James Ryan Denham / Hombres (y mujeres) que no tuvieron monumento - LJA Aguascalientes
01/07/2024

“James Ryan Denham (1911-1943), nacido en Londres y educado en Cambridge, fue uno de los talentos malogrados por la II Guerra Mundial. Perteneciente a una familia acomodada, inició una carrera diplomática que lo llevó a Birmania y la India (1934-1937). Su obra literaria conocida es breve y escasa, y se compone de cinco títulos, todos ellos publicados en ediciones privadas casi inencontrables, ya que al parecer juzgaba esta actividad un mero entretenimiento. Amigo de Malcolm Lowry, con quien había coincidido en la universidad, y del famoso coleccionista de arte Edward James, él mismo llegó a poseer una excelente colección de pintura francesa del XVIII y el XIX.

Su último libro, How to Kill (1943), del que procede el único cuento que pasó a la historia, ‘Lord Dendall’s Song’ (La canción de Lord Rendall) y que fue el único que intentó publicar en edición comercial, pero ningún editor lo quiso porque se consideró que podría deprimir a los combatientes y a la población, aún en plena guerra, y por la desusada carga erótica de algunos de los relatos. Con anterioridad, Denham había publicado un libro de versos, Vanishings (1932), otro volumen de cuentos, Knives and Landscapes (1934), una novela corta, The Night-Face (1938) y Gentle Men and Women (1939), una serie de breves semblanzas de personajes célebres, entre ellos, Chaplin, Cocteau, la bailarina Tilly Losch y el pianista Dinu Lipatti. Denham murió a los treinta y dos años, caído en combate en el norte de África”.

Poco más se sabe de él, olvidado por no leído, no leído por los exorbitantes precios de los pocos volúmenes que se pueden encontrar en las librerías de viejo. Pero, aunque poco leído, con una lista de amigos, Lowry, James, Chaplin, en la que destacan, frente a la fama de estos, dos personas que comparten nombres que parecen, aunque no lo son, imposibles: Tilly Losch y Dinu Lipatti.

Si la lista de amigos de Denham es impresionante, la de aquellos con los que colaboró Tilly Losch es un quién es quién de la Europa de entreguerras. Bailó con Max Reinhardt y Fred Astaire, fundó con George Balanchine, y dinero de Edward James, su primer marido, “Les Ballets 1933”, bailó mientras Lotte Leyna cantaba “Los siete pecados capitales” con texto de Brecht y música de Kurt Weill. Su éxito en Inglaterra y el divorcio de su marido que la acusó de romances con Thomas Mitford, hermano de las Mitford, y el príncipe Serge Obolensky, acabó llevándola hasta Hollywood donde actuó en papeles secundarios, decepcionada de los cuales decidió encaminarse a Nueva York y Broadway.

Es en Suiza, donde había acudido a tratarse de una depresión severa, donde decide abandonar la danza y la actuación para dedicarse a los retratos en acuarela. Para ella posaron amigos suyo como Anita Loos, la Leyna o Kurt Weill. Desde 1944, ya casada con Henry Herbert, el sexto conde de Carnarvon, su fama como pintora, con cuadros que tomaban elementos de la danza contraponiéndolos a unos tétricos fondos bélicos, fue creciendo recibiendo elogios de Cecil Beaton y siendo comprada por coleccionistas como Albert C. Barnes o la Tate londinense. Sus papeles, bocetos, cuadros y fotografías están, por voluntad suya, en la Universidad de Binghamton en el archivo de Max Reinhardt, quizá como homenaje, quizá como recuerdo de uno de sus primeros amigos y maestros de juventud, una época que la guerra se había encargado de desterrar para siempre.

Si el rumano Dinu Lipatti no hubiera muerto a los 33 años víctima de la enfermedad de Hodgkin, probablemente su nombre estaría en la competición, ganada por Glenn Gould, de quién habría sido el mejor pianista del siglo XX. Tan grande era que Cortot, presidente del jurado en el Concurso Internacional de Piano de Viena en 1934, renunció como protesta por la segunda posición de Lipatti, alumno más que aventajado del propio Cortot, Nadia Boulanger y Paul Dukas. Muchos melómanos y críticos consideran que su interpretación de Chopin, romántica, es, probablemente, la mejor de las versiones grabadas nunca. Su ritmo de conciertos, además, bajó considerablemente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Aunque continuó ofreciendo recitales, sin importarle el bando del país o si estaba ocupado o no por los alemanes, su número fue menor hasta que ya, hacia el final de la guerra se instala definitivamente en Suiza donde se convierte en profesor de piano en el Conservatorio de Ginebra. Dio su último concierto, Chopin, Mozart y Bach, en 1950, tres meses antes de su muerte. Está enterrado en Chene-Bourg, un pueblito suizo que tiene menos habitantes que los convencidos de la grandeza de Dinu Lepatti.

¿Por qué un monumento, que no necesita, para el inventor de James Ryan Denham? ¿Por qué un monumento, que ya tiene en sus miles de lectores, para Javier Marías? Porque no contento con escribir un cuento propio, pero que atribuyó al autor inglés, para la antología Cuentos únicos que publicó la editorial Siruela, inventó e incluyó la nota biográfica de Denham, alguien que, de haber existido, de haber tenido la tan británica vida que le inventa el autor español, sería uno de esos autores que no hubiera tenido monumento.

 



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