La Izquierda en su Laberinto
Gilberto Carlos Ornelas
Alguien dijo que nada causa más división que la derrota. La izquierda mexicana así lo experimentó cuando, después del fracaso en las tres aproximaciones para lograr el poder político entre 1988 y 2012, comenzó a andar en un laberinto de divergencias, alianzas polémicas y el reacomodo de sus expresiones y formaciones orgánicas.
Tal parece que ese laberinto de desencuentros y confrontaciones no terminará en los comicios intermedios del 7 de junio próximo. Además de la competencia en general, los ciudadanos verán una disputa que finalmente se expresará en una nueva correlación de fuerzas dentro del campo ideológico de la izquierda mexicana que seguirá atrapada en sus diferencias tres años más hasta la elección presidencial, bien para testimoniar por separado, o con inteligencia y sabiduría construir la gran revolución pacífica que necesita nuestro país y que es el sustento real de esa izquierda no testimonial, sino opción real de cambio.
Lo que en contadas coyunturas ha unificado a la mayoría de expresiones de izquierda no ha sido la doctrina, la ideología o la estrategia, pues en ese terreno predominan las diferencias por los enfoques; los marxistas tradicionales, los socialdemócratas, los reformistas, etc. Fue la expectativa y la posibilidad de competir por el poder político dentro de los cauces electorales lo que hizo posible primero al FDN en 1988, después al mayor partido electoral que ha tenido la izquierda, el PRD y luego las grandes coaliciones de 2000, 2006 y 2012.
Cuando la competencia electoral no culminó con la obtención de la presidencia de la República, las divergencias quedaron a flote y el debate tomó forma de reacomodo, deslinde y disputa; cada expresión definió sus límites políticos, orgánicos y programáticos. Las corrientes que proponen cambiar el país reformando sus instituciones gradualmente, construyendo acuerdos con partidos y gobiernos y realizando alianzas utilitarias, han configurado la nueva cara del PRD. Los grupos partidarios de cambiar el país con un gran viraje, con la bandera principal de la honestidad y refundar las instituciones sin hacer concesiones a los actuales partidos gobernantes, se agruparon en Morena bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. Otros grupos se han atrincherado en los movimientos de izquierda social que exponen su decepción de la izquierda electoral y se enfocan más a las reivindicaciones gremiales y contestatarias, catalizadas y cohesionadas ahora por la gran indignación nacional por los hechos de barbarie, impunidad y corrupción que el país ha vivido desde hace décadas y que en los últimos meses se han conocido generando una posición de rechazo a la vía electoral.
Todas las demás formaciones políticas de la izquierda, desde el PT que mantiene su definición socialista y su flexibilidad pragmática en alianzas, al igual que el Movimiento Ciudadano, definido claramente como socialdemócrata e incluso el Panal, que tendrá que decidir si queda como instrumento corporativo del gobierno o si toma la ruta de la defensa independiente de sus intereses gremiales, están obligadas por las circunstancias a consolidar su presencia política-electoral y a partir de lograrlo, orientar su táctica para caminar hasta la siguiente elección presidencial. Incluso los nacientes partidos, Humanista y Encuentro Social, han venido elaborando un discurso y plataforma muy vinculada a los programas progresistas. De salir bien librados el 7 de junio, bien podrían acercarse a los bloques de la izquierda.
La red de caminos divergentes y encontrados de la izquierda no terminará el 7 de junio, si acaso se harán más claras las posibles rutas, las vinculaciones de propósitos, las diferencias programáticas y las coincidencias políticas de los próximos tres años. El PRD en su nuevo papel de izquierda gradualista y moderada, a pesar de los desprendimientos y la posible merma en sus principales enclaves, seguramente demostrará su derecho a existir con una importante votación y contará con bancadas y gobiernos locales suficientes para trazar una ruta y competir en los siguientes años encabezando un bloque progresista y moderado.
