Un chiste que ya cae en el cliché es el del profesor de Teatro y sus aires de grandeza ya quedada. Sí, anciano, alguna vez fuiste un árbol en Bellas Artes y estudiaste junto al don que hace la voz del Sr. Burns en el ballet folclórico. Algo parecido sucede con aquellos que dan clase de Cine en las universidades. En general, con el grueso de los profesores de Comunicación. ¡Tampoco hay que discriminar! Me cuentan de mentores en Ingeniería Civil que nunca en su vida han puesto pie en una construcción.
Muchos profesores de cine son cineastas ¿frustrados? ¿clavados con referencias arcaicas? Es difícil decirlo, de cinco que me dieron clase, la verdad cuatro eran muy malos, ya que se dedicaban a dar sermones en lugar de poner a los alumnos a crear o mínimo ver ejemplos prácticos. Porque, lo acepto, me dormí en la película esa de Pancho Villa, en Metrópolis y aquella en la que un hombre se tira a un puerco. Creo que era el mismo caso de mis maestros de periodismo (la mayoría), pero con menos lecturas de animalismo.
Con Birdman, producción de la que estamos hablando tardíamente, llega una nueva película para que los profesores que se atrevan a darle valor a algo más de 1999 por fin muestren sus alumnos como un festín de obviedades y cosas para presumir. Le encantaría a una-encarga-ensayos llamada Rocío, quien me dio clase de Semiótica en el 2008. Tiene el plano secuencia perpetuo ¡uy!, también aquello en lo que media hora antes se adelanta que va a pasar (como Buster y su miedo a las focas en Arrested Development o el Capi con la tapa del bote de basura en Capitán América: El Primer Vengador). Por si fuera poco, habla de todo y de nada ¡no juegues, hasta hay un avatar del director! Es más, la banda sonora de pura percusión ¡Se discutirá en las aulas de la UAA por años! ¿Quién necesita a Hans Zimmer con ese minimalismo?
En cierto modo es como El Libro de Cabecera, una especie de panfleto andante y animado para las clases de cine. ¿Hay historia? Sí, una padre y con la que nos podemos identificar. Yo también he sentido ganas de aventar todas las cosas del cuarto, así como pensado en la urgencia de realizar algo relevante en esta vida. Para mí, eso es lo bello de Birdman, el conflicto y el esforzarse demasiado por ser relevante. Por eso me encanta, no porque está grabada con un hermoso gimmick visual (pero que no lo es todo).
No, nunca quise ser cineasta durante la carrera y más bien estudié medios masivos (con todo y las cursivas) pero la obsesión de muchos maestros hacía que hasta la clase de Teoría de la imagen o la de Historia se volvieran acerca de grabar un estúpido corto por culpa de los alumnos también empecinados en hacer cine (con todo y el verbo en cursivas). Que crear algo siempre es relevante y loable, pero bueno, considero que las notas periodísticas, escribir ensayo, diseñar, generar ficción y hasta grabar podcasts (hablados o seriales) también tienen su valor. Y también, son pasos a dominar o al menos aprender para tener un resultado digno en la culminación de la creación artística: el cine.
Sería imbécil meterse en qué quiso decir González Iñárritu con la escena a la crítica del NYT ya que Birdman tiene tres guionistas, pero me parece un error en la lógica de protagonista el que haga menos el trabajo de los críticos al decir que no generan algo, no se paran en un escenario. Hablar de otra cosa tiene muchísimo valor y también es crear, pero la polémica es válida. Más bien aquellos, afuera, que ni pichan ni cachan, son los que no generan algo. Un troll en YouTube o Facebook que te dice gordo o se queja de tus contenidos sí merece un ¿y tú qué haces, idiota? Y un, ¿cuándo fue la última vez que cogiste?, nomás de postre.
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