- Las universidades deben enfocar sus programas al montaje de obras concretas y no sólo a escenas cortas
- El teatro mexicano ha sobrevivido pero no ha tenido toda la brillantez que se quisiera: Jorge Galván
Ahora que la asociación Teatristas de Aguascalientes está cumpliendo 45 años de creación, su fundador Jorge Galván monta una histórica novela al teatro titulada La Mandrágora de Nicolás Maquiavelo en el foro La Saturnina; antes de comenzar la temporada, el actor, dramaturgo y director recibió a La Jornada Aguascalientes, con un exquisito sentido del humor y un caluroso recibimiento, habló un poco sobre el teatro en México, desde la llamada época de oro, y su opinión sobre el reconocimiento del teatro como una carrera universitaria.
“Los viejos tendemos a ver todo el tiempo pasado como mejor (bromeó), pero es que México ha sido un país privilegiado en cuanto al teatro, a partir del surgimiento del grupo de los contemporáneos en los años 30 o 40, con María Antonieta Rivas Mercado empezó un despegue en el cual México se abrió al mundo entero”, compañías nacionales pronunciaban y actuaban las obras en versión española, y en consecuencia el teatro nacional se quedaba en segundo plano.
Con la creación de un grupo de intelectuales, escritores, pintores, poetas y artistas, Antonieta Rivas Mercado compró una casay la transformó en un foro cultural, donde comenzaron a presentarse obras francesas, italianas y rusas, que ciertamente se conocían pero muy esporádica y casualmente, “este hecho de los contemporáneos nos puso en sincronía, digamos que el teatro mexicano era un reloj atrasado que no estaba como al día y éstas personas que hablaban francés, italiano y no sé si también ruso, tradujeron obras y empezaron a refrescar y a revitalizar el ambiente”.
Después de ese movimiento de los contemporáneos llegaron varios extranjeros, de igual manera muy bien atendidos y recibidos, pues todos llegaron al país a hacer teatro, “llegó el maestro André Moro que había estado en la comedia de Francia -esto ya hablamos de los 50-60- el maestro Fernando Bagner, Charles Runner y el maestro Zeki Zano; que fue el que nos puso definitivamente no nada más como espectadores o promotores de cultura, sino a preocuparnos como actores por indagar sobre lo que está ocurriendo con el personaje en su tiempo, en su alma y en sus circunstancias”.
Desde su perspectiva, el teatro mexicano ha sobrevivido pero no ha tenido toda la brillantez que se quisiera. A partir de la creación de la Compañía Nacional de Teatro con Héctor Azar (actualmente dirigida por Luis de Tavira), se comenzaron a presentar obras muy renovadoras, frescas, exigentes y atrevidas, lo cual trajo al país un aire nuevo y fresco.
Tener un título no significa ser actor
En esta época también se ha despertado mucho el interés por esta actividad, se ha llegado en la exageración de convertirla en carrera universitaria, lo cual, en opinión de Jorge Galván, no se ha encontrado la verdadera forma de atender esa ponderación, “los actores se hacen en el escenario no en la escuela, obviamente necesitan tener cultura, información, saber de la historia del teatro, de filosofía, análisis de texto; pero yo siento que le falta la parte de la práctica”, cuando se comenzó a ofertar la carrera de Artes Escénicas en las universidades Galván lo celebró, pues siempre el ser actor era como “el patito feo” de la cultura nacional, “éramos vistos como los pecadores, los insumisos, rebeldes por excelencia y buscábamos obras que sacudieran las consciencias, entonces vi muy bueno que la universidad dijera que el teatro es una carrera digna”.
Al ver los programas educativos lamentó que no se diera énfasis en el montaje de obras, “es rarísimo ver que una universidad tenga más de dos obras de teatro al año, casi todas trabajan puras escenas”, siendo que para ser un buen representante de personajes se debe practicar, no sólo tener un título académico.
Caso contrario de Teatristas de Aguascalientes, donde al salir a trabajar al interior del país, Galván se percató que no podía dar todas esas clases que daban ocho o doce maestros para formar a un actor, creando un modelo exitoso y de fácil acceso: “tomaba una obra de teatro y al montarla, por ejemplo, Fuenteovejuna (obra teatral del Siglo de Oro español del dramaturgo Lope de Vega) hablábamos de la época del siglo de oro, de la circunstancia política, ahí ya estábamos tocando historia y un poco de filosofía, y con la realización del decorado les hablaba de escenografía”, convirtiéndose en talleres libres donde con base en una historia el actor descubría sus técnicas, procesos de actuación y las áreas del conocimiento básicas de una carrera académica.
Jorge Galván hizo un llamado a las instituciones universitarias a que analicen sus programas y se enfoquen a la culminación de lo aprendido en al menos una o dos obras concretas por año, “en Teatristas de Aguascalientes montábamos un promedio de 3.5 obras al año, eso es lo que falta, que los jóvenes plasmen sus conocimientos en el escenario, de qué sirve que tengan un papelito si nunca se presentan ante un público”.