A estas alturas nadie duda que la izquierda lopezobradorista saldrá fortalecida en los ya cercanos comicios, cualquier resultado que obtenga, que obviamente será superior al 3%, vendrá a ser una victoria porque serán “millones de votos arrancados a la mafia del poder” . El registro legal y su presencia en el parlamento y en estados y municipios bien podría orientarse a catalizar la inconformidad y el cansancio social con un régimen cada vez más desprestigiado y agotado.
Por otra parte ya se ha adelantado que un grupo de liderazgos con prestigio político, dispersos o agrupados funcionarán como el nuevo lobby por la unificación de la izquierda; el habilidoso Camacho Solís, el sobreviviente Marcelo Ebrard, muestra de aquello de que “en la política no hay muertos, sino sólo heridos”, Encinas, Muñoz Ledo, Ramón de la Fuente, Woldenberg y muchas otras personalidades y liderazgos, y hasta el propio Cuauhtémoc Cárdenas cuya propuesta de llamar a un Congreso Constituyente y elaboración de nueva Constitución bien pudiera servir como eje articulador de un nuevo frente unificador que demostrara que la izquierda sí aprende de la experiencia.
Y tal vez el principal argumento para que ningún partido o grupo político ignore en los próximos años los llamados a la unidad, o al menos a la coincidencia, será lo que los estudios de opinión han alertado sobre la posibilidad de que el hartazgo ciudadano se refleje en un crecimiento del abstencionismo o del voto nulo y que el nuevo parlamento tenga frente a sí la necesidad de buscar una nueva legitimidad por la desconfianza de más de la mitad de la población expresada en las urnas.
Las grupos o partidos de izquierda que sólo sigan la lógica de sus intereses estarán siguiendo las rutas de su laberinto para alejarse del interés de los ciudadanos. Por el contrario, las organizaciones que sean capaces de entender los reclamos y demandas de la gente y procesar desde la ética y el interés colectivo las propuestas que el país necesita, podrían crear las condiciones para que se logre tener lo que tanto nos ha faltado; dirigentes políticos con verdadero compromiso con la justicia social y que cuenten con el talento y la inteligencia para gobernar y no quedarse ni en los pequeños intereses pragmáticos ni en la ruidosa protesta contestataria.
La salida del laberinto de la izquierda mexicana está en dejar atrás los intereses de facción, de grupo, de tribu o de clan, por más aderezados que estén ahora con los atractivos del erario. Es necesaria la altura de miras y la grandeza de principios.
@gilbertocarloso
carlos_ornelas_gilberto@hotmail.com
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Respuesta
Por Francisco M. Aguirre Arias
Antepongamos a este debate qué podemos encontrar en definición a lo que recientemente entendemos por izquierda. Uno es el resultado de un ejercicio que divide a la sociedad en partes, así llamada izquierda partidista y otra cosa, lo que muchos llaman, la nueva izquierda, la izquierda que no está representada por partidos políticos. Entiendo y asumo que nos referiremos al contexto de la vorágine electoral que se avecina el próximo junio, por lo tanto la izquierda acá, es izquierda partidista. Sin embargo me parece pertinente tomar algunos temas que se han mantenido en el tintero, desde mi óptica.
Sin abusar de considerarme un historiador, porque me faltaría mucho para eso, reconozco que según la academia existen varias perspectivas del socialismo inspiradas desde la reflexión marxista, asimismo en la historia han existido “tipos” de socialismos que han sido rechazados por el “socialismo más maduro” que se ha debatido: como los feudales, esos tipos de socialismo en los que se implicaba una simpatía con los terratenientes por los trabajadores empobrecidos; o los clericales, que hacían alusión a la conciencia cristiana y reivindicación del ser humano; los solidarios que inclusive negaban las luchas entre las clases sociales; los burgueses con posturas filantrópicas y que buscaban un equilibrio sano entre clases sociales, o entre ricos y pobres; o hasta los utópicos que realizaban proyectos al borde de la fantasía y apelaban a la razón como inicio de conversión de las clases sociales a un mejor colectivismo. En síntesis, parecía que la idea de socialismo no era una búsqueda por una mayor sensibilidad y empatía hacia los pobres, sino demandar lo que es y supone es la justicia, entendida como parte de un proceso de transformación del ser humano y la sociedad. Ese socialismo se interpretaba (o interpreta aún como izquierda). Así entonces el diálogo entre los dos tipo de izquierda que menciono al inicio, supongo y asumo cada vez divergen con mayores ángulos de inclinación ¿A poco no algo anda mal cuando ideas antiguas siguen siendo explicativas?
