Las familias “tradicionales” ni siquiera existían hace 80 años en la puritana zona del Bajío; y aunque algunos grupos conservadores aún pugnan por salvaguardar su concepción de decencia y civilidad, deben de aceptar que las familias siempre han sido diversas, que también construyen, que generan lazos afectivos y se debe exigir su reconocimiento.
Mi abuelo, Pedro Aceves o Pedro Aceves Martínez, como él mismo se hacía registrar en documentos oficiales, nació en Nochistlán de Mejía, Zacatecas; fue tirado por su madre biológica bajo el catre al nacer, en espera de que muriera; hijo no reconocido de la gestante con su cuñado. Pero ante todo, integrante de una familia muy unida.
Sólo registrado por su padre, Herculano Aceves; Pedro fue adoptado sin trámites legales por Gila Martínez, como diciendo: “¿pa’ qué lo tiras?, ¡mejor regálamelo!” Esa mujer lo crío junto a otras dos niñas: Lucía Prieto y Gertrudis Jáuregui; la primera hija de otros progenitores y la segunda hija biológica. Para mi abuelo, signar cuanto documento fuera necesario con el apellido Martínez no obedecía a lo legal, era el ejercicio del derecho a una identidad propia. Tal vez, por eso, cuando le decían o preguntaban su nombre completo, Pedro Aceves, siempre agregaba: “Aceves Martínez… Martínez”.
Dicen que la sangre llama pero los lazos de unión van más allá del líquido rojo. El sentido de pertenencia y apoyo en esa familia era muy sólido, aunque algunos podrían considerarla disfuncional. Debido a la Guerra cristera, Gertrudis se pavoneaba diciendo que Lucía era su hija, así se salvaban las dos de ser raptadas; sólo mancillaban a las mujeres solteras y niñas huérfanas. Pedro, por su parte, trabajó desde niño en “la obra”, como decía, para así ganar unos pesos; terminó siendo maistro-albañil: construyó dos casas para sí, además de apoyar en edificaciones del Campestre, La Salud, avenida Convención sur y fraccionamiento Modelo, en Aguascalientes, entre otras tantas que no logro recordar.
Pedro Aceves Martínez también logró fortalecer lazos con sus medios hermanos: Raymundo e Isabel Mejía, y Nicolás Macías; aunque parecía que sólo tenían en común el ser hijos de la misma madre. Sin embargo, siempre quedó el pendiente de localizar a otra media hermana, de la que sólo se saben algunos rumores de que creció en las costas de Nayarit. Un día llegaron los hermanos de Pedro hasta su casa para informarle de su historia y llevarlo a Nochistlán, donde engañaron a su madre para que se re-conocieran. Mi abuelo, tal vez pensó que ya tenía una, pero la aceptó, aunque nunca se equiparó a su “Mi santa madre”. Aún existe una foto de gran formato, enmarcada, donde se ve al joven Pedro con sus madres, una a cada lado.
A pesar de que las familias nucleares presentan mayores recursos sociales y de desarrollo, y muchos Estados se empeñen soberbiamente en enaltecer la familia biológica, nuclear, cohabitacional y heterosexual como prototipo ideal; lo cierto es que las y los sujetos, con la capacidad de elegir y construir, sobrepasan prejuicios y estigmas: como el de La Familia tradicional tan presente en la historia e imaginarios del Bajío en México.
Hace doce días murió mi abuelo antes de cumplir los 89 años de edad, un día después de ver su único hermano aún vivo, Nicolás; como dicen, tal vez sólo esperaba despedirse. Murió en su cama, entre su hija y sus nietos, quienes velaron su agonía. Me hubiera gustado que esto lo hubiese leído, que pudiera observar que su historia tal vez haga reflexionar a alguna persona sobre la familia como un grupo de apoyo mutuo que potencialice a sus integrantes más allá de esquemas de pensamiento miope.
Con todo mi cariño, respeto y admiración a don Pedro, don Pete, Pedro Aceves… Martínez, a mi abuelo; quien me demostró que el trabajo, la humildad, la gratitud y la bondad rinden fruto, como una familia verdaderamente unida; que incluso ha permitido que más de cuatro agrupaciones de parentesco se hayan conglomerado en una: “los de casa”, que al final han sido considerados como tíos, tías, primos y primas para nosotros, los Acevez (con z por el error de una mecanógrafa al inscribir a mi madre en el Registro Civil): las Mejía en Apulco y los Macías en Nochistlán, Zacatecas; los Rivas Prieto, Avelar Alba y Gómez Olmos, en Aguascalientes.
Tu comino.
Twitter: @m_acevez