La mayoría de las personas relaciona la economía con dinero, cuando en realidad, el dinero es sólo un aspecto de ésta que se conoce como “política y teoría monetaria”. De hecho, sólo técnicos muy especializados son quienes manejan todo lo referente a esta materia y, generalmente, lo hacen de manera aislada del resto de la economía en general -trabajo, recursos naturales, etc.- poniendo prioridad en el “equilibrio de los mercados financieros”. El sistema bancario es el dueño del dinero – no el gobierno-, y también es por ley el único instrumento legalmente válido para realizar transacciones.
El sistema bancario, del cual el banco central, el Banco de México -Banxico-, es la institución que controla la disponibilidad (oferta) monetaria. La oferta monetaria se integra, además de los billetes y monedas, de todos los medios de pago como las cuentas de cheques, pagarés, tarjetas de crédito, etc. De la cantidad de billetes y monedas y la cantidad de dinero depositado en los bancos depende su capacidad de crear, literalmente de la nada, más dinero según lo necesite el sistema bancario para prestar a gobierno y particulares.
El valor de lo que se produce en una economía durante un año, el Producto Interno Bruto (PIB), está relacionado con la cantidad de dinero que circula en dicha economía. Partiendo de una cantidad de dinero determinada, los actores económicos en el país realizan sus transacciones, simplemente pasando dinero a cambio de mercancías en cada transacción. La suma del valor de estas transacciones durante un año permite calcular el Producto Interno Bruto (PIB), a precios de mercado. La cantidad de dinero disponible tiende a ser una fracción relativamente estable del valor del PIB. Mientras la cantidad de dinero en circulación, llamada oferta monetaria, crece al mismo ritmo que el PIB, la proporción de dinero respecto al PIB es estable y no hay riesgo de inflación o deflación. Sin embargo, si la cantidad de dinero crece más rápido que la producción, el exceso de dinero provoca inflación.
Las más recientes cifras de Banxico muestran que el dinero en poder del público ha crecido en promedio 14%, mientras que el Producto Interno Bruto (PIB) nominal, según cifras de los últimos trimestres, creció alrededor del 5.6% (el crecimiento real del PIB es cercano al 2.5%, una vez descontada la inflación). De entre los componentes de la oferta monetaria como billetes, monedas, cheques, pagarés, etc., el que más ha crecido es el de los billetes y monedas, llegando en 2014 al 17%, equivalente a tres veces el crecimiento del PIB.
En los últimos diez años, de manera creciente y progresiva, los actores económicos mexicanos están requiriendo cada vez más dinero en efectivo, mucho más allá de lo que sería normal para una economía estable. Algo ocurre en la economía mexicana que la gente quiere y utiliza cada vez más y más dinero en efectivo.
La explicación más obvia la encontramos en la economía informal. Los incentivos para operar en la informalidad no sólo han ido creciendo en forma constante en la última década, sino que las políticas del gobierno los han intensificado mediante medidas que cada vez hacen menos atractivo operar en la formalidad. Las últimas reformas han motivado a mucha gente a dejar de utilizar los bancos, las tarjetas y demás instrumentos que los fiscalizan, ya que no pueden sobrevivir con tantos impuestos, pagos, derechos, aprovechamientos y abusos burocráticos.
En la medida en que el gobierno -mediante reformas fiscales y requerimientos que encarecen la actividad productiva-, desincentiva la formalidad y apoya, en consecuencia la informalidad, hay menor crecimiento económico. Peor aún, el gobierno está empeñado en fortalecer los segmentos de la economía de las empresas corporativistas y oligopólicas, que más obstáculos representa para el desarrollo del resto de la sociedad.
Durante 2014, la Secretaría de Hacienda y Banxico implementaron políticas expansivas, esto es, aumentaron de manera importante la cantidad de dinero en circulación. La primera, con su plan de endeudamiento requirió dinero adicional para apuntalar el gasto público, en tanto que el banco central abonó también en este sentido al recortar su tasa de interés -buscando que los agentes económicos pidieran más dinero prestado a la banca- y aumentando la emisión de billetes y monedas. Con la política fiscal, el crecimiento del gasto público y los requerimientos del sistema bancario, el gobierno y la banca -y no las protestas públicas- son quienes han desestabilizado a la economía.
Analistas bancarios reconocen que la inflación no se ha disparado pese a la expansión monetaria porque la economía está deprimida. En palabras llanas, gracias a que la población sufre los efectos de una contracción económica, la banca y el gobierno se salvan -por el momento- de ser tachados de ineficientes.
Cuando las transacciones comerciales disminuyen, las ventas se mueven cada vez más lento, al igual que la cobranza. Las empresas no venden como quisieran -y no pagan sueldos, ni proveedores, ni rentas, etc.- y no aumentan sus precios aún cuando les han aumentado sus costos. Mientras, la banca y gobierno se expanden en detrimento del bienestar de la economía en general. Pero la realidad es que el exceso de dinero en la economía representa ya un alto riesgo de inflación en el futuro. La abundancia de billetes y monedas, y su concentración en pocas manos, es una trampa monetaria.
La efectividad del gobierno actual ya está en duda por opacidad en rendición de cuentas, actos de posible conflicto de intereses, manipulación de evidencias ante una supuesta guerra sucia, el incremento de la violencia y la inseguridad pública. La actual trampa monetaria acusa su ineficacia también en el aspecto económico. El pueblo decidirá en las urnas o a través otro tipo de acciones si desea la continuidad de quienes hoy gobiernan.
@jlgutierrez