Malvaviscos / Minutas de la sal - LJA Aguascalientes
23/11/2024

El año pasado, cuando el invierno estaba en pleno, una mujer me contó que había logrado aminorar la tos de su hijo pequeño gracias a un remedio casero que le había dado otra mujer. Le daba al niño, antes de irse a la cama, un vaso de leche caliente en el que dejaba disolver un gran malvavisco. Claro, justo después de darle el jarabe para la tos. No creí que el malvavisco tuviera algún poder mágico, supuse que la bebida caliente abrigaba al niño o simplemente la leche lo ayudaba a dormir. No hay nada peor que un niño con tos, es de lo más agobiante, por lo que cualquier madre probaría un remedio casero, siempre y cuando no represente algún peligro. Ya no le pregunté a la mujer si le lavaba los dientes al niño, aunque temí que las caries podrían estar muy alegres en esa mezcla sabrosa.

Hace unos días, estaba buscando información sobre herbolaria para escribir la minuta de esta semana. Chequé el índice del libro Plantas curativas de México para ver qué encontraba. Me sorprendió ver una palabra conocida: malvavisco. Busqué la página y cuál no sería mi sorpresa al leer el apartado: en efecto, existe una planta con ese nombre, una planta con flores blancas bastante ordinaria que seguro hemos visto en los descampados más de una vez. Lo adivinaron, es un antitusivo. Recordé la anécdota de la mujer con el niño enfermo y supuse que aquello era producto de un teléfono descompuesto: imaginé que, en algún momento, otra madre desesperada había escuchado la receta del malvavisco pero, al no saber que se trataba de una planta, tomó la acepción conocida y aplicó el remedio. No sé a cuántas personas la leche con malvavisco derretido les habrá servido en realidad. Ciertos placebos suelen tener un poder oculto en la mente, y la verdad me inquietó el que las palabras puedan hacer este tipo de jugarretas. Sí, las palabras también tienen su poder, a veces demasiado oculto.

La anécdota sigue. Antes de que se rían del malentendido que yo imaginé, hay más, los malvaviscos no terminan aquí. Lo sé, vienen varios en cada bolsita. Resulta que en el libro citado el tal malvavisco es señalado como Sida Triloba Cav. Nada, el nombre científico está errado, se trata de la Althaea officinalis, mejor conocida como altea. Sí, no sólo es un expectorante y buen cicatrizante, sino que era el ingrediente principal en la elaboración de los primeros malvaviscos (las golosinas). Como ya lo vimos en otras minutas, muchos de los dulces, en principio, fueron medicina. El uso del azúcar era vital para ocultar lo sabores desagradables de ciertas sustancias. Los malvaviscos se consumían para combatir la tos. En el siglo XIX, el extracto del malvavisco era adicionado con clara de huevo y azúcar, los primeros malvaviscos eran más primos hermanos de nuestros merengues.

Antes de que vayan a aprovisionarse de malvaviscos multicolores, temo informarles que los que venden en las tiendas de autoservicio, dulcerías y anexas, ya no tienen ningún poder curativo. Todos están hechos de glucosa, saborizantes, azúcar y grenetina. Cuando el malvavisco empezó a ser golosina, los agentes emulsificantes modernos sustituyeron a la sustancia curativa.Y antes de que vayan animosos a buscar una altea para comprobar si las flores son dulces, tengan en cuenta que la sustancia activa se encuentra en la raíz.

Me gustan los malvaviscos, no sólo su sabor sino su textura y su aroma. Pero siempre que los veo me acuerdo de otra mujer cuyo hijo estuvo a punto de ahogarse con uno. Esta otra anécdota válida lo que parece una broma: existe la “althaiofobia” que es el miedo a los malvaviscos. No, no se debe al hombre de malvavisco de aquella película de los cazafantasmas, sino más bien a la posibilidad de ahogarse con un malvavisco, sin importar su forma. Suena tan absurdo como algunos remedios caseros, aunque su origen a veces revela otra historia.

Respeto la herbolaria, y sé que muchas sustancias de plantas, raíces y flores se emplean en las farmacéuticas tradicionales. No obstante, este asunto de los malvaviscos nos recuerda que, cuando la salud peligra, debemos salir de la confitería y visitar al médico.


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