Entre los principales desafíos demográficos de México y con más grave acento, de Aguascalientes, prevalece el índice de fecundidad adolescente. Un tema que debe estar al centro de políticas explícitas en materia de población y desarrollo, so pena de continuar abriendo las brechas de la desigualdad en el acceso a los bienes y satisfactores entre hombres y mujeres, entre niños, adolescentes, jóvenes y adultos, entre población campesina-indígena y urbana, entre grupos de población altamente escolarizados y no escolarizados, entre población alfabetizada y analfabeta, entre grupos ubicados en deciles de alto ingreso y aquellos expulsados a deciles en pobreza extrema, etc., etc. Desigualdades incidentes no tan sólo en el acceso al desarrollo social en general, sino en el disfrute de los índices de desarrollo humano, en particular.
Una afirmación tal merece una explicación plausible, porque sin ella quedaría en un pronunciamiento vacuo y sin destino. Afortunadamente nos está llegando información confiable producida desde sectores diversos de la sociedad y expertos en la materia. Me referiré, en primera instancia a los datos que nos ofrece el Índice de Competitividad Estatal del IMCO 2014 con datos al 2012, que son reseñados por Eugenio Herrera Nuño, colaborador de este diario en su Apunte y que refiere así: Aguascalientes avanzó en la última lectura (del índice) en Estado de Derecho, Economía Estable y Aprovechamiento de las Relaciones Internacionales; y descendió en el ranking nacional en Manejo Sustentable del Medio Ambiente, Sociedad Incluyente y Preparada, Gobiernos Eficientes y Eficaces, Mercado Laboral, Precursores e Innovación en los Sectores Económicos.
Esto relativo a “sociedad incluyente y preparada” se hace explícito al identificar el rubro de Embarazo Adolescente en el que Aguascalientes se ubica en la posición 23 y un valor de 72.42 a nivel nacional, que mantiene en los datos de 2012 y con un valor de 71.99; comportamiento que rubrica con este comentario: En el renglón de Sociedad incluyente, preparada y sana, resalta la entidad hidrocálida por los embarazos en adolescentes. Es decir, por el número de hijos que tienen las mujeres adolescentes. La maternidad temprana puede reducir la probabilidad de educación tanto de la mujer como de sus hijos. Frente al conjunto de las variables que conforman la misma tabla, destaca la relativa al coeficiente de desigualdad de los ingresos, en donde descendemos de la posición diez a la 14, en el mismo periodo 2010-2012, con un valor de 0.59; la mujer aguascalentense en la fuerza laboral desciende de la posición 12 (2010) a la 18 (2012); pero, en el ingreso promedio de la mujer hay una sensible mejoría al pasar de la posición 17 con valor de 0.76 (2010) a la once con 0.8 (2012), siempre a nivel nacional.
Estos aparentemente fríos registros, señalan en realidad nuestras tareas pendientes más apremiantes para alcanzar el logro efectivo de una sociedad más incluyente; desafío que claramente nos posiciona en una sociedad con evidentes visos de ser todavía excluyente.
En segunda instancia, y no por orden de importancia, se nos presenta el reciente estudio realizado por un experto actuario y demógrafo, Manuel Ordorica Mellado, incorporado ahora a El Colegio de México, México, que aprueba y publica su artículo: 1974: momento crucial de la política de población, el 20 de mayo de 2014. En su texto, destaca el tema que nos ocupa: “Hoy la fecundidad ha pasado a un segundo plano, aunque hay que reconocer que la fecundidad adolescente es todavía elevada y se produce por falta de información de los jóvenes; la esperanza de vida al nacer supera ligeramente los 75 años, pero todavía son elevadas la mortalidad materna e infantil. Se requiere hacer análisis más detallados de la mortalidad de los noventenarios y centenarios. ¿Cuál es el límite de la vida humana?”. Este sugerente reto nos sitúa frente al viraje que va teniendo tanto la estructura como la dinámica de la población mexicana que, sin dejar de tener importancia la fecundidad de los adolescentes, la magnitud e influencia se va inclinando hacia los grupos de población de edad más avanzada.
