El código Francisco I / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Las claves del enigma. Hay dos pronunciamientos del papa Francisco que pintan de cuerpo entero su talante y el tono de sus mensajes en situaciones de apabullante sufrimiento, de agudo dolor y de la consiguiente incertidumbre y perplejidad que provocan.  Las claves del enigma. Hay dos pronunciamientos del papa Francisco que pintan de cuerpo entero su talante y el tono de sus mensajes en situaciones de apabullante sufrimiento, de agudo dolor y de la consiguiente incertidumbre y perplejidad que provocan.

El primero, pronunciado en ocasión de su visita a Tacloban, el 16 de enero de 2015, al presidir la misa en esa  ciudad filipina, que fue la más afectada por el tifón Yolanda en el año 2013, considerado el más fuerte registrado en la historia. El papa Francisco rompió el protocolo litúrgico de leer el texto formal de la homilía preparada para la ocasión y prefirió improvisar conmovedoras palabras en español, para lo cual pidió la asistencia de un traductor simultáneo, (ACI, -16/01/2015, 09:38 pm-).

En el exordio de su mensaje planta su más sentida convicción: Estoy para decirles que Jesús es el Señor, que Jesús no defrauda. “Padre” -me puede decir uno de ustedes- “a mí me defraudó, perdí mi familia, perdí lo que tenía, estoy enfermo”. Es verdad eso que me decís y yo respeto tus sentimientos pero lo miro ahí clavado y desde ahí no nos defrauda (Ut supra, www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-homilia-del-papa-francisco-en-la-misa-en-tacloban-86495/).

Su punto de partida consistió en una simple motivación bíblica (“Parénesis”, exhortación, discurso moral orientado a mover el corazón del oyente): -“En la primera lectura escuchamos que se dice que tenemos un gran sacerdote que es capaz de compadecerse de nuestras debilidades y que ha sido probado en todo, menos en el pecado”. Y pasa luego a una muy sencilla catequesis:- Jesús es como nosotros. Jesús vivió como nosotros, es igual a nosotros en todo, en todo menos en el pecado porque Él no era pecador. Pero para ser más igual a nosotros ¡se vistió, asumió nuestros pecados, se hizo pecado! y eso lo dice Pablo que lo conocía muy bien. Y Jesús va delante nuestro siempre y cuando nosotros pasamos por alguna cruz. (Note con claridad esta analogía: cruz/evento de dolor).

Y liga de inmediato esa enseñanza, para situarla en la historia del pueblo filipino (Nota: Los escrituristas designan esta referencia como “sitz im leben” -situación en la vida-): Él pasó primero y sí hoy todos nosotros nos reunimos aquí 14 meses después que pasó el tifón Yolanda es porque tenemos la seguridad de que no nos vamos a frustrar en la fe porque Jesús pasó primero. En su pasión, Él asumió todos nuestros dolores”. -El papa, a renglón seguido, expresa su empatía con el sentir de los que sufren y asume su papel pastoral: “Permítanme esta confidencia. Cuando yo vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que estar aquí y ese día, esos días, decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes, un poco tarde, me dirán, es verdad. Estoy para decirles que Jesús es el Señor, que Jesús no defrauda”.

Dicho lo cual, en mi opinión, asciende al punto climático de su discurso (los especialistas en exégesis o interpretación lo designan como “punctum”/ frase de alto impacto que da sentido a toda la narrativa), la que enuncia así: Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles, Él sí sabe qué decirles. Tantos de ustedes han perdido parte de la familia. Solamente guardo silencio y los acompaño con mi corazón en silencio. Tantos de ustedes se han preguntado mirando a Cristo “¿Por qué Señor?” y a cada uno el Señor responde en el corazón desde su corazón. Yo no tengo otras palabras que decirles. Miremos a Cristo. Él es el Señor y Él nos comprende porque pasó por todas las pruebas que nos sobrevienen a nosotros y junto a Él en la cruz estaba la Madre (…).

