Entre el ocaso y el alba, un buen momento para evaluar lo que hicimos, lo pendiente, lo indiferente, lo que viene y la ruta a seguir. Reflexionar sobre todas y cada una de nuestras acciones ha sido ritual a seguir a lo largo del tiempo.
Con creencias o sin ellas, en el supremo; como cada año se nos ha otorgado 365 oportunidades para realizar todo lo que estuviera en nuestras manos, para cumplir nuestras metas y objetivos trazados exactamente hace un año cuando nos dio la bienvenida el 2014.
En esta ocasión evaluaré brevemente el trabajo legislativo que se realizó durante el año concluyente.
Como en todo, en este viaje no todo ha sido de color, altibajos internos y externos, sinsabores, logros, retos y las conocidas “áreas de oportunidad”.
De sobra sería ser reiterativa sobre el comportamiento de la bancada mayoritaria, de su forma y estilo retrógrada de hacer política, de no entender el rol del legislador, la importancia de uno de los tres poderes y sobre todo la trascendencia de sus decisiones para hoy y mañana.
¡Me quedo por hoy con la Fe! y esperanza de que este año habrá servido como curva de aprendizaje y entender que el verdadero éxito de la democracia es el aval de las minorías, la búsqueda de los consensos y los acuerdos.
Según diversas filosofías, la relevancia de las “cosas” se define según las experiencias y conocimientos obtenidos durante el proceso de vivir. Aunado a eso, se encuentra relacionada con la capacidad de establecer un “tope” para lograr el cumplimiento de las mismas, pero para bien o para mal, no hay una delimitación. No hay algo que establezca la importancia más que un criterio -o beneficio- propio.
Aunque en las menores ocasiones, la actual legislatura fue capaz de encontrar equilibrio y acuerdos, más allá de imposiciones y de querer entender que “las mayorías mandan”, ojalá que en este segundo año de ejercicio constitucional se pueda observar más encuentros que desencuentros, al final eso será lo único que legitime su mayoría. Nos leemos la próxima semana.