Quien vota a los corruptos los justifica, los legitima y es tan responsable como ellos.
Julio Anguita
Dice Jorge Zepeda Patterson en un reciente artículo de sugerente título (SinEmbargo MX, 12 de enero de 2015): “…era un hombre con suerte, los padrinos y las hadas madrinas lo habían llevado a la cumbre hasta llegar a Los Pinos…”; literalmente sin despeinarse.
Sigue Z. Patterson: “…su buena fortuna parecía extenderse a los primeros meses de su gobierno, cuando sorprendió al país con un Pacto por México novedoso…”; que además era creíble y que obtuvo amplia resonancia internacional, misma que llevó al medio oficial a festinar el ya para entonces famoso mexican moment inventado por la revista inglesa The Economist, que prometía reformas “estructurales” -cualquier cosa que eso signifique- que modificarían la economía y la realidad nacional casi por arte de magia.
Allí reside fundamentalmente el problema, pues como su propio nombre lo indica, el llamado mexican moment fue ideado para vender una idea de modernidad y reformas al extranjero, ignorando a la opinión pública y a los ciudadanos mexicanos que poco sabemos hasta ahora de “el momento mexicano”.
Además resulta que a partir de entonces todo se volvió cuesta arriba, necia que es la realidad, hasta sorprendernos en the mexican hole, –el hoyo mexicano– en el que infaustamente nos encontramos ahora, y que nos enfrenta como sociedad al horror de la violencia irracional en Tlatlaya y Ayotzinapa; pero también a la de las muertas de Juárez, la de los niños de Hermosillo, la de los migrantes asesinados en San Fernando Tamaulipas o la de las familias masacradas en Allende Coahuila, sólo por citar los caso más graves y conocidos.
Y por si todo eso fuera poco, también y al tiempo los derrames tóxicos de las minas en Sonora que envenena el ambiente, el despojo de los recursos naturales de los pueblos originarios lo mismo en Sonora que en Oaxaca; las casas blancas en Las Lomas y también la casita de Malinalco, propiedad del “líder global” y “ministro de finanzas del año”; a la debacle petrolera, los gasolinazos mensuales, la crisis en la finanzas públicas o la devaluación del peso. Es decir, lo mismo de siempre, diría un polémico anuncio de la hoy censurada precampaña del PRD.
Siguiendo a Luis Rubio, diremos entonces que los problemas de México no comenzaron en Iguala ni radican en lo que haga o no el gobierno hoy, pero en todo caso, sí es el gobierno el único culpable de haber celebrado su mexican moment “antes de tener los pelos del burro en la mano”.
Porque el gran problema del gobierno es que fuera del marketing político y del ingenioso y original mexican moment, no tiene una respuesta ni un proyecto idóneo para México ante la realidad de la globalización del mundo y de una sociedad cada vez más abierta y más informada que, aunque lejos de haber logrado una institucionalidad democrática, ya no es aquella tan sumisa y temerosa como lo fue por décadas bajo el viejo régimen autoritario.
Efectivamente, el problema es de proyecto y de orden, donde orden no significa la vieja y anacrónica disciplina priista a la que algunos llaman acertadamente “castración política”. Porque el gobierno del mexican moment ha intentado de todo en estos pasados dos años queriendo convencer al mundo, pero ignorando a los mexicanos. Por un lado, desconoce la realidad y por otro ignora y minimiza los hechos fundamentales de la globalización, los derechos fundamentales y las relaciones internacionales. Hoy queda claro entonces que ya no es posible hacer lo que quieras y cuando quieras sin consecuencias o casi sin ellas; como cuando los hechos infames de Acteal o Aguas Blancas.
Así, queriendo y sin poder, el gobierno ha demostrado muchas cosas en estos dos años: en un alarde de fuerza metió a la senecta profesora Gordillo a la cárcel, reformó la Constitución o formuló el pacto por México; pero todavía no demuestra que sabe gobernar. Y en esto ha jugado un papel importante un equipo de colaboradores más que ralo, trasplantado de Toluca o en el mejor de los casos de Pachuca, ambas capitales de entidades federativas donde nunca ha gobernado otro partido diferente al oficial. Por eso, entre muchas otras razones que se les escapan, no pueden sacar a México del hoyo en que se encuentra, y así, el país lleva sexenios y décadas sin ser gobernado, pues no se ha construido instituciones sólidas que hagan frente a los enormes retos y carencias acumulados en más de 40 años de fatal inercia y que han caracterizado más o menos a todos los recientes sexenios.
Porque gobernar no puede quedarse en hacer pactos por México ni en agendas legislativas “maiceadas” y “planchadas” por entuertos como la “telebancada”, al gusto de los privados locales y foráneos que dejan al país virtualmente sin oposición real y sin válvulas políticas de escape a la gran presión social.
Gobernar es algo más complejo y también mucho más necesario: gobernar es, según su significado literal: “guiar, dirigir o conducir algo”, y esa conducción en nuestro caso, brilla por su notable ausencia. De modo que los mexicanos pasamos en las últimas décadas de un régimen autoritario a uno sin reglas y sin gobierno.
Es justo ese viejo sistema autoritario sin desmontar el que empantana a la economía con un autoritarismo restaurado y un “capitalismo de cuates”; además de una corrupción e inseguridad pública crecientes que lastran la modernización y el desarrollo institucional y económico del país, donde pocos se benefician mucho y donde muchos están cada vez más excluidos, hasta llegar a más de 54 millones de mexicanos pobres o muy pobres según el INEGI; por no hablar de los aproximadamente 12 millones de mexicanos en el exterior, señaladamente en los Estados Unidos de América, que en realidad son en su gran mayoría exiliados económicos. ¿De qué momento mexicano hablamos entonces con cifras como las apuntadas?
Así, sin cambiar el sistema político y el económico, sin obligar a una casta corrupta e intocable a rendir cuentas y a gobernar en beneficio de todos y no de algunos, no habrá momentos o reformas estructurales que valgan y mucho menos que sirvan al interés nacional.
Cola: agradezco a mi admirado amigo Gilberto Carlos Ornelas, referente indispensable para pensar una izquierda progresista en y desde Aguascalientes su invitación para reflexionar sobre el estado de “la cosa pública” en el marco del Grupo Plural de Reflexión por Aguascalientes.
P.S. En 2015 nos siguen faltando 43. ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!