La semana pasada les platicaba de mi recién desempolvado gusto por la poesía: la maravilla de descubrir que el ritmo escondido en la disposición de las palabras, las imágenes que se evocan a partir de una metáfora, el juego tan placentero de la lectura en voz alta. Y decía también que es común escuchar que “la poesía es demasiado complicada”, y que por eso mucha gente no la lee ni se la acerca a los niños y niñas. Por supuesto, esto es miedo a lo desconocido. Y una estrategia para combatir este temor es acercarnos a eso que desconocemos. De entrada, olvidémonos un rato de las generalizaciones: ni todo poema en verso libre es imposible de entender ni todos los poemas con rima son ripiosos, cursis y pasados de moda. De una vez, y por si hiciera falta, dejemos claro que ni toda la poesía es amorosa y, sobre todo, que no todo lo que está en verso es poesía. De esta última idea equivocada tengo una historia triste: la hija de una amiga mía se quejaba de que la poesía era “tonta”. Cuando le pregunté a qué se refería, me enseñó un libro que le habían dado a leer a fuerzas en la escuela. Decía cosas como “Tengo un gatito /que es muy bonito /maúlla poquito y es amarillo”. Y esa ¿copla? era de las bonitas, porque siquiera hablaba de gatos. Lo primero fue tener que explicarle eso, que la poesía es otra cosa. Y como suelo ser muy mala con las definiciones, lo que hice fue regalarle un libro que, según me dijo su mamá, le gustó mucho. Espero que sea cierto y que no me lo haya dicho sólo por hacerme sentir bien, porque es de uno de los poetas que a mí me encantan desde chamaquilla, sólo que en una edición ilustrada y con una selección de poemas pensada para los y las más peques. Por si les interesa, es Nicolás Guillén para niños, niñas (y otros seres curiosos), con ilustraciones de Carmen Sáez y publicado por Ediciones de la Torre. Por cierto, me estoy enterando de que ese libro es parte de una colección que, en el mismo formato, tiene libros de Rafael Alberti, Gabriela Mistral, Miguel Hernández y otros autores y autoras. Ahora tengo que investigar si hay forma de conseguirlos en México más allá de en ferias del libro. Si resulta que sí, más adelante se los contaré acá mismo. En todo caso, no es el único libro que recomendaría yo si la idea es poner la poesía, la de verdadera, al alcance de los primeros lectores. Les quiero hablar de algunos que me han gustado mucho y que son relativamente fáciles de conseguir.
- Caleidoscopio, de Mariana Torres Ruiz. Publicado por Alfaguara Infantil con la etiqueta “a partir de 6 años”, realmente es un libro que puede encandilar a los lectores más pequeños. Y a los que le siguen. Y a los adultos que le quieren perder el miedo a la poesía. Hace unas horas lo busqué en mi librero, para refrescarme la mente y reseñarlo con honestidad (detesto a los críticos y reseñistas que hablan de obras que ni siquiera terminaron de leer, o que no recuerdan; pero eso es tema para otro espacio, no para el País de Maravillas), y me quedé embobada, leyéndolo despacio, disfrutando cada una de las ilustraciones de Mario Rosales (realmente están preciosas) pero, sobre todo, gozando la manera en que Mariana Torres convierte lo cotidiano en poesía: miedos, alegrías, nostalgias, esperanzas y pesadillas infantiles se combinan con tareas y decisiones del día a día (¿ver la tele o hacer tarea?, ¿comer verduras o pizza?) y con decisiones trascendentes (¿me tiro todos los dientes para que el ratón financie la consola de videojuegos?). Otro detalle interesante: no son versos rimados, así que realmente puede ayudar a lectores de cualquier edad a acercarse sin miedo al verso libre.
- Si la palmera supiera…, antología poética de Gerardo Diego. En España, Gerardo Diego es muy conocido, entre otras cosas, por ser quien bautizó a un grupo de jóvenes poetas como “generación del 27”. También por haber sido amigo de García Lorca, Rafael Alberti y otros consagrados, pero, sobre todo, por ser autor original, arriesgado y lúdico. Su poesía juega con métricas y ritmos, imágenes y palabras, y esta antología pensada “para niños a partir de doce años” tiene todo para enamorarse de sus letras, comenzando por la excelente selección de José María Bermejo (que incluye lo mismo poemas de amor que de tema científico; descripciones de la naturaleza y exploración del alma humana) y rematando con las hermosas ilustraciones de Luis de Horna. Este libro pide ser leído en voz alta y lo pueden encontrar en la colección Sopa de Libros de Editorial Anaya.
Por supuesto, hay más libros de poesía que fueron escritos especialmente para niños y niñas o que están perfectos para ellos pese a no haber sido editados con esa intención. Pero se me acaba el espacio, así que tendrá que ser en otro momento que haga más recomendaciones del género. Mientras tanto, ¿tienen ustedes algún libro de poesía favorito? ¿Había alguno que les gustara especialmente cuando niños? ¿Se acuerdan de alguno de los poemas? Cuéntenme en http://raxxie.com/index.php/contacto/ y luego lo comentamos por acá.