten ahí, también.
Snap! fue desarrollado por la Universidad de Berkeley. Es una versión modificada de Scratch con algunas funciones avanzadas. Fue diseñado para enseñar a estudiantes de preparatoria y primeros años de la universidad los principios básicos de la programación de computadoras. Esto es posible gracias a que hacer modificaciones a Scratch está permitido, claro, lo único que se requiere es que se otorgue el crédito correspondiente.
Khan Academy, Coursera y Academic Earth son tres de los sitios más conocidos en los que es posible encontrar cursos gratuitos que cientos de universidades comparten con los usuarios. Una cantidad importante de tales cursos consisten en la publicación en video de clases presenciales. Entre las universidades que comparten materias completas con, literalmente, el mundo, se encuentran el MIT, Harvard, Berkeley, Yale, Stanford, Princeton. En algunos casos, además de la versión en video, es posible encontrar la transcripción de las sesiones, el programa del curso e incluso el material bibliográfico que se utiliza (con los permisos de uso gratuito correspondientes). Lo cierto es que un porcentaje importante de los cursos presentan a un profesor frente a grupo utilizando un pizarrón y gises. Eso sí, profesores eminentes que dictan clases deslumbrantes.
Ni en los sitios dedicados al lenguaje de programación para niños, ni en los sitios de divulgación de cursos gratuitos es fácil encontrar debates, cuestionamientos y obsesivos estudios acerca de qué es un objeto de aprendizaje o de qué manera las nuevas herramientas suponen una modificación del paradigma educativo de los últimos siglos. Lo que se nos presenta es conocimiento y herramientas para obtenerlo. Entiendo que los análisis acerca de la naturaleza de la educación en el siglo XXI sean pertinentes, pero mientras acá seguimos deslumbrados y publicando con la única intención de no perder el financiamiento; los proyectos de cooperación entre universidades para brindar recursos sin afán de lucro a educadores de primaria o los cursos filmados dictados por los grandes profesores mexicanos siguen brillando, mucho, por su ausencia.
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