Cuando era niño, otro expresó que sus padres se estaban divorciando, inocentemente yo me ufané de que eso nunca me pasaría; ahora desearía haber sido parte de esos niños y niñas que hace años eran parias por ser parte de una familia “disfuncional”. Hasta hace poco tiempo, en la sociedad de Aguascalientes, la triada de padre, madre e hijos era la única forma de organización de parentesco legítima y respetable; al igual que en viejas tradiciones psicológicas. Pero, con el trabajo científico social y su divulgación, poco a poco se han resignificado las ideas de lo no funcional, con el reconocimiento de los malestares, problemáticas y la violencia que pueden generarse en un hogar en el cual padres y madres ya no se aprecian, respetan, o de plano ni se soportan.
Desde la visión antropológica, las familias se desarrollaron para renovar la fuerza de recolección y producción de alimentos, así como la protección de los grupos y posteriormente para conservar la propiedad privada; la consolidación de estos postulados se puede identificar en los matrimonios por conveniencia. Después, con el romanticismo, la razón de estos vínculos radicó en el amor, que aunado a estructuras heteropatriarcales y económicas, se gestó un claro mensaje: la unidad familiar a pesar de todo y para siempre.
Muchas mujeres soportan deslealtades de su pareja o a sí mismas, el repudio e incluso vejaciones, al pensar que la organización nuclear es necesaria para asegurar el bienestar de las y los hijos; además de que algunos hombres siguen habitando en pareja aunque ya no amen a la suya o la aborrecen con tal de seguir ostentando el estatus de padre. Algunos datos que pueden esbozar estos escenarios son los de la Encuesta Nacional sobre Dinámicas de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2011, en la que se identificó que el 37.2% de las mujeres solteras de 15 años de edad en adelante declaró haber tenido un incidente de violencia, pero la proporción se incrementaba a 44.8% entre las mujeres casadas o en unión libre.
Sin embargo, algunas personas reconocen que es mejor vivir separadas que pelear a diario, y si bien este tipo de procesos personales son difíciles por el gasto y pérdida que implican, representan beneficios para la paz y tranquilidad de los integrantes de la familia, siempre y cuando se procure cumplir con los roles y responsabilidades que se asumieron en su momento.
Ante ello, los padres y madres deben aprender a identificar el ambiente en el que viven a través de las y los hijos, pues aunque en muchas disciplinas se argumenta que en los asuntos de pareja no deben ni tienen el derecho de involucrarse los descendientes, en muchas ocasiones estos son absorbidos al centro de las problemáticas; pues son testigos de las riñas y el hastío.
Al respecto, la disolución de la unión civil por voluntad de ambas partes parece ser un recurso legal ideal, el llamado “divorcio exprés”; sin embargo, en algunos contextos se requieren trabajos titánicos de prevención y educación para que la separación de los cónyuges no conlleve otro tipo de vicisitudes. Por ejemplo, según datos del Observatorio de Violencia Social y de Género en Aguascalientes se menciona que hasta marzo de 2014, el Poder Judicial registró cuatro mil 234 casos de demandas por pensión alimenticia sin resolver, lo cual incluía registros desde el año 2000, y el 90% de los denunciados se mostraban renuentes a realizar el pago recién iniciado el proceso.
Si bien las modificaciones al Código Civil para el estado de Aguascalientes son una asignatura pendiente, al igual que los divorcios exprés, también se debe de recalcar la necesidad de promover una educación con perspectiva de Género para así formar a ciudadanos y ciudadanas responsables de su libertad, de la dignidad y bienestar de terceros; ya que de lo contrario seguiremos observando problemas de violencia, rezago educativo y sobrepoblación a costa de la unidad familiar.
No debemos permitir que se sigan justificando diferentes padecimientos sociales por el enseñar a las mujeres que el ser madre es la única vía de realización personal, ni tampoco debemos promover en los varones más jóvenes que ser padre significa ser dueño de una mujer e hijos para hacer valer su hombría. Pero ¿cómo abonar a estos procesos de deconstrucción y reeducación? Una opción es evitar el hacer hincapié en que nuestro hijo o hija se debe casar y procrear; pues muchas veces ya les estamos seleccionando y proponiendo pareja mucho antes de que se percaten de la atracción hacia las personas de su sexo opuesto o del mismo; lo cual no sólo significará que reconocemos su autonomía, sino que también daremos espacio para el desarrollo de otras habilidades e intereses ¿Por qué no regalarle un juego de química a nuestra hija esta navidad, antes de pensar en una muñeca para que añore ser madre? ¿Por qué no enseñarle a nuestro hijo que los hombres también debemos participar en las actividades domésticas, como en los preparativos de la cena de año nuevo?
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