Hay acontecimientos que marcan por diversas razones el devenir de la historia, se convierten en referentes y en antecedente de un cambio en el status quo que, al ocurrir paulatinamente, se incorporan para revolucionar la forma de vivir y el destino de naciones enteras. Así, Mijaíl Gorbachov se convirtió en un revolucionario cuya aportación se centró en dos términos muy concretos: la perestroika y la glásnost, conceptos que dieron a la entonces Unión Soviética la oportunidad de reinventarse en los ámbitos cultural, económico e incluso moral.
Este capítulo histórico ha sido recurrente en estos días para mí, con motivo de la discusión que nos lleve a concretar una verdadera Ley General de Transparencia en el Congreso de la Unión, por lo que respecta a sus motivos y antecedentes, que guardada la proporción, no distan mucho de lo que nuestro país necesita para transitar hacia nuevas condiciones en diferentes esferas de la vida pública que necesariamente afectarán al ámbito privado, familiar e individual.
En la URSS, se transformó la ideología de 75 años de un Partido Comunista con vicios arraigados, corrupción y descontento social. En su obra, Gorbachov asegura que “la política es el arte de lo posible, más allá de los límites de lo posible comienza la improvisación”, por lo que reconoció el valor de administrar y planear esas posibilidades para lograr la reestructuración real y palpable que llevara a su país a vivir con mayores alcances de desarrollo democrático.
La glásnost, cuya interpretación es la transparencia informativa, es un concepto amplio que contempla la apertura en los asuntos públicos, que en nuestro país, incluso cuenta con la garantía de ser un derecho. Entonces ¿por qué no fincar en este concepto también la reestructuración que México necesita? Pensando justo en esto, en el Senado la fracción panista apostamos al impulso de una ley en la materia que se conciba en sí misma con transparencia, no puede ser de otra manera si lo que se desea es que constituya un útil instrumento de transformación en un escenario que apunta a la ingobernabilidad.
Renovar a una sociedad que cada vez vota menos y cada vez se queja más es un trabajo que ha de comenzar por las estructuras institucionales y los distintos órganos de gobierno sin simulaciones, como ya he mencionado, con respeto a una ciudadanía cada vez más consciente de lo que sucede en su entorno próximo y al otro lado del mundo, por lo que he propuesto que la discusión tenga completo acceso para la población interesada, desde sus documentos, hasta la propia transmisión del debate en el Canal del Congreso.
Es perder el tiempo y un engaño a ultranza emitir un instrumento jurídico que no prepara el terreno para asegurar la dignificación del quehacer público, eso no abona a la participación y, por el contrario, genera cada vez más apatía y rechazo. Ese ánimo no permite involucrar a la sociedad hacia el desarrollo.
Hay quienes se empecinan en pretender que México sigue siendo una nación sin consciencia, a la que fácilmente se puede dar la vuelta con la retahíla del “nada pasa y lo que pasa, en el pasado queda”, no obstante, estoy convencido de que para la glásnost, estamos más que listos.
*Coordinador del grupo parlamentario del PAN, senador de la República por Aguascalientes. Sus bases formativas son la Contaduría Pública y el Derecho, desde donde ha ejercido apasionadamente el servicio público, la política y la representación social como férreo militante de Acción Nacional.
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