En la educación formal tuve dos maestros que definitivamente influyeron en lo que me quise dedicar y la vía para conseguirlo. En la secundaria, era uno llamado Ubario, que cae en el prototipo del buen profesor. Era un tiempo que si tenías talento, te alentaba de manera amable, mientras que si la redacción no era lo tuyo, simplemente te dejaba pasar de noche. La otra cara de la historia fue en el bachillerato, con Lourdes Salmerón. Una maestra temida que el primer día nos dio una lista de publicaciones que debíamos de leer: Pluma de Ganso, Parteaguas, La Tempestad y (!) La Jornada. No leí nada de eso, ni tampoco completé su cuaderno de ejercicios de locuciones latinas, pero se me queda grabado lo duras que eran las clases y sus exámenes orales sorpresa. Un día me dijo que debía dedicarme a lo que sea que hago ahora, pero que debía ayudar a los demás. No sin antes realizar una serie de preguntas para comprobar que no había robado o pagado por mis ensayos y ejercicios.
Claro, también me dieron clases (en especial en la universidad) una serie de mediocres que saben menos de periodismo y creación de contenidos que los conductores de Lavando Ajeno, o bien que solamente estaban interesados en sus horas de investigación acerca de los alacranes de Durango (desde la Autónoma de Aguascalientes, faltaba más) para renovar su Nissan X-Terra cada tres años.
Es de admirarse un maestro que exija más de los alumnos, pero todavía es más especial un mentor que solamente pida el extra a aquellos que realmente están interesados. El buen trabajo no es suficiente. Ese es uno de los temas de Whiplash, el segundo largometraje de Damian Chazelle, que es en parte sobre jazz, el triunfo individual, la enseñanza, el miedo a la mediocridad y la obsesión por ser grande. Definitivamente no es sobre un underachiever, ya que el protagonista (Miles Teller, directo desde The Spectacular Now) está en una posición privilegiada: es un tipo que no tiene que trabajar, es talentoso y aparte estudia en uno de los mejores conservatorios de Estados Unidos. Comprendo una similitud con The Social Network porque ambas hablan de un personaje deliberadamente antisocial en busca de la grandeza y en contra de la tibieza de lograr un trabajo cómodo, comprar la sala, la casa, tener al perro, descendencia y vegetar hasta ser un anciano. Claro, en una los temas son el emprendimiento y la creatividad, mientras que en la otra se habla más sobre disciplina y figuras de autoridad.
El final, sin contar spoilers, es como debe acabar cualquier película de acción. Con Spider-Man escuchando la radio, dando un beso a Gwen y saliendo a punto de madrearse a Shocker.
No es una película de acción, por supuesto, pero ustedes me entienden.
Un espectáculo súper incómodo para ver y comentar.
“las palabras más dañinas hoy en día son Buen trabajo” o algo así le dice al final; buenísima película, JK soberbio!!!!
Hace falta rigor para lograr excelencia en estos días.