(Mike) Nichols y (Elaine) May / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento - LJA Aguascalientes
01/07/2024

Cuando hace unos meses, todavía 2014, murió Mike Nichols la mayoría de los obituarios y los panegíricos hablaban de su carrera cinematográfica que tiene joyas como ¿Quién tiene miedo de Virginia Woolf?, una obra maestra, y El Graduado, cinta obligada para educación sentimental de una generación. Pocos, sin embargo, hablaban de los principios de su carrera no como director ni en nada relacionado con el séptimo arte, sino como parte integrante y fundamental de un grupo de stand up comedy, Nichols y May, sin el cual los críticos, nada exageradamente, afirman que no existirían ni Steve Martin, ni Billy Murray, ni Saturday Night Life.

Su carrera comenzó cuando ambos eran estudiantes de la Universidad de Chicago en un  grupo de improvisación llamado Compass Players (que más tarde evolucionaría a Second City y del que saldrían John Belushi, Bill Murray o Harold Ramis). Nichols, todavía no centrado en la actuación, se marchó a estudiar con Strasberg en Nueva York y May, todavía no la activa guionista que sería, con Maria Ouspenskaya. Fue en esos años de formación cuando la magia de la pareja funcionó perfectamente haciendo, por ejemplo, que otro de sus fans irredentos, Woody Allen, llegara a decir que “individualmente son cada uno un genio. Y cuando trabajan juntos, la suma es aún más grande que la de las individualidades. Llegaron y ellos dos llevaron la comedia a otro nivel”.

Tras ciertos problemas, celos sobre todos con el grupo que les había visto nacer, deciden comenzar una carrera en solitario que habría de llevarlos a la televisión nacional, a colaboraciones de improvisación con el pianista Marty Rubisntein, en 1960 a Broadway y a su primer disco An Evening with Mike Nichols and Elaine May que les dio un premio Grammy al mejor disco de comedia y un público fiel en todo el país. Su siguiente grabación, en 1961, Mike Nichols & Elaine May Examine Doctors también fue un éxito lo que no impidió la separación, para proseguir cada uno con sus intereses particulares.

Y aunque tras su separación coincidieron pocas veces pero todas ellas muy marcadas, la primera con la aparición de Elaine May en El Graduado en un cameo sin acreditar.  Aparecieron también con una breve aparición en la gala inaugural de Jimmy Carter, uno de sus seguidores confesos, y, dentro de la serie “Maestros Americanos” en el interesantísimo documental de la PBS titulado simplemente Nichols y May: toma dos.

De todos sus números es difícil seleccionar los mejores. En “Feliz Navidad, doctora”, un ataque directo (¿ya en los sesenta!) a la comercialización de las fiestas, Nichols es el paciente de una psiquiatra a la que le había prometido pasar las festividades decembrinas con ella, pero al que su mejoría le lleva a desear celebrarlas con la familia. “Teléfono”, casi una pieza del absurdo, es una burla directa a la manía usamericana del deletreo de los apellidos con una operadora que cada vez le hace perder más dinero al que llama usando para cada letra la palabra más rara que puede encontrar y volviendo a deletrear esa palabra.

La apertura, lenta pero apertura de las costumbres matrimoniales de los años cincuenta y setenta son también objeto de una cáustica burla en “Un poco más de gasa”, que se centra en una discusión sobre celos de un doctor, un cirujano discutiendo con la enfermera con la que está involucrado sobre otros hombres en medio de una conversación casual sobre la operación que se encuentran realizando. O, por citar uno último, “Madre e Hijo”, en el que un científico, en pleno lanzamiento de un cohete, recibe una llamada de su siempre quejosa madre.

Parte de su magia la resumen en una entrevista común, ya entrados los dos mil, cuando les preguntaron cuáles eran las reglas que tenían para la improvisación en los Compass Players. La respuesta de Nichols fue elogiar a May. “La regla más importante era la tuya, Elaine: ante la duda, seduce. Porque sólo hay tres tipos de escenas: peleas, negociaciones y seducciones”. “Pero también”, continuaba Elanie, “descubrimos que la escena que siempre funcionaba era la de la cita a ciegas”.

¿Por qué un monumento para Nichols y May? Por ser un  recordatorio de que las carreras, incluso las más grandes, empiezan desde abajo y también por uno de sus más famosos números, “Adolescentes”, que representa en toda su idiosincrasia la mentalidad usamericana de mediados de los cincuenta, la primera época de la historia en que la adolescencia es realmente una etapa de la vida.

El número es la representación de una cita, casi a ciegas, de dos estudiantes, él y ella, de preparatoria, y destaca sobre todo, por la habilidad de los cómicos, habilidad que ya luego demostrarían en sus guiones, para capturar perfectamente el habla cotidiana. Ella es tímida y vulnerable, risueña, del tipo plathiano y mientras él intenta ligar con ella, ella suelta cosas como “¿Te has dado cuenta del lago? Está suicidamente hermoso esta noche. Lo miras y piensas qué será… Y es sólo un pequeño montón de agua junto a otro y eso es todo el lago, ¿te das cuenta? Eso es lo que me asombra”. Él continúa ligando mientras ella habla del lago y de la noche y de la familia mientras él va creciendo en desesperación hasta terminar con una frase que es, palabras más o palabras menos, patrimonio de todo adolescente masculino que intenta acostarse con alguien. “Sé exactamente lo que vas a decir. Vas a decir que no te respeto, ¿verdad? Mira… Te lo digo aquí y ahora: te respeto con locura”.



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