Prepara el cierre de su discurso, recurriendo a un paralelismo que no recurre a la confrontación de ideas o al antagonismo de los participantes, invoca a la solidaridad de todos los allí presentes como actantes del mensaje salvífico de Jesús, por lo que adopta más bien un paralelismo sinonímico: Nosotros somos como ese chico que está allí abajo, que en los momentos de dolor, de pena, en los momentos que no entendemos nada, en los momentos que queremos rebelarnos, solamente nos viene tirar la mano y agarrarnos de su pollera (falda) y decirle “Mamá”, como un chico cuando tiene miedo dice “Mamá. Es quizás la única palabra que puede expresar lo que sentimos en los momentos oscuros “Madre, Mamá”. -Obviamente, esta invocación universal de un hijo a su madre, tiene un efecto desarmante de cualquier coraza o careta, para remitir a la ternura entrañable de alguien que nos ama, y cuya persona nos hace sentirnos amados.

Se ha cumplido el objeto de la pieza oratoria, contactar, empatizar, conmover. Pero dejemos algo bien claro, este primer código discursivo del papa Francisco es el silencio. Y con ello hago referencia a un rasgo muy propio de él, se dice que es jesuita, actúa como jesuita, habla como jesuita, piensa y siente como jesuita. Y ¿qué quiere decir esto? -Que su escuela religiosa puede ser reconocida gracias a los tonos y modos asimilados de la espiritualidad de San Ignacio de Loyola. Quien, en sus famosos Ejercicios Espirituales, cuando profundiza en la práctica del “discernimiento espiritual”, el ejercitante tiene que transitar por una fase psicoafectiva y mental de “silencio”, entendido como desapego total de cualquier calificación humana respecto de un evento, hecho o situación que nos afecta de especial manera. Callar, no pronunciarse, mantenerse neutral, indiferente a cualquier emoción o pasión proveniente del objeto a discernir. Más tarde, en el proceso espiritual ignaciano, viene la búsqueda honesta y sincera de alternativas, hasta llegar a la toma de decisión final.

El segundo pronunciamiento del papa Francisco ocurre con motivo de un acto privado de comunicación en el que revela su sentir respecto de la situación actual de México. El mensaje del papa es una respuesta amigable a otra misiva que le había enviado Gustavo Vera, un amigo directo suyo, diputado por Buenos Aires y cabeza visible de la organización no gubernamental La Alameda (Jaime Septién, 874, http://www.aleteia.org/es/internacional/noticias/una-e-mail-privado-del-papa-francisco-desata-la-polemica-en-mexico-5901271097671680). El texto de su e-mail es el siguiente:


Querido hermano: Gracias por tu correo. Veo tu trabajo incansable a todo vapor. Pido mucho para que Dios te proteja a vos y a los alamedenses. Y ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror. Mañana me voy, por una semana, a hacer Ejercicios Espirituales con la Curia Romana. Una semana de oración y meditación me hará bien. Te deseo cosas buenas. Saludos a tu madre. Y, por favor, no te olvides de rezar por mí. Que Jesús te bendiga y la Virgen Santa te cuide. Fraternalmente, Francisco.

A la salutación sigue el núcleo del contenido: “evitar la mexicanización”…” y la cosa es de terror”. El contexto de su misiva es un diálogo privado, enlazado por vía digital, coloreado por su familiaridad y espontaneidad. En verdad es un comunicado confidencial. Su confidente optó por no contener la potencial explosividad del contenido, ni trató con el debido respeto la poderosa revelación del pensar y sentir de su amigo: decidió ventilarla a la luz pública. Y al publicarlo, metió en un aprieto al Vaticano y al gobierno de México. El papa, en efecto, guarda silencio, en su retiro espiritual ignaciano de cuaresma.

Del silencio, su voz pasó sin quererlo a la más clara, fuerte y decidida estridencia. Los respectivos cancilleres y voceros son los que articulan el diálogo para aclarar y restañar cualquier herida o sinsabor que hubiera causado al Estado mexicano esa simplísima inédita cadena lingüística. Dos sememas cargados, al mismo tiempo, de brillante claridad racional como de sincera emotividad del emisor. Un código diagnóstico que identifica el mal presente, el dolor popular acuciante, el apagado grito de auxilio que demanda sanación. La suma resultante es el código ignaciano, la evidencia del mal clama por salud/liberación. Al final, un saludable llamado preventivo al contagio de América Latina. También una reflector bien concentrado de transparencia sobre México, en que apela por su radical conversión moral. Nada más, ni nada menos. ¿De veras nos sentimos ofendidos?

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