Cuando la ley antitabaco comenzó a operar en México se suscitó una discusión interesante: ¿Invadía el gobierno los derechos sobre el cuerpo, la libertad de cada quien a hacer lo que quiera de su propia salud?, por otro lado: ¿tienen derecho los ciudadanos a dañarse a sí mismos y así debilitar la salud global del estado? En medio de la discusión escuché que alguien dijo: “sea como sea, después de estas medidas habrá menos enfermos en México y eso es bueno”, un gran amigo filósofo, Mario Gensollen, contrargumentó: “para mí es mejor un pueblo libre, aunque esté enfermo, que sano porque no puede elegir”. Independientemente de que estemos de acuerdo o no, las dos opiniones son un reflejo claro de una escala de valores distinta.
Aparentemente nadie en sus cabales diría, por ejemplo, que vivir en un mundo donde hay mayor respeto a las especies animales no humanas es indeseable, pero eso depende otra vez de la escala de valores: para mí, por ejemplo, los procesos de superación moral son más importantes que los resultados mismos. Pragmáticamente un pueblo en donde nadie roba porque si lo hacen les cortarán las manos puede parecer deseable respecto a sus resultados, pero ni de lejos podríamos decir que ese pueblo tiene personas más honradas o conscientes, sólo atemorizadas de forma más efectiva.
El salto de los movimientos proanimal a labor de calle (ya no en las organizaciones tipo PETA o Greenpeace) se ha dado, sobretodo, gracias a redes sociales como Facebook y se ha convertido, principalmente, en una moda. La frecuencia con la que hoy se ven anuncios de usuarios que avisan de un perrito callejero adoptado, de gatitos sucios, de mascotas abandonadas que están bajo resguardo temporal hasta encontrar quien les adopte es increíblemente mayor que hace un par de años. ¿Significa eso que hoy somos mejores humanos? ¿Qué nuestra sensibilidad a las demás especies es producto de una superación moral? No lo creo de ninguna manera.
Estoy convencido de que la verdadera superación moral comienza por un ejercicio racional y por lo general no he encontrado en los defensores de las especies no humanas argumentos bien elaborados, al contrario: casi siempre despropósitos de sensiblería proverbial, cuando no francas estupideces. Un colega mío dice, para burlarse: “¡Derechos humanos a todos los animales!” Como lo que está de moda es recolectar gatitos, los niños de la calle tienen poca suerte, si todos los esfuerzos se centraran en ayudar a nuestra propia especie primero, empezaríamos por forjar una mejor humanidad.
¿A qué grado nos hemos desentendido de nosotros mismos?: “Si quieres sangre, torero, ¡córtate los huevos!” gritan algunos “antitaurinos”. Cuando un torero es corneado se hace fiesta. Un tigre mató a su domador hace unos meses en plena función del circo. Muchos comentarios en YouTube, acaso la mayoría, celebran el accidente como un evento de justicia cósmica. ¿En qué nos hemos transformado? Sólo hay un tipo de personas que me parecen más perversas que aquellas excitadas por ver la muerte de un toro: los que se excitan por la muerte del torero.
El problema con el enfoque de los derechos humanos y los derechos en general, desde la lógica del pensamiento moderno, está en igualar a partir de las diferencias. Debido a esto, aumenta la segregación, la marginación y la discriminación. Se trata de incluir a sujetos sociales dentro de la normatividad que sublimadamente los excluye. En el caso del activismo “proanimal” (hablando sobre Aguascalientes), una gran falta de crítica y decostrucción por el mismo quehacer activista y los esquemas morales y jurídicos que lo dirigen, además de una fuerte tendencia casi espontanea (por llamarlo diferente del término “moda”) por proteger animales sin acompañarla de respuestas y soluciones políticas y hasta espistemológicas, ha generado un especismo profundo.
Gracias por tu comentario, Jesús. De acuerdo contigo, la intención de incluir a veces termina en un despropósito excluyente. Por otro lado, he usado el término moda sin afán peyorativo, sino únicamente como un fenómeno que tiene apariciones con mayor frecuencia que otros períodos.
Yo también creo que ha surgido una moda. Creo incluso que formo parte de ella. Sin embargo, moda o no, creo al mismo tiempo que ésta acción masiva y espontánea no generaliza a todos los que se mueven con ella. Me gusta pensar que hay excepciones. Por mi parte, desde la empatía y el interés común con la afición proanimal, puedo asegurar que más de una vez me ha tocado que me pregunten ¿porqué no ayudas a los niños de la calle, a los enfermos de cáncer, a los ancianos? Honestamente no soy militante de asociaciones, no llevo banderas ni opino por logotipos de ninguna índole. Tampoco me acuerdo con que causa empecé a sentir incómodamente la inequidad con que uno se puede encontrar cada día (es solo una forma personal de verlo); pero creo que para algunas personas, aunque no tengan sus propios argumentos claros, todas estas acciones se basan o funcionan por un sentimiento de respeto, empatía y solidaridad. Lo mismo me cruje el corazón si veo un perro huesudo, que un niño descalzo, que un anciano con arrugas de sol y resequedad de frío. Estoy de acuerdo con que hay contradicciones, el esfuerzo por la inclusión, a veces lleva a la exclusión de alguna manera. Y también creo que condiciones violentas no se acaban ni con visión ni con medios violentos (desear ver al torero morir se reduce casi al mismo deseo que quieren abolir). En fin, en mi opinión no veo porque ayudar sí y ayudar no. En mi experiencia el fundamento con que ayudas a unos es aplicable para ayudar a todos (si no te esmeras en plantear diferencias como a todos nos encanta). Quizá suene de lo más desorganizado, pero empezar por dónde se pueda, seguir por donde se pueda y terminar con más. No sé, entiendo tus puntos, concuerdo con algunas cosas y con otras no. No tiendo a involucrarme mucho en estos debates, pero agradezco haberte leído porque empecé a pensar mi postura sobre el asunto frente a otras posturas y a lo mejor esa está padre 🙂 Saludos Alex.
Yo agradezco mucho que den el tiempo de comentar y enriquecer este diálogo. Yo no pretendo indicar en qué no ayudar, sólo creo que es un termómetro que hoy la pobreza no tenga la misma agenda que los animales no humanos.