Y es que, sin ingenuidad, asumir la relevancia de los partidos políticos en el contexto mexicano resulta algo de extremada y necesaria asertividad en el discurso: son necesarios para acceder al poder. Por lo tanto, la representación de estas viejas ideas ha quedado de lado, para reconocer que una (de muchas) explicación del “laberinto”, como llama Gilberto Carlos, es más que una suma de carencias desde la representación ideológica, que si bien antes se mal utilizaba en la densidad de ideas de los partidos (comunista mexicano, por ejemplo) de los años 60 hasta en la actualidad, con la firma del Pacto por México, pasando por el boom del marketing político y la utilización de emociones como fuente móvil de captación electoral casi mesiánica, la izquierda hoy no vaticina un futuro alentador, al menos no cómo está diseñada, en estrictamente forma electoral, es decir, en cuanto a su relación de acceso al poder, al Ejecutivo, rigurosamente hablando.
¿De dónde podrá salir y partir con sano rumbo un proyecto de nueva izquierda? Dado que resulta de una gran dificultad el aprovechamiento de partidos políticos al incluir movimientos de indignación en México para sus propios fines, debido a que ésta nueva izquierda, pienso, no puede tratarse a sí misma como un movimiento tradicional, su comunicación lo es, ahora una nueva visión tiene que representar los intereses de capas más amplias, como dijera Adam Schaff, y sobre todo de una perspectiva diferente a la de la clase trabajadora, una clase en franca desaparición forzada, cada vez más atomizada e incipiente. E insisto, pareciera que la socialdemocracia, por poner otro ejemplo de lo que parece significa la izquierda hoy, representa pertenecer a algo (normalmente partido político) democrático que se interesa en los problemas sociales, siendo así un matiz preocupante para la transformación del mundo.
Todo esto deriva a un problema geográfico no sólo de la izquierda partidista en general, sino de la oposición. No hay reconocimiento de cancha ni rumbo. Su extravío es tal que no es difícil de pensar que para el 2018 los candidatos presidenciales de los partidos más importantes sean priistas o expriistas, lo que despierta múltiples inquietudes sobre el futuro y la calidad de la democracia mexicana. La simulación de incentivos populares es resultado de esto. El fortalecimiento de personajes antisistémicos que han nacido desde el “sistema” tienen como principal aspiración incorporarse de nuevo al sistema, así, esta pluralidad simulada reduce de forma constante la participación y por lo tanto, la posibilidad de provocar un cambio.
Contrario a esto, y como una idea para seguir, se encuentra Podemos, partido político de reciente creación en España y considerado por muchos el fenómeno político mundial del 2014. Jóvenes que reniegan de los partidos pero no de la política, que generan opción dentro de una izquierda utópica pero bien fundamentada. “No viajar nunca en primera clase; rehuir a los trajes y a los gustos caros; donar la mayor parte de su sueldo o renunciar directamente a él; registrar cada gasto del partido en su página de internet; comprometerse a expulsar a cualquier militante que tenga sospechas de corrupción y poner todas sus decisiones en manos de los militantes y simpatizantes” son ideas que pueden dilucidar lo que ha pasado (y más últimamente) en la izquierda partidista.
Los movimientos sociales deben dejar a un lado esa arrogancia y desprecio por la arena electoral dado a que así se ha contribuido a que el sistema siga siendo más cerrado, como escribiera Enrique Toussiant. Los #YaMeCansé deben desprenderse del mundo virtual y para salir del laberinto, la izquierda debe tomar muy en serio a la democracia y al cambio generacional.
@PacoAguirre_
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