El precio internacional del barril de petróleo ha bajado drásticamente. En enero del 2014 el precio por barril se cotizaba en US$90 y en este año se cotiza en alrededor de US$39. Estamos hablando de una baja aproximada del 56 por ciento. Como es bien sabido, nuestras finanzas públicas, históricamente, han dependido fuertemente de los ingresos petroleros entre un 30 y 40 por ciento. Esto es harto.
Ni el gobierno (que debiera cobrar los impuestos y legitimarlos con mayor seguridad, más y mejor educación, más y mejor salud, más y mejores condiciones de vivienda) ni nosotros como sociedad (que tenemos la responsabilidad ciudadana de contribuir) hemos sido capaces de superar esta dependencia.
Siendo un país con un PIB per cápita cercano a los 16 mil dólares, mantenemos una paupérrima carga tributaria que apenas llega al 19.7 por ciento del PIB. Países con los que nos gusta compararnos -esto desde 1994 que entramos a la OCDE- cuando tenían un PIB per cápita similar al nuestro, sostenían cargas tributarias mucho más altas (ver tabla). Es evidente que nuestro fracaso de establecer un sistema tributario justo y eficiente ahora nos deja vulnerables ante esta preocupante baja del precio del petróleo.
Tabla. Carga tributaria de países OCDE con PIB per cápita similar al actual de México (US$16,856)
País | Año | Carga fiscal |
Noruega | 1988 | 42,2 |
Francia | 1989 | 41,5 |
Alemania | 1988 | 36 |
Reino Unido | 1989 | 34,2 |
OCDE | 1990 | 32,2 |
España | 1995 | 31,3 |
Estados Unidos | 1984 | 24 |
México | 2013 | 19,7 |
Fuente: elaboración propia con datos de la OCDE.
Sumergidos en este fracaso, cuando los precios internacionales del petróleo suben los ingresos petroleros suben y las finanzas públicas se solventan. Respiramos. De lo contrario -siempre con visión cortoplacista- se emplean instrumentos de estabilización confiando siempre en que los precios volverán a la normalidad. Hacemos lo posible por respirar. Lo malo es que las proyecciones hoy nos muestran que los precios bajos del petróleo se mantendrán un buen rato. Nos podemos ahogar.
Como consecuencia el gobierno reaccionó con medidas de recorte al gasto público, enfatizando que no se aumentarán impuestos ni la deuda pública. El secretario de Hacienda anunció que el ajuste del gasto será de 124.3 mil millones de pesos, de los cuales 52.3 serán propios de las dependencias y entidades de gobierno, 62 de Pemex y 10 de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Se argumenta que la mayor parte del ajuste será en gasto corriente (65%) y sólo un 35 por ciento será en gasto de inversión. Aquí el economista Gerardo Esquivel (Milenio, 04/02/2015) señala con bastante pertinencia que esto no puede ser tan así porque la mayor parte del gasto de Pemex y la CFE es gasto de inversión.
El Gobierno anticipa que el efecto de este ajuste en la productividad será marginal, incluso dentro del rango estimado de crecimiento del PIB (3.2 al 4.2%). No obstante, y siguiendo a Esquivel, si consideramos el gasto de Pemex y la CFE en su mayor parte como gasto de inversión, el impacto podría reflejarse en una disminución del crecimiento superior al 1 por ciento, lo cual dejaría la economía por debajo del rango estimado.
No es prudente aumentar impuestos en este momento, coincido. Pero percibo cierta negación política a conversar del tema. En un país tan desigual en oportunidades y distribución del ingreso, los impuestos son un medio razonable para hacer que contribuyan en mayor proporción quienes más se han beneficiado del patrimonio, el capital (social y económico) y las instituciones que han permitido su acumulación. Un esquema impositivo equitativo e incluyente es vital para lograr la armonía social. El Gobierno Federal debe hacerse cargo de la discusión y así impedir que se satanicen los impuestos.
Por otro lado, es interesante señalar que el secretario de Hacienda ostentó que existe solvencia para enfrentar cualquier contingencia en los mercados financieros internacionales, principalmente por dos razones: un alto nivel de reservas internacionales (193 mil millones de dólares) y una línea de crédito flexible cortesía del Fondo Monetario Internacional por 70 mil millones más. No olvidemos que el Fondo Monetario generalmente facilita créditos a cambio de que se adopten ciertas medidas de austeridad vinculadas a reducir el gasto social y los impuestos. Según la evidencia (Rusia, Grecia y países asiáticos algo nos podrán contar) estas recetas no han hecho más que aumentar la desigualdad social y los niveles de pobreza en todas sus dimensiones (ingresos, salud, educación y vivienda), sin presentar mejoras sustanciales en la economía.
Para finalizar, en el anuncio de las medidas también llama la atención que se haya anticipado que el esquema del presupuesto público para el 2016 será base cero. Esto significa que los presupuestos de años anteriores no se tomarán en cuenta y las modificaciones en cuanto montos y programas serán estructurales. Esto último es considerable porque -en el mejor de los casos- se podría esperar un aumento significativo (no comparable) en programas nuevos o, en su defecto, una profundización del recorte del gasto afectando, ahora sí, en mayor medida el gasto social (educación, salud y vivienda) y de inversión.
A propósito, en estos días Obama envió al Congreso su propuesta de presupuesto para el año fiscal 2016. En éste se contemplan casi 4 billones de dólares y una ruda alza de impuestos con la finalidad de aumentar el gasto público.
Fuentes:
OECD (2014), “Tax revenue” (indicator). DOI: http://dx.doi.org/10.1787/d98b8cf5-en
(Accessed on 04 febrero 2015)
OECD (2015), Gross domestic product (GDP) (indicator). doi: 10.1787/dc2f7aec-en (Accessed on 04 February 2015)
Twitter: @ruelas_ignacio