Manuel Ordorica lo plantea así: “En México los logros en materia de regulación de la fecundidad han sido extraordinarios. Se llegó al año 2000 con menos de 100 millones de mexicanos, la tasa de crecimiento demográfico casi se cumplió, aunque ayudada por la fuerte migración a los Estados Unidos. La tasa de crecimiento demográfico pasó de 3.5 por ciento anual en 1970 a una cifra de alrededor del uno por ciento anual en la actualidad. En poco más de tres decenios se redujo casi a la cuarta parte. En los años setenta México se consideraba un país joven, hoy se puede decir que es un país maduro y en dos o tres decenios será un país en acelerado proceso de envejecimiento, para lo que no está preparado”.
Atención con esta última precaución. Urge que nuestras políticas públicas explícitas en materia de población sean consistentes con las relativas a la Economía y el Desarrollo Social. Venimos, a querer o no, de una experiencia exitosa en materia de desaceleración del ritmo de crecimiento poblacional, pero ella misma nos plantea nuevos retos. En palabras de Ordorica: “Prácticamente se cumplieron las metas en los dos últimos decenios del siglo pasado. La meta de 2.6 por ciento en la tasa de crecimiento demográfico para el año de 1982 se le presentó al presidente José López Portillo, misma que éste redondeó a 2.5 por ciento. Este pequeño cambio implicaba un incremento significativo en la cobertura en los programas de planificación familiar. A partir de estos cálculos se elaboraron metas por estado, por municipio, luego por clínica. Cada médico tenía su propia meta. Pero lo más importante era medir el esfuerzo que se necesitaba hacer y sobre todo dar las orientaciones claras y los elementos cuantitativos para ejecutar las acciones. Es decir, no se planteó sólo un objetivo, sino el esfuerzo por realizar”.
Esta nota es de suma importancia, no bastan los objetivos por sí mismos, son necesarias medidas expresas de cómo orquestar un movimiento, digamos más sinfónico, que de virtuosos aislados. Fue lo que logró una coordinación institucional envidiable con grandes y palpables resultados. “El propósito era llegar a una tasa de crecimiento de uno por ciento al fin del siglo. En esta opción se presentaba una mayor regularidad en el descenso de los componentes del crecimiento de la población y de la composición por edades y a partir de ella se establecieron metas intermedias, de 2.5 por ciento para 1982, de 1.9 por ciento para 1988, de 1.4 por ciento para 1994 y de uno por ciento para el año 2000 (…)” (Conapo, 1978)”. En 1984, tuve la suerte de coincidir con Manuel Ordorica en el Conapo, él en la Coordinación de Demografía y yo inserto en la Coordinación de Estudios en Población, precisamente dentro del Programa Interinstitucional de Planificación Familiar, por ello sé de la importancia de aquellos planteamientos.
Para quienes no tienen una referencia clara de lo que era la composición demográfica de México en aquellos años críticos, se nos plantea un escenario muy preciso: “A partir del censo de 1970 se hicieron estimaciones y proyecciones de la población para el año 2000. México mantenía su tradición de tener buena información estadística censal cada diez años. También se preocupaba por tener buenas estadísticas vitales. La Dirección General de Estadística diseñó un proyecto de gran importancia financiado por Naciones Unidas orientado a mejorar la calidad de la información continua sobre nacimientos y defunciones. En 1974 México tenía una población de 60 millones de personas, una esperanza de vida al nacer de 64 años, una tasa de mortalidad infantil de alrededor de 65 defunciones de niños menores de un año por cada mil nacidos vivos, una tasa global de fecundidad de seis hijos por mujer y una tasa de crecimiento demográfico poco menor a 3.5 por ciento anual, lo que hacía que hubiera ciclos de duplicación de la población de dos decenios”.
Hoy, nuestros adolescentes siguen iniciando a edad muy temprana su vida sexual activa y su fecundidad relativa que con la creciente población de adultos mayores conforma los polos en tensión de nuestra pirámide poblacional. Como tarea pendiente tenemos el desafío de reeditar nuestras acciones concretas del siglo XXI en materia de educación en población y de concientización personal para lograrla. La nieve de este año, hay que pelearla hoy.