Para todos aquellos que gustan del periodismo, los libros y las revistas, el referente obligado es Proceso, por eso la muerte de su fundador Julio Scherer de alguna forma nos ha conmocionado e inmediatamente pensamos en nuestra relación particular con él y con su revista. Mi primer Proceso llegó por allá del año de 1994, a razón de mis 14 años, trabajaba en la tienda de abarrotes de mi papá y me dedicaba prácticamente a cursar la secundaria sin mayor pena ni gloria. Y sin embargo, el movimiento armado de los zapatistas me despertó la curiosidad, quería saber de qué se trataba. Me dirigí a un puesto de revistas y compré dos que tenían la portada sobre los hechos: Proceso y Alarma. Obvio no me hice fan de la segunda, y la primera aunque de lectura compleja para un adolescente que se había acercado poco a la literatura, la seguí comprando de vez en cuando; de ese convulsionado año de 1994 todavía guardo el número 897 donde se da a conocer el estallido en Chiapas.
En lo personal, un tiempo estuve a punto de dejar de seguirla, algunos de sus artículos y reporteros me resultaban tan tendenciosos que prefería utilizar como referencia otras fuentes de información que considero más objetivas. Sin embargo, supongo parte de la madurez de criterio, uno entiende que Proceso nació como un grito en contra del poder, la lucha de Scherer cuando fue expulsado de la cooperativa con otros grandes del periodismo, nos hace recordar que su única vía en aquella época era ser críticos. Y qué bueno que lo sean, pues un país democrático como el que se pretende construir no se puede entender sin medios combativos.
Pero, además, mi relación con Proceso ha estado marcada por otros de los productos que ha creado, tengo muy presentes su especial número 17 de 2005 llamado The mexican Hollywood o el terriblemente gráfico El sexenio de la muerte y el deliciosamente visual 35 años de fotoperiodismo (1976-2011). Lo que más le reprocho a Proceso es su mercantilismo a ultranza, su página de internet no te permite leer gratis los artículos de la versión impresa, sólo son accesibles para aquellos que hagan un pago, vaya, ni siquiera la derechista Letras Libres hace eso, ésta última incluso te permite acceder gratuitamente a algunos ejemplares de la mítica Vuelta de Octavio Paz.
En un chat con Don Gus de Alba, mi personal asesor en materia de cine, le preguntaba sobre la existencia de alguna cinta que abordará los casos de Proceso, de Julio Scherer o del golpe a Excélsior pues no me venía a mí ninguna a la memoria. Opina Don Gus que el carácter de Scherer, que no permitía entrevistas o acercamientos personales, impedía que alguien hiciera alguna película. Recordé lo que dijo Sicilia cuando el director del semanario lo cachó con una grabadora oculta durante reuniones que sostenían estos dos con Vicente Leñero y Enrique Maza “Me sacó la grabadora de la chamarra. Me miró con severidad y me espetó a la cara: ‘es usted un cabrón’. La sacó de la habitación y, como si nada hubiese sucedido, se sentó de nuevo y retomó el diálogo”. Me informó también el director de Crisol Plural que existe un documental sobre Excélsior llamado Reforma 18. Trampas del poder (2009) del director Néstor Sampieri, sin embargo, es un tipo de cine al cual, un pobre fan de provincia, prácticamente le es imposible acceder.
Por todo su contexto, la sección de cultura no tiene desperdicio, para mí, Proceso es de consulta obligada semanalmente, fuente de información que se suma a otros medios (La Jornada, El Universal, Letras Libres, El País, etc.,) esto porque para rastrear la verdad es necesario consultar distintos puntos de vista, no siempre se puede encontrar veracidad en los reportajes sea quien sea su emisor, como le dijera Ismael El Mayo Zambada en una entrevista a Scherer: “Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, informa más que todos, pero también miente”.
Y ahora que se va Julio Scherer no nos hará falta, y no es que un periodista como él no se vaya a extrañar y necesitar, sino que tan sagaz como era, supo hacer los cambios necesarios en los tiempos prudentes para que Proceso se consolidara en un proyecto y no en un hombre, ciertamente los grandes ciudadanos, como el que ahora se va, saben dejar instituciones firmes para la democracia y para México, como lo es este